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14 de febrero de 2019

LA ESCLAVITUD INDIGENA YA EXISTIA EN AMERICA; “ana karina rote amucón papororo itoto mantó”


Siempre cuando entramos al tema de la esclavitud pensamos en africanos y pocas veces en indígenas. La esclavitud africana siempre fue legal y, por tanto, los hombres están tasados a la entrada de los puertos y aparecen en facturas, ventas o testamentos. Pero como los indígenas no tenían que cruzar el Atlántico no salen en bitácoras ni registros portuarios.

La esclavitud no la inventaron los europeos, eran prácticas que ya existían en el continente americano desde tiempos inmemorables con los mayas o los aztecas. Con la llegada de los españoles comienzan los desplazamientos masivos de esclavos desde el sur de Estados Unidos, Arizona y Nuevo México, a las minas de Parral (Chihuahua) y los comanches y los yutas se vuelven dominantes abasteciendo a otros pueblos indígenas así como a los españoles. El jefe apache Gerónimo odiaba a los mexicanos. 


En Venezuela esta practica no era la excepción, la Etnia Caribe como pueblo dominante en esta regiones, comerciaban esclavos indígenas de otras etnias enemigas y cuando se incremento el comercio de esclavos negros de África, también comercializaban aquellos que capturaban, cuando estos escapaban de sus amos. Un libro del mexicano Andrés Reséndez, finalista del National Book Award, revela detalles desconocidos sobre la esclavitud en el Nuevo Mundo y la incluye como uno de los principales motivos de mortandad. Este libro concluye que desde la llegada de Colon hasta fin de siglo XIX hubo entre 2'5 y 5 millones de esclavos y que fue uno de los principales motivos de muerte entre los indígenas del Caribe, que llegó a reducir su población hasta un 90 %.

"Sólo los caribes somos gente, los demás son nuestros esclavos"

“ana karina rote amucón papororo itoto mantó”, Grito de guerra caribe


El clásico “El Orinoco Defendido e Ilustrado” del padre Gumilla, narra sus sus exploraciones en la region de las Indias, exclusivamente a través del soberbio orinoco, escrito hace 300 años, y de allí el significado de la frase que representa el grito de guerra caribe, cuya traducción es “sólo los caribes somos gente, los demás son nuestros esclavos”. Gumilla describe en su obra cómo los guerreros caribes la gritaban al atacar a otras tribus originarias de América, a sus hermanos, para asesinarlos y secuestrar a los más aptos para la esclavitud. Narra el sacerdote que los demás indígenas abandonaban sus poblados y huían cuando en la distancia escuchaban a aquellos expertos navegantes que lo gritaban mientras remontaban los ríos remando en sus embarcaciones. Aunque esto no lo menciona, es ampliamente conocido que a su son, los nativos de las islas antillanas hasta Santo Domingo fueron sometidos y conquistados. Gumilla afirma que los caribes eran socios de los holandeses en el negocio de la trata de esclavos. A las víctimas capturadas las vendían a estos clientes que tenían su base de operaciones en las guayanas. Y no es él el único autor que describe este comercio, ampliamente documentado en la literatura histórica. En pocas palabras, los caribes eran esclavistas. Además, diversos autores les han atribuido la práctica de la antropofagia, pero sea esto cierto o falso no es el tema central que me ocupa.


Esta historia de mas de 600 años y los acontecimientos históricos de la Europa contemporánea nos hace reflexionar sobre la historia perdida de America, El grito “sólo los caribes somos gente y los demás nuestros esclavos” revela dos aspectos de una postura: la supuesta supremacía racial anticipada a la del nazismo por muchos siglos, que no le reconocía condición humana a otros, y desprecio por la libertad y la vida de los hermanos. No solamente asesinaban a los no aptos para la esclavitud, sino que los que eran efectivamente vendidos a los holandeses morían en altísimas proporciones, en consecuencia, también es de asesino en masa, de genocida.



4 de febrero de 2019

LA GUERRA A MUERTE CONTRA EL CAIMAN DEL ORINOCO, SE INICIO EN LA VIEJA ANGOSTURA - PARTE FINAL




Se estima hoy día, que había más de cinco millones de caimanes del Orinoco a lo largo del Delta hasta sus afluentes en la región llanera del país para comienzos del siglo XX, cuyas poblaciones fueron aniquiladas como expansión de las actividades humanas en la región y sobre explotadas comercialmente y disminuidas severamente debido a la caza comercial en el período comprendido entre 1929 y 1963 con su mayor apogeo hasta 1934.

