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25 de junio de 2019

EL GLORIOSO "GUEPARDO AFRICANO", QUE MURIO CAUTIVO EN UNA SILLA DE RUEDA


Abebe Bikila era un campesino de 1.77 de estatura, tez oscura, cabello intrincado, dientes aperlados, piernas musculosas e interminables, cara triangular y una cabeza pequeña atornillada sobre un cuello alto y fino cual pieza de "meccano". Era un "Geopardo Africano" que nunca se imagino en Correr para comer, Miembro de una numerosa y pobre familia campesina del sur de Etiopía, Abebe Bikila, con sus dos medallas de oro en Juegos Olímpicos, es considerado el más grande maratonista de todos los tiempos. Pero el destino le tenia preparado un triste final en la pista de la vida.



Los 70.000 espectadores se pusieron de pie; cual alas de mariposas en apogeo cientos de miles de manos se abrían y cerraban simétricamente para aplaudirlo. Había en aquellos rostros reconocimiento, admiración y dolor. 

Sentado en su silla de ruedas, un asistente y una enfermera iniciaron el cruel recorrido de una nueva vuelta triunfal alrededor del campo de juego del estadio Olímpico de Munich. Metido en un saco marrón, con el brazo derecho en alto y las piernas cruelmente inmóviles, Abebe Bikila parecía evocar su glorioso pasado bajo el celofán brilloso de sus negros ojos resignados.

La multitud lo acompañaba coreando su nombre pues sobre esa silla de ruedas iba un héroe deportivo, un paradigma de la Maratón eternizado por sus hazañas.

EL DESTINO LO ELIGIO 
Bikila se enroló en el ejército cuando contaba con 17 años de edad; una salida fácil para encontrar el diario sustento. Los integrantes de la Guardia Imperial tenían fama de resistentes, pero Bikila sólo había corrido esporádicamente, mas como una forma de sobrevivencia. El destino lo puso en manos del talentoso entrenador sueco Onni Niskanen, quien supo tener la paciencia y sensibilidad para transformar un diamante en bruto en una preciada joya. A base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna, ejercicios de baloncesto y largas carreras en carretera, el estilo de Bikila se transformó en una máquina perfecta de devorar kilómetros más rápido. Una eminencia del entrenamiento deportivo, Niskanen, no enfrentó a Bikila por el gusto de éste de correr descalzo. El entrenador optó por estudiar los tiempos de su atleta, tanto con tenis como corriendo sin ellos, y comprobó que efectivamente Bikila era más rápido sin calzado alguno. Sin embargo para los Juegos Olímpicos de Roma 1960, el atleta elegido para correr la Maratón de los 42.150 km. en representación de Etiopía era Wani Biratu. Pero unos días antes de viajar Biratu se lesionó el tobillo derecho jugando al fútbol y el profesor Niskaken designó al inexperto Abebe Bikila, quien ya era Sargento del Ejército Imperial, pero ya habia reconocido el potencial de Bikila.

ROMA 1960 - CONQUISTA EL ORO EN EL MARATON OLIMPICO
Este fue el hecho que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre del mundo y en plena descolonización ganaba descalzo el maratón olímpico de Roma 60. Y no sólo había ganado el oro, sino que había causado enorme revuelo al mejorar por casi ocho minutos el récord olímpico, dejándolo en 2 horas, 15 minutos y 16 segundos. Para acabar de sorprender al mundo, se supo que Bikila había perdido sólo 350 gramos de peso en la exigente carrera, mucho muy por debajo del promedio de 4 kilos que solían perder los maratonistas de la época. El héroe En 1935, Benito Mussolini y sus tropas fascistas salían del famoso Arco de Constantino, en Roma, para conquistar Addis-Abeba, la capital de Etiopía. Pero las cosas de la vida quisieron que el noble atleta africano ganara el maratón olímpico de Roma muy cerca de donde Mussolini había partido a la conquista de Etiopía.





NADIE ESPERABA ESTA HAZAÑA
El esperado gran día de la Maratón -10 de Septiembre de 1960- se presentó un gravísimo inconveniente. La firma "Adidas", patrocinadora de los Juegos, proveyó de zapatillas a todos los maratonistas que lo requirieren. Fue así que Abebe se probó no menos de diez pares sin que ninguno le calzara satisfactoriamente. Sus plantas eran protuberantes, duras como piedras y extremadamente anchas y los empeines se habían expandido de tal forma que desfiguraban cualquier anatomía normal.



.-¿ Y entonces?, le preguntaron al Jefe de la Delegación, ¿qué hacemos?- 

.- Abebe quiere correr descalzo y el entrenador (Niskaken) está de acuerdo.-, le respondieron. 

Puesto que el Reglamento no especificaba prohibición alguna, no se le podía impedir hacerlo. 

Asombrados, los organizadores desconfiaban que un atleta pudiera correr más de 40 kilómetros bajo una temperatura ambiental de 28° sin calzado. Las superficies de las calles y avenidas para atravesar colinas y puentes eran de las más variadas y difíciles. Desde la "Via Appia Antica" – primera autopista de la humanidad construida por los romanos en el año 312 a.c sobre piedras gigantes- hasta las zonas rápidas y asfaltadas del Eur o aquellos tramos angostos y embaldosados como los del "Lungotevere Della Vittoria", constituían un itinerario difícil y hasta ríspido. ¿Descalzo?

Cuando llegó tras 2 horas, 15 minutos,16 segundos y 2 décimas de segundo – tiempo récord y primer atleta negro en ganar una maratón- siguió corriendo unos 400 metros más para desacelerar progresivamente mientras sus rivales arribaban con el último aliento ya exhaustos y en agonía. Después realizó movimientos de elongación, estabilidad pulmonar y recuperación cardíaca. Las plantas de sus pies no mostraron un solo signo de heridas o escoreación. 

TOKIO 1964 Y MEXICO 1968
Abebe ganó cuatro años después la Maratón Olímpica de Tokio (1964) en 2 horas, 12 minutos y 11 segundos esta vez con medias y zapatillas hechas a medida por "Puma" y abandonó en el kilómetro 17 en los Olímpicos de México (1968) por un problema en la rodilla derecha aunque declaró que se sintió afectado por la altura. Después de la hazaña de Roma, el emperador lo ascendió de Sargento a Alférez y tras el triunfo en Tokio pasó de Alférez a Teniente del Ejército Imperial de Hale Selassie. Su prestigio y popularidad lo convirtieron en símbolo del deporte de Etiopía y él honraba con su comportamiento personal y familiar –dos hijos David y Teege- su reputación de hombre íntegro.


De la gloria al infierno 
En 1969 llegaría la fatalidad. Iba en su "Cadillac" 66 transitando por un angosto camino a la altura de un pueblo llamado Sheno a 70 kilómetros de Addis Abbeba cuando intentó esquivar una manifestación estudiantil protestataria. