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4 de febrero de 2019

LA GUERRA A MUERTE CONTRA EL CAIMAN DEL ORINOCO, SE INICIO EN LA VIEJA ANGOSTURA - PARTE FINAL




Se estima hoy día, que había más de cinco millones de caimanes del Orinoco a lo largo del Delta hasta sus afluentes en la región llanera del país para comienzos del siglo XX, cuyas poblaciones fueron aniquiladas como expansión de las actividades humanas en la región y sobre explotadas comercialmente y disminuidas severamente debido a la caza comercial en el período comprendido entre 1929 y 1963 con su mayor apogeo hasta 1934.

La demanda internacional por las pieles de cocodrilos llevó al caimán al borde de la extinción, una especie cuyos ejemplares podían ser contados por millones, algo inimaginable, de pensar de acuerdo con la opinión de Humboldt, el cual afirmo en sus escritos: 

“Es poco probable que se llegue un día a librar de los Cocodrilos a un país en el cual el laberinto de ríos sin número conduce todos los días nuevas bandadas desde vertientes occidentales de Los Andes, por medio del Meta y del Apure, hacia las costas de la Guayana Española. Todo lo que se conseguirá con el progreso de la civilización será hacer más tímidos a dichos animales, y facilitar la tarea de ponerlos en fuga.” 

Nunca se imaginaría Humboldt que la avaricia y la codicia extrema del hombre moderno, fuese capaz de casi exterminar esta otrora tan abundante especie. 

De lo ocurrido y la triste historia con el Caimán del Orinoco, es importante divulgar y dar a conocer las antiguas experiencias de la irracional cacería y del casi exterminio de esta especie, para conocimiento de las nuevas generaciones de investigadores, estudiantes, periodistas y demás interesados. 

La Caza comercial 
La caza comercial inicia desde la Vieja Angostura (Ciudad Bolívar) donde muchos, buques y embarcaciones que llegaban al Puerto de la vieja Angostura, visualizaban estos saurios en grandes cantidades durante toda la travesía del Rió Orinoco y que durante su estancia comenzaron a matarlos de día con armas de fuego. Calzadilla-Valdés (1988) 

Esta practica se fue expandiendo como actividad comercial pero rápidamente se pusieron los caimanes más bellacos y ariscos, cambiando sus rutinas de permanencia en las orillas del rió durante el día y así los cazadores tuvieron que cambiar su táctica y cazarlos de noche con el objetivo de sorprender a los que permanecían afuera en las playas. Eran rematados de un golpe certero con un hacha en la nuca o entre los morrillos de los ojos, pero muchos caimanes mal heridos o recién muertos flotaban arrastrados por la corriente río abajo siendo devorados por caribes o pirañas (Serrasalmus spp.) y otros eran caimanes atraídos por la sangre de sus heridas mortales. De esta manera gran parte de los valiosos animales se perdían para la industria. Acomodaban las pieles bien saladas y plegadas en grandes cajas metálicas con capacidad para 30 o más pieles, las eran tapadas, herméticamente soldadas y forradas con madera para su exportación. Pero este tipo de cacería no les fue rentable, ya que con las primeras detonaciones se ahuyentaban los caimanes escaseando la materia prima, además de los perdidos sin aprovecharlos, y el gasto de la explotación y el transporte resultaban muy costosos. 

En los inicios y primeros intentos de la cacería comercial entre 1894 a 1897, los caimanes eran cazados de día con armas de fuego. Dibujo: Édouard Riou. 

TESTIMONIOS Y VIVENCIAS DE LO CAIMANEROS (CAZADORES DE CAIMANES) 

En la Década del 60 del siglo pasado y pasada la primera oleada de exterminio del Caiman del Orinoco, muchos caimanes viejos, bellacos y sobrevivientes de estas épocas se tildaban de asesinos y comegente, siendo perseguidos como tales. Ejemplo clásico es la historia de la cacería de un famoso caimán, “El Tuerto de Río Viejo”, en el libro Relatos y Cuentos de Cacería de Salvador Lairet (1976), en el cual se describe al ejemplar y su cacería en el río Sarare en el Alto Apure. El propio autor confirma los calificativos que se le daba al viejo caimán, al haberle extraído un fémur humano del estómago. 