La demanda internacional por las pieles de cocodrilos llevó al caimán al borde de la extinción, una especie cuyos ejemplares podían ser contados por millones, algo inimaginable, de pensar de acuerdo con la opinión de Humboldt, el cual afirmo en sus escritos: 

“Es poco probable que se llegue un día a librar de los Cocodrilos a un país en el cual el laberinto de ríos sin número conduce todos los días nuevas bandadas desde vertientes occidentales de Los Andes, por medio del Meta y del Apure, hacia las costas de la Guayana Española. Todo lo que se conseguirá con el progreso de la civilización será hacer más tímidos a dichos animales, y facilitar la tarea de ponerlos en fuga.” 

Nunca se imaginaría Humboldt que la avaricia y la codicia extrema del hombre moderno, fuese capaz de casi exterminar esta otrora tan abundante especie. 

De lo ocurrido y la triste historia con el Caimán del Orinoco, es importante divulgar y dar a conocer las antiguas experiencias de la irracional cacería y del casi exterminio de esta especie, para conocimiento de las nuevas generaciones de investigadores, estudiantes, periodistas y demás interesados. 

La Caza comercial 
La caza comercial inicia desde la Vieja Angostura (Ciudad Bolívar) donde muchos, buques y embarcaciones que llegaban al Puerto de la vieja Angostura, visualizaban estos saurios en grandes cantidades durante toda la travesía del Rió Orinoco y que durante su estancia comenzaron a matarlos de día con armas de fuego. Calzadilla-Valdés (1988) 

Esta practica se fue expandiendo como actividad comercial pero rápidamente se pusieron los caimanes más bellacos y ariscos, cambiando sus rutinas de permanencia en las orillas del rió durante el día y así los cazadores tuvieron que cambiar su táctica y cazarlos de noche con el objetivo de sorprender a los que permanecían afuera en las playas. Eran rematados de un golpe certero con un hacha en la nuca o entre los morrillos de los ojos, pero muchos caimanes mal heridos o recién muertos flotaban arrastrados por la corriente río abajo siendo devorados por caribes o pirañas (Serrasalmus spp.) y otros eran caimanes atraídos por la sangre de sus heridas mortales. De esta manera gran parte de los valiosos animales se perdían para la industria. Acomodaban las pieles bien saladas y plegadas en grandes cajas metálicas con capacidad para 30 o más pieles, las eran tapadas, herméticamente soldadas y forradas con madera para su exportación. Pero este tipo de cacería no les fue rentable, ya que con las primeras detonaciones se ahuyentaban los caimanes escaseando la materia prima, además de los perdidos sin aprovecharlos, y el gasto de la explotación y el transporte resultaban muy costosos. 

En los inicios y primeros intentos de la cacería comercial entre 1894 a 1897, los caimanes eran cazados de día con armas de fuego. Dibujo: Édouard Riou. 

TESTIMONIOS Y VIVENCIAS DE LO CAIMANEROS (CAZADORES DE CAIMANES) 

En la Década del 60 del siglo pasado y pasada la primera oleada de exterminio del Caiman del Orinoco, muchos caimanes viejos, bellacos y sobrevivientes de estas épocas se tildaban de asesinos y comegente, siendo perseguidos como tales. Ejemplo clásico es la historia de la cacería de un famoso caimán, “El Tuerto de Río Viejo”, en el libro Relatos y Cuentos de Cacería de Salvador Lairet (1976), en el cual se describe al ejemplar y su cacería en el río Sarare en el Alto Apure. El propio autor confirma los calificativos que se le daba al viejo caimán, al haberle extraído un fémur humano del estómago. 

Se cita textualmente parte de la cacería; 

“...el difunto Nicolás Rendón, que fue uno de los mejores cazadores de caimán de la región, y que en una noche oscura, muy oscura, magnífica para la caza de caimanes, cuando trataba de darle caza a un gran caimán, éste, después de tener un arpón clavado, le volcó la canoa y la destrozó materialmente.” 

El autor y cazador Salvador Lairet con un viejo caimanero de nombre Rosendo, fueron a cazar de noche a este tristemente famoso caimán “El Tuerto de Río Viejo”, en canoa, con canalete, arpón, cordel, linternas y un hacha. Prosigue el autor en su relato que al final de la cacería, recuperando el llanero Rosendo al inmenso ejemplar después de arponeado en la noche, alumbrándolo con una linterna de kerosene y de recibir dos hachazos en la cabeza: 

