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19 de febrero de 2012

RETRATO MORAL DEL LIBERTADOR y GENIO, CARACTER, USOS Y COSTUMBRES DEL LIBERTADOR


Nació el general Bolívar con un genio fecundo y ardiente, con una inteligencia inmensa y proporcionada al órgano

cerebral que le dio la naturaleza. Una primera educación, no brillante, pero esmerada y de caballero, desarrolló temprano aquellas facultades naturales, las dirigió hacia todos los conocimientos y todas las instrucciones y luces, así es que el talento y el espíritu del Libertador, cultivados y auxiliados por una memoria admirable, han podido abrazar fácilmente y ejercitarse a la vez en las ciencias, las artes, la literatura, y dedicarse, más profundamente, a la ciencia política y al arte de la guerra, como también al oratorio y al de escribir en los diferentes estilos que debe emplear el hombre público, el militar y el hombre privado.

El libertador es enérgico. Sus resoluciones, férreas, y sabe sostenerlas; sus ideas jamás comunes: siempre grandes, elevadas y originales. Sus modales afables, con el buen tono de los europeos de la alta sociedad. Practica la sencillez y modestia republicanas, pero tiene el orgullo de un alma noble y elevada, la dignidad de su rango y el amor propio que da el mérito y conduce al hombre a las grandes acciones. La gloria es su ambición, y sus laureles haber libertado diez millones de hombres y haber fundado tres Repúblicas. Su genio es emprendedor, y une a esta calidad la actividad, la viveza, infinitos recursos en las ideas y la constancia necesaria para la realización de sus proyectos. Es superior a las desgracias, al infortunio y a los reveses; su filosofía lo consuela y su espíritu le suministra medios para repararlos; sabe aprovecharse y valerse de ellos, cualesquiera que sean; su política no perdona ninguno, pero, como conoce a fondo el corazón humano, sabe dar o negar su estimación a los instrumentos de que se ha valido, según el móvil que los ha impulsado. Es susceptible de mucho entusiasmo. Grande y constantemente generoso, su desinterés es igual a su generosidad. Le gusta la discusión; domina en ella por la superioridad de su espíritu, pero se muestra algunas veces demasiado absoluto, y no es siempre bastante tolerante con los que le contradicen. Desprecia la vil lisonja y los bajos aduladores; la crítica de sus hechos lo afecta; la calumnia lo irrita vivamente, y nadie es más amante de su reputación que el Libertador. Pero su corazón es mejor que su cabeza. La ira nunca es en él duradera; cuando ésta se manifiesta, se apodera de la cabeza y nunca del corazón, y luego vuelve éste a tomar su imperio y destruye al instante el mal que la otra pudo hacer.

Estos son los rasgos generales y característicos del ser moral del Libertador; pero, para hacer conocer a fondo su persona, faltan todavía algunas notas particulares y detalladas sobre su carácter, costumbres y usos, que pienso escribir mañana para que quede completo el retrato.

Día 29

Estábamos comiendo los cuatro que hemos quedado aquí, cuando se nos apareció el Libertador con los de su comitiva, a quienes aguardábamos mañana. llegaron todos con mucha hambre y buen humor, pero quejándose de Río Negro y pintándonoslo como el lugar más des y más triste de Colombia. La conversación empezó y siguió sobre varias bagatelas durante toda la comida. Después de ésta, todos se retiraron, excepto el general Soublette y yo que nos quedamos creyendo que S.E. quería divertirse un rato con el tresillo; mas el Libertador venía muy cansado y fue a echarse en su hamaca, llamándonos para conversar. Luego empezó a hablar de su viaje para Bogotá como de un proyecto determinado y necesario. «No sé todavía, dijo, qué día podré emprenderlo porque estoy aguardando otras noticias de Ocaña, pero del 10 al 12 del entrante creo que me pondré en marcha. Usted, general Soublette, no vaya a escribir esto a Ocaña, porque no quiero que sepan todavía mi resolución, y tampoco debe hablarse de ella aquí. Vean ustedes cómo se han puesto las cosas: el señor Castillo es de buena fe, pero se ha dejado burlar como un niño, y ya lo confiesa diciendo que a su turno los engañará también; pero no me dice de qué modo y no lo penetro yo tampoco: ofrece comunicarme su plan por el primer correo. ¡Qué tarde ha venido a desengañarse al astuto, probo y prudente señor Castillo! A qué nos expone una confianza ciega sobre nuestro talento y nuestra presunción. Ellas paralizan muchas veces nuestra habilidad y experiencia y es lo que precisamente ha sucedido al señor Castillo, cosa rara, porque nadie lo aventaja en desconfianza ni él se entrega ordinariamente con tanta facilidad».

La conversación continuó sobre la misma materia, hasta que el Libertador nos dijo que estaba con mucho sueño y que iba a dormir.

Ayer ofrecí escribir las notas complementarias del retrato moral del Libertador. Ellas, como lo he dicho, son necesarias para dar un conocimiento perfecto del general Bolívar como hombre público y como hombre privado. No separo nada, todo va mezclado y hasta con algunas repeticiones que no juzgo superfluas, sino que estimo como una sucesión de sombras necesarias que hacen resaltar más la principal figura del cuadro, la ponen más en evidencia y la muestran en todas las situaciones.

GENIO, CARACTER,
USOS Y COSTUMBRES DEL LIBERTADOR

La actividad de espíritu y de cuerpo mantiene al Libertador en continua agitación. Quien lo viera y observara en ciertos momentos, sin conocerlo, creería ver a un loco. En los paseos a pie que hacemos con él, su gusto es, a veces, caminar muy aprisa y tratar de cansar a los que lo acompañan; otras ocasiones se pone a correr y a saltar dejando atrás a los demás; luego los aguarda y les dice que no Saben correr. En los paseos a caballo hace lo mismo, pero todo esto cuando está solo con los suyos. Cuando el mal tiempo impide los paseos, S.E. se desquita en su hamaca, meciéndose con velocidad, o se pone a pasear a grandes pasos por los corredores de su casa, cantando, algunas veces, y otras recitando versos, o conversando con los que pasean con él. Cuando discurre con algunos de sus amigos, tan pronto muda de conversación como de postura; parece entonces que no hay nada estable en él. ¡Cuán diferente es S.E. en una visita de etiqueta! Con sus compañeros parece igual a ellos, el más alegre, y, a veces, el más loco. En visita, tiene la superioridad sobre todos, por sus modales fáciles agradables, su conversación viva e ingeniosa, su buen gusto y su cortesanía. Su ademán de hombre de mundo, sus modales distinguidos, lo hacen pasar por el más gentil, el más instruido y el más amable de los contertulios.

La cólera del Libertador dura poco; unas veces es ruidosa, otras silenciosa. La primera la pasa con algún criado, regañándolo, o echando a solas algunos c.... Sin estar colérico, S.E., a veces es silencioso y taciturno: entonces tiene algún pesar o proyecto entre manos, y hasta que haya tomado su resolución, que comúnmente es pronto, no le pasa el mal humor o la inquietud.

En todas sus acciones y en su conversación se observa siempre, como he dicho, una extrema viveza.

Las preguntas de S.E son cortas y concisas, y le gustan respuestas semejantes. No tolera nada difuso. Sostiene con fuerza y con tenacidad sus opiniones, y, cuando desmiente a alguno, dice: «No, señor, eso no es así, sino así.. .». Hablando de personas que no le agradan y que desprecia, se sirve mucho de esta expresión: «Aquel c.. .. aquellos c....». Es muy observador y nota hasta los más pequeños detalles. No le gustan los mal educados, los atrevidos, los charlatanes, los indiscretos, ni los descomedidos, y los critica ponderando siempre sus defectos.
El Libertador se viste elegantemente; todos los días, o por lo menos cada dos días, se afeita él mismo; se baña mucho, cuida sus dientes y el pelo. Aquí anda siempre de paisano: botas altas a lo escudero, corbata negra puesta a lo militar, chaleco blanco, también militar, pantalones del mismo color, levita o casaca azul y sombrero de paja.

S.E. es ambidextro. Sé que en algunos encuentros en que se ha hallado ha peleado con ambas manos, y que teniendo la derecha cansada pasaba el sable a la izquierda. Su primer edecán Ibarra me ha asegurado haberlo visto pelear con ambas manos. Así sucedió en unos encuentros que tuvo en la derrota de Barquisimeto, en noviembre del año 13, y en la Puerta, el año 14. S.E. se afeita, trincha y maneja el florete con ambas manos. No fuma ni permite que se fume en su presencia, no toma vino; en la comida dos o tres copitas de Burdeos, sin agua, o de Madera, y una o dos de champaña. Muchas veces no prueba el café. Come bastante al almuerzo y a la comida, y le gusta mucho el ají y las pimientas, pero prefiere el ají. Me acuerdo, a propósito, de lo que nos refirió un día: «En el Potosí, dijo, en una gran comida con que me obsequiaron, en la cual se gastaron más de seis mil pesos, se encontraban muchas señoras; observé que algunas, y especialmente las que estaban a mi lado, no probaban bocado a causa de que no le habían puesto ají a los guisados, como se acostumbra en aquel país, por temor de que a mí no me agradara. Yo pedí entonces, y al punto se puso ají en la mesa y todos comieron con mucho apetito. Algunas señoras se lo comían solo con pan. El Libertador prefiere las arepas de maíz al mejor pan; come más legumbres que carne, casi nunca prueba los dulces, pero le gustan mucho las frutas. Antes de sentarse a la mesa la observa disimuladamente y hace arreglar lo que no está en orden o bien dispuesto. Prepara él mismo la ensalada, y dice que nadie la prepara mejor que él, y que esa habilidad la debe a las damas de Francia.