Se cita textualmente parte de la cacería; 

“...el difunto Nicolás Rendón, que fue uno de los mejores cazadores de caimán de la región, y que en una noche oscura, muy oscura, magnífica para la caza de caimanes, cuando trataba de darle caza a un gran caimán, éste, después de tener un arpón clavado, le volcó la canoa y la destrozó materialmente.” 

El autor y cazador Salvador Lairet con un viejo caimanero de nombre Rosendo, fueron a cazar de noche a este tristemente famoso caimán “El Tuerto de Río Viejo”, en canoa, con canalete, arpón, cordel, linternas y un hacha. Prosigue el autor en su relato que al final de la cacería, recuperando el llanero Rosendo al inmenso ejemplar después de arponeado en la noche, alumbrándolo con una linterna de kerosene y de recibir dos hachazos en la cabeza: 

“Luego me dio el cordel para que yo aguantara al caimán y lentamente, comenzó a remar aguas arriba. Yo sentía el peso del animal y los movimientos que hacía. Supongo que en su agonía, pues no eran muy bruscos. Al cabo de un rato, fuimos acercándonos a una orilla que tenía una playa de arena y entonces el llanero me dijo, que le aflojara un poco el cordel y encalló la canoa en la playa. Clavó el canalete en la arena y de allí amarró rápidamente la canoa. Me pidió el cordel y me dijo que cuando saltara a tierra me llevara la linterna y el hacha. Comenzó a traer el animal hacia la playa y me pidió que no le alumbrara sino cuando él me dijera, y que tuviera el hacha en la mano derecha, por si se necesitaba nuevamente. El animal llegó materialmente muerto y tenía el arpón colocado muy cerca del codillo. Una herida muy profunda cerca del ojo y la trompa, sobre todo en el maxilar superior, completamente abierta por el hachazo. Una vez que el animal estuvo en la playa, el llanero respiró profundo y me dijo: que le parece, murió el Tuerto de Río Viejo, el come-gente. Ahora tendremos que esperar que aclare para sacarle la piel. Mientras aclaraba, me contó varios percances que había tenido cazando caimanes y la suerte que habíamos tenido al lograr matar tan fácilmente a un animal tan grande, pues tenía como 6 metros, y yo, interiormente pensaba, que sería fácil para él, ya que yo ni lo maté, ni volvería más nunca a cazar caimanes en esta forma.” 


Otras entrevistas, indicaban como los desollaban, comenzando por la papada hacia la cola, aprovechando la piel más suave de los flancos, de las extremidades y del vientre, la parte dorsal se desechaba porque era muy dosificada. Una vez desprendida la piel, bien raspada sin dejar rastros de carne o de músculo para evitar la putrefacción, se lavaba, se dejaba secar en la sombra, no al sol, cubierta con una capa de sal gruesa por la parte desollada, y se doblaba guardándola de seis a ocho días. Por 15 días más se limpiaba regularmente de la capa de sal, cambiando a granos de sal más finos, terminando con una capa de sal molida, enrollando entonces la piel y atándola en rollo con una fuerte cuerda para evitar que se desdoblara. La grasa o manteca se usaba esporádica y empíricamente como medicamento en afecciones pulmonares. También los dientes y colmillos se utilizaban como objetos de adornos de lujo y fantasía. 