“Luego me dio el cordel para que yo aguantara al caimán y lentamente, comenzó a remar aguas arriba. Yo sentía el peso del animal y los movimientos que hacía. Supongo que en su agonía, pues no eran muy bruscos. Al cabo de un rato, fuimos acercándonos a una orilla que tenía una playa de arena y entonces el llanero me dijo, que le aflojara un poco el cordel y encalló la canoa en la playa. Clavó el canalete en la arena y de allí amarró rápidamente la canoa. Me pidió el cordel y me dijo que cuando saltara a tierra me llevara la linterna y el hacha. Comenzó a traer el animal hacia la playa y me pidió que no le alumbrara sino cuando él me dijera, y que tuviera el hacha en la mano derecha, por si se necesitaba nuevamente. El animal llegó materialmente muerto y tenía el arpón colocado muy cerca del codillo. Una herida muy profunda cerca del ojo y la trompa, sobre todo en el maxilar superior, completamente abierta por el hachazo. Una vez que el animal estuvo en la playa, el llanero respiró profundo y me dijo: que le parece, murió el Tuerto de Río Viejo, el come-gente. Ahora tendremos que esperar que aclare para sacarle la piel. Mientras aclaraba, me contó varios percances que había tenido cazando caimanes y la suerte que habíamos tenido al lograr matar tan fácilmente a un animal tan grande, pues tenía como 6 metros, y yo, interiormente pensaba, que sería fácil para él, ya que yo ni lo maté, ni volvería más nunca a cazar caimanes en esta forma.” 


Otras entrevistas, indicaban como los desollaban, comenzando por la papada hacia la cola, aprovechando la piel más suave de los flancos, de las extremidades y del vientre, la parte dorsal se desechaba porque era muy dosificada. Una vez desprendida la piel, bien raspada sin dejar rastros de carne o de músculo para evitar la putrefacción, se lavaba, se dejaba secar en la sombra, no al sol, cubierta con una capa de sal gruesa por la parte desollada, y se doblaba guardándola de seis a ocho días. Por 15 días más se limpiaba regularmente de la capa de sal, cambiando a granos de sal más finos, terminando con una capa de sal molida, enrollando entonces la piel y atándola en rollo con una fuerte cuerda para evitar que se desdoblara. La grasa o manteca se usaba esporádica y empíricamente como medicamento en afecciones pulmonares. También los dientes y colmillos se utilizaban como objetos de adornos de lujo y fantasía. 

EL ESCRITOR Y POLITICO ROMULO GALLEGOS, SOBRE UN CAIMAN DEL ORINOCO

El “Musiú” José Faoro: 
Este famoso personaje, muy conocido en los llanos venezolanos, era un joyero consagrado, de gusto artístico, refinado y exquisito, domiciliado en San Fernando de bastante tiempo, prepara sortijas, zarcillos, prendedores, rosarios, yuntas, etc., de rara y delicada manufactura. Según se lee también en el libro Fauna Legendaria de López Corcuera (1984), el italiano José Faoro, gran empresario de esta actividad y el primer comerciante de pieles de caimán del Orinoco en Venezuela, mantenía en su casa en San Fernando de Apure a un caimán hembra, al principio la nombraron “La Negra” pero posteriormente como “La Caimana de Faoro”, que capturaron algunos de sus cazadores, pequeña aún, y se la llevaron de regalo. Años después deambulaba por la casa como si fuera una mascota doméstica. A Faoro, según el floklore de la región de los llanos fue el liquidador de los caimanes de San Fernando, muchas lavanderas que se paseaban por El Playón frente a la población de San Fernando, cualquier comensale que le prevenían de los caimanes orilleros, muy despreocupada contestaban; que ya el musiú Faoro había liquidado todos los caimanes de los 
alrededores. 


LA CAZA DE UN CAIMAN PASO A PASO 

“La cacería siempre se realizaba de noche, cuando el animal era fácilmente localizable usando linternas, lo cual permitía además encandilarlo luego de lo cual se le arponeaba detrás de la cabeza zona que era menos dura que el resto del dorso .Luego de arponear el animal, este se arrimaba a la curiara o se lo llevaban a una playa donde con un hacha o una mandarria se le atestaba un fuerte golpe en la cabeza para rematarlo.”  Entrevista en la población de Bruzual en el estado Apure a dos viejos hermanos caimaneros, Cipriano e Isaías Pérez. López Corcuera (1984). 

