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13 de julio de 2017

El DIA QUE GAGARIN LLEGO DEL ESPACIO; Los extraterrestres hablan ruso


Bien mirado, la Vostok 1, no es mas que un pequeño cascarón metálico, una especie de lavadora con alas desde la que, a trescientos kilómetros de altura, Yuri Gagarin mira atónito un mundo azul y casi maldice a sus ojos por tener que pestañear, por hacerle perder durante milésimas de segundo la visión que se muestra ante él, la misma por la que ha jugado su vida a rojo o negro.

Abajo, en la gran madre patria, el azul desaparece, adquiere tonalidades mucho mas grises, en ése momento algunos de sus jefes ya lustran sus medallas y planchan sus uniformes, frente al espejo ensayan la mejor de sus sonrisas y la más dolorosa de sus muecas, que nunca se sabe que deparará el futuro, festival o funeral, cara o cruz, héroe nacional o palmadita en la espalda a una madre desconsolada.

Es lo que tiene, el privilegio de mirar el mundo con los ojos de Dios, una mota de polvo en el aire, que gira y flota consciente de su pequeñez, que en un momento dado tras casi hora y media orbitando el planeta, traga saliva y comienza un descenso en picado desde la negrura, una montaña rusa sin frenos donde el piloto sabe que si algo puede salir mal, sin duda saldrá mal, la ley de Murphy aplicada al espacio sideral.

Cuando los retrocohetes se accionan, la tostada se cae de lado de la mermelada, el destino juguetón decide tocarle las pelotas a Yuri, el módulo de reentrada se queda enredado por unos cables al resto de la nave y comienza a girar como una peonza con un ser humano dentro, a través de la minúscula ventana el sol sale y se pone mil veces en un baile desquiciado mientras las tripas de cosmonauta, presas de la energía cinética a punto están de salir de su cuerpo a dar un paseo, la tierra se hace grande y la atmósfera enciende la nave, el ruso cabalga sobre un clavo ardiendo en caída libre, hasta que los paracaídas frenan el artilugio y se enciende la lucecita indicadora de la eyección, casi sin tiempo para respirar, la catapulta entra en acción y el piloto sale despedido de su coctelera, colgando de un trozo de tela salvador, el primer hombre en orbitar la tierra, al final se posa sobre la llanura siberiana de una pieza, de milagro.

Así, con su mono naranja y su casco blanco, tras un parto complicado, nace un nuevo héroe sobre la tierra rusa, mareado y vapuleado, el hombre de las estrellas consigue ponerse en pie y antes de que lleguen sus compañeros, se encuentra con una campesina que poco sabe de vuelos orbitales.

-¿Viene usted del espacio exterior?

Yuri por un momento duda, aún tiene que digerir lo vivido, por fin contesta.

-Ciertamente si.

Hay que joderse, la mujer alucina, hasta los extraterrestres hablan ruso.

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