EL ESCRITOR Y POLITICO ROMULO GALLEGOS, SOBRE UN CAIMAN DEL ORINOCO

El “Musiú” José Faoro: 
Este famoso personaje, muy conocido en los llanos venezolanos, era un joyero consagrado, de gusto artístico, refinado y exquisito, domiciliado en San Fernando de bastante tiempo, prepara sortijas, zarcillos, prendedores, rosarios, yuntas, etc., de rara y delicada manufactura. Según se lee también en el libro Fauna Legendaria de López Corcuera (1984), el italiano José Faoro, gran empresario de esta actividad y el primer comerciante de pieles de caimán del Orinoco en Venezuela, mantenía en su casa en San Fernando de Apure a un caimán hembra, al principio la nombraron “La Negra” pero posteriormente como “La Caimana de Faoro”, que capturaron algunos de sus cazadores, pequeña aún, y se la llevaron de regalo. Años después deambulaba por la casa como si fuera una mascota doméstica. A Faoro, según el floklore de la región de los llanos fue el liquidador de los caimanes de San Fernando, muchas lavanderas que se paseaban por El Playón frente a la población de San Fernando, cualquier comensale que le prevenían de los caimanes orilleros, muy despreocupada contestaban; que ya el musiú Faoro había liquidado todos los caimanes de los 
alrededores. 


LA CAZA DE UN CAIMAN PASO A PASO 

“La cacería siempre se realizaba de noche, cuando el animal era fácilmente localizable usando linternas, lo cual permitía además encandilarlo luego de lo cual se le arponeaba detrás de la cabeza zona que era menos dura que el resto del dorso .Luego de arponear el animal, este se arrimaba a la curiara o se lo llevaban a una playa donde con un hacha o una mandarria se le atestaba un fuerte golpe en la cabeza para rematarlo.”  Entrevista en la población de Bruzual en el estado Apure a dos viejos hermanos caimaneros, Cipriano e Isaías Pérez. López Corcuera (1984). 

“Cuando estaba mucho más joven y trabajaba en el Hato Paraima, estado Cojedes, yo no conocía como era lo de la cacería de caimanes, entonces se apareció un hombre que era hijo de un general y uno de los antiguos dueños de Paraima, y me dijo: mira pelirrubio, nosotros vamos a cazar los caimanes, allá hay muchos caimanes en los ríos, vamos a matarlos para sacarles las pieles, nunca me dijo nada de cuanto le iba a cobrar, ni nada de eso, sino como si eso fuera algo muy común. Entonces se aparecieron ellos con varios bongos, bongos son canoas grandes, primero iban dos bongos con los cazadores, después vino el bongo donde allí ponían los caimanes, tres bongos con sal, aguardiente y comida, un bongo con músicos y dos bongos con mujeres. Entonces ellos se arranchaban, como decían, en un sitio y entonces empezaba la cacería. Pasaba un tiempo, en Paraima recuerdo que estuvieron como mes y medio en esa fiesta. Los primeros caimanes los mataban de día, después ya se ponían más difíciles, los mataban de noche y se tomaban los tragos para tener vigor para matar. Después que terminaban las faenas era música, aguardiente y fiesta. Yo los acompañaba, me pareció muy interesante. El cuero se trataba igual al del ganado, se sacaba en el suelo, lo iban sacando con un cuchillo muy especial para que no le quedara carne en el cuero, para que no se pudriera, después que estaba sacada toda la piel, las ponían en el suelo las lavaban y la salaban y allí las dejaban que se secaran, quedaban muy secas. Esos cueros salados se exportaban para Europa, porque el caimán del Orinoco, junto con el cocodrilo del Nilo, son de las pieles más finas que existen en el mundo. De la piel se utilizaba la parte de abajo, las partes que no se utilizaban eran las de arriba que las tenían duras y calcificadas, a diferencia de la Baba, de la cual no se usan sino las partes laterales.” 

Entrevista inédita realizada a Antonio Julio Branger, o simplemente “Don Antonio”, como todo el personal lo llamaba en el Hato Piñero, estado Cojedes, en 1992, realizada por Ernesto Armitano. (*) 


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