“Cuando estaba mucho más joven y trabajaba en el Hato Paraima, estado Cojedes, yo no conocía como era lo de la cacería de caimanes, entonces se apareció un hombre que era hijo de un general y uno de los antiguos dueños de Paraima, y me dijo: mira pelirrubio, nosotros vamos a cazar los caimanes, allá hay muchos caimanes en los ríos, vamos a matarlos para sacarles las pieles, nunca me dijo nada de cuanto le iba a cobrar, ni nada de eso, sino como si eso fuera algo muy común. Entonces se aparecieron ellos con varios bongos, bongos son canoas grandes, primero iban dos bongos con los cazadores, después vino el bongo donde allí ponían los caimanes, tres bongos con sal, aguardiente y comida, un bongo con músicos y dos bongos con mujeres. Entonces ellos se arranchaban, como decían, en un sitio y entonces empezaba la cacería. Pasaba un tiempo, en Paraima recuerdo que estuvieron como mes y medio en esa fiesta. Los primeros caimanes los mataban de día, después ya se ponían más difíciles, los mataban de noche y se tomaban los tragos para tener vigor para matar. Después que terminaban las faenas era música, aguardiente y fiesta. Yo los acompañaba, me pareció muy interesante. El cuero se trataba igual al del ganado, se sacaba en el suelo, lo iban sacando con un cuchillo muy especial para que no le quedara carne en el cuero, para que no se pudriera, después que estaba sacada toda la piel, las ponían en el suelo las lavaban y la salaban y allí las dejaban que se secaran, quedaban muy secas. Esos cueros salados se exportaban para Europa, porque el caimán del Orinoco, junto con el cocodrilo del Nilo, son de las pieles más finas que existen en el mundo. De la piel se utilizaba la parte de abajo, las partes que no se utilizaban eran las de arriba que las tenían duras y calcificadas, a diferencia de la Baba, de la cual no se usan sino las partes laterales.” 

Entrevista inédita realizada a Antonio Julio Branger, o simplemente “Don Antonio”, como todo el personal lo llamaba en el Hato Piñero, estado Cojedes, en 1992, realizada por Ernesto Armitano. (*) 


3 de febrero de 2019

LA HISTORIA PERDIDA DE VENEZUELA ; EL ORINOCO ILUSTRADO


El Orinoco ilustrado, que presentamos aquí y que forma parte de las colecciones de la Biblioteca Nacional de Colombia, data de 1741. A cuatro años de su publicación en Madrid era muy difícil encontrar un ejemplar debido al éxito que tuvo la síntesis que hace de los aspectos geográficos y físicos, las descripciones sorprendentes de animales y plantas extrañas para los europeos y la relación del comportamiento y las costumbres de las numerosas etnias con las que se encontró el misionero jesuita Joseph Gumilla, autor de la obra. En 1745, el libro fue reeditado en dos tomos que incluyeron revisiones y ajustes por parte de Gumilla, y tres años más tarde fue traducido al francés.

El ejemplar que conserva la Biblioteca Nacional perteneció a Jorge Isaacs, quien no sólo lo autografió sino que además dejó anotaciones de su puño y letra, a lápiz, en las márgenes. Algunas de ellas son correcciones, como por ejemplo la de la página 35, donde se habla de una distancia de dos leguas e Isaacs pone 150 metros. La legua neogranadina, usada hasta el siglo XIX, equivalía a 5 kilómetros.


El Orinoco ilustrado, AQUI PODRAS BAJAR EL LIBRO DIGITAL

1 de febrero de 2019

LOS PIRATAS DEL ORINOCO: ETNIA OTOMACOS


LOS OTOMACOS POSEÍAN UNA GRAN EXTENSION DE TIERRA POR TODO LOS CAUCES DEL RIO ORINOCO, DONDE PODIAN VISUALIZAR LAS INCURSIONES TANTO DE LOS INVASORES ESPAÑOLES COMO DE OTRAS ETNIAS INDIGENAS QUE INVADIAN SUS TERRITORIOS, Y POR DONDE PLANIFICABAN ATAQUES A ESTAS EMBARCACIONES

Los Otomacos eran una de las principales etnias indígenas de Venezuela. Habitaban sobre todo en la región de Apure, cercanos a las orillas del Arauca y del Orinoco. A pesar de ser pacíficos, se tuvieron que mantener en pie de guerra por siglos debido a las constantes incursiones de los Caribes a sus tierras. Pero a su vez, fueron una de las últimas tribus en tener contacto con los europeos debido a la profundidad de sus dominios. Fueron colonizados tardíamente en un principio por los misioneros Jesuítas, y luego por los Capuchinos, sin embargo, y al contrario de lo que se cree, esta tribu se extinguió debido a los excesos de los terratenientes criollos a finales del siglo XIX y principios del XX.