He dicho ya que el Libertador sabe tomar un tono de dignidad cuando se encuentra entre personas de poca confianza, pero que se desembaraza de él cuando está con los suyos. En la iglesia se mantiene con mucha compostura y respeto, y no permite que los que van con él se aparten de aquella regla. Un día notó que su médico, el doctor Moore, estaba sentado y con una pierna sobre la otra, y le mandó decir con un edecán que era indecente cruzar las piernas en la iglesia y que observara cómo él tenía las suyas. Pero S.E. ignora, cuando está en misa, el momento en que debe ponerse de rodillas, o mantenerse en pie, o sentarse. Nunca se persigna. Algunas veces habla con el que está a su lado, pero poco y muy pasito.

Las ideas del Libertador son como su imaginación: llenas de fuego, originales y nuevas. Ellas animan mucho su conversación haciéndola muy variada. Su espíritu es más amigo de la crítica que del elogio, pero nunca a sus críticas o a sus elogios les falta la verdad.

S.E. alaba, siempre o sostiene, o aprueba, con algo de exageración.

Lo mismo sucede cuando critica o cuando condena. En la conversación hace muchas citas, pero siempre bien traídas. Voltaire es su autor favorito, y tiene en la memoria muchos pasajes de sus obras, tanto en prosa como en verso. Conoce bien todos los buenos autores franceses, que sabe apreciar y juzgar, algo los italianos e ingleses, y es muy versado en la literatura española. Gusta mucho S.E. de hablar de sus primeros años, de sus primeros viajes, de sus primeras campañas, de sus antiguos amigos y de sus parientes. No he oído nunca una calumnia en su boca. El Libertador ama la verdad, la heroicidad, el honor, las consideraciones sociales y la moral pública, detesta y desprecia todo lo que se oponga a estos grandes y nobles sentimientos.

Diario de Bucaramanga; ó, Vida pública y privada del Libertador Simón Bolívar

Bolivar, Confiesa El verdadero objetivo del Congreso de Panama y del Congreso de Angostura


Diario de Bucaramanga; ó, Vida Publica y Privada del Libertador Simón Bolívar. Perú de Lacroix, Luis, 1780-1837

....// En la comida, la conversación mudó de tema; habló de la república de Bolivia, de su extensión, clima, población y recursos. El Libertador dijo que el código que le había dado, si se sabe conservar, hará la felicidad, la grandeza y libertad verdadera de aquel país; se extendió sobre todo lo que, según él, tiene de bueno aquella constitución, y criticó igualmente algunos de sus artículos; después pasó a comparar los nombres de Bolivia y Colombia, y sostuvo que aunque el último es muy sonoro y muy armonioso, lo es mucho más el primero; los analizó, separando las sílabas y comparando las unas con las otras. "Bo, dijo, suena mejor que co; li es más dulce que lom, via más armonioso que bia". Luego S.E. cambió de materia y habló del congreso de Panamá, de aquella reunión de plenipotenciarios de todas las naciones independientes de la América del Sur, antes española, a cuya cabeza está Colombia. "Algunos han dicho, y otros creen todavía, dijo S,E., que aquella reunión de plenipotenciarios americanos es una imitación ridícula del Congreso de Viena, que produjo la Santa Alianza europea: se engañan los que lo creen así, y también se ha engañado más que nadie el abate de Pradt con las bellas cosas que ha dicho sobre aquel Congreso, y ha proba do que no conoce la América y su verdadero estado social y político. Cuando inicié aquel Congreso por cuya reunión he trabajado tanto, no fue sino por una fanfarronada que sabía no sería coronada, pero que juzgaba ser diplomática y necesaria para que se hablase de Colombia, para presentar al mundo toda la América reunida bajo una sola política, un mismo interés y una confederación poderosa. Lo repito, fue una fanfarronada igual a mi famosa declaratoria del año de 1818, publicada en Angostura el 20 de noviembre de 1820, en la que no sólo declaraba la independencia de Venezuela, sino que desafiaba a la España, a la Europa y el mundo. No tenía entonces casi ni territorio, ni ejército y llamé Junta Nacional a algunos individuos militares y empleados que tomaban el nombre de Consejo de Estado cuando se reunían para tratar algunos negocios que yo había resuelto ya, pero que tomaban más fuerza, al parecer que habían sido discutidos en Consejo de Estado. Con el Congreso de Panamá he querido hacer ruido, hacer resonar el nombre de Colombia y el de las demás repúblicas americanas; desalentar a España, apresurar el reconocimiento que le conviene hacer y, también, el de las de más potencias europeas, pero nunca he pensado que podía resultar de él una alianza americana, como la que se formó en el Congreso de Viena. Méjico, Chile y la Plata no pueden auxiliar a Colombia, ni ésta a aquellos; todos los intereses son diversos, excepto el de independencia; sólo pueden existir relaciones diplomáticas entre ellas, pero no estrechas relaciones sino en apariencia.

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