A los misioneros religiosos, y a cuantos europeos se aventuraron por tierras otomacas, llamó la atención el que mientras unos se dedicaban a pescar o recoger huevos de tortuga, otros jugaban pelota, como rito favorable a la pesca, al estilo maya y azteca. Durante el juego consumían tierra (geofagia) y antes de ciertos actos, como entrar en guerra, una púa del pez conocido como "Raya", y se embadurnaban la cara y el cuerpo con la sangre que les britaba de la herida. La mitología otomaca hablaba de que el origen de su pueblo estaba en una piedra triple situada sobre el pico Barraguán, casi enfrente de la desembocadura del río Arauca en el Orinoco, en el actual estado Bolívar; esta montaña sería su "Abuela", y su "Abuelo", otro pico frontero, a unas dos leguas del primero; las peñas más pequeñas de los dos lugares serían otros tantos antepasados suyos. Llamaban a la primera piedra "Uruana" y a sí mismos "Uruanayes (hijos de la piedra). Acostumbraban a elevar cantos nocturnos a la luna y a llorar y gritar al amanecer. Enterraban sus muertos en dos etapas o tiempos: la primera, para que se descarnaran los cadáveres y quedaran los puros huesos, y la segunda, cuando en una urna colectiva colocaban los restos que habían quedado del primer enterramiento, a los tres años de haber sucedido éste. Cuando alguien moría, desamparaban la casa del muerto y luego la quemaban.

Creían en un ser supremo, al que daban el nombre de Yivi Uranga ("el que está en lo alto"). Este ser divino había creado el mundo, premiaba a los buenos y castigaba a los malos. Según parece, los otomacos tenían también la creencia en la existencia de un espíritu del mal, el cual llamaban Tigüi- Tigüi, nombre de un pájaro enemigo del hombre. El matrimonio otomaco era monógamo y los jóvenes eran casados inicialmente con las viudas mas ancianas para que aprendieran de ellas los secretos del sexo y las obligaciones del hogar. Al enviudar de su primer matrimonio es que podían casarse con mujer moza, a la que transmitían su experiencia anterior.

Además de las flechas y macanas, usaban arpones con cuerdas "de las que usaban para apresar piraguas" porque para el siglo XVII eran llamados "Los piratas del Orinoco". Durante mucho tiempo se mantuvieron en constante lucha con Los Caribes. Sólo cuando éstos empezaron a usar armas de fuego, que les eran suministradas por holandeses establecidos en Guayana, los otomacos se vieron precisados a eludir la guerra con aquéllos. Las antiguas crónicas misioneras dicen que fueron los más aguerridos opositores de los españoles.


Los jesuitas lograron establecer algunas misiones con población otomaca: San José de Otomacos (1733), San José de Mapoyes (1740), Uruana o Urbana (1732), Cabruta (1732) San Regis( 1740), Santa Bárbara ( al norte del río Cinaruco (1735). Sin embargo todas estas misiones desaparecieron cuando los misioneros fueron expulsados por los Caribes en 1767. Los misioneros capuchinos andaluces, posteriormente, lograron estableces otras poblaciones que existen hasta hoy: San Juan de Payara, Arichuna, Camaguán, San Rafael de Atamaica, Cunaviche y Guachara.

Un famoso cacique otomaco fue Tavacaré , que en 1647 realizó un tratado de paz con el capitán Miguel de Ochogavía, cuando éste hacia el recorrido de descubrimiento del río Apure. Tavacaré era soberano de varias agrupaciones de indígenas de la región, otomacas y achaguas: Paranoa, Tavagaya, Ajagua, Amayva. Corocata, Guaravaya, Cocoayma, Guaypara, Agauripia y Puchicamaes; disponía de más de 3000 guerreros.


Según descripción de Fray Jacinto de Carvajal, cronista del viaje de Ochogavía, Tavacaré era de elevada estatura, larga y poblada cabellera, "indicadora cierta del gran número de indios que tenía sometidos y a su servicio" y la adecuada proporción de sus miembros, le daban un aspecto de gentileza y apostura que, juntamente con las bellas cualidades morales que realzaban su persona, justificaba a los ojos de sus súbditos la gran autoridad de que estaba investido y le hacía en extremo simpático a los extraños.

Los testimonios coinciden en que los otomacos eran individuos altos, corpulentos, robustos, de piel morena. Según el padre Guilij, eran "más altos que los españoles de un talle realmente soldadesco" No quedan ya vestigios de los otomacos, los cuales al igual que los achaguas desaparecieron diezmados por las enfermedades y abusos de los criollos terratenientes y también porque se fueron integrando a la gente de nuestros llanos. Dicen que el último descendiente directo de otomacos, fue Antonio José Torrealba, quien en su obra Diario de un Llanero, nos deja mucho de las costumbres de ese pueblo. Se puede decir entonces que los otomacos constituyen un ancestro bien cercano de nuestro llanero de hoy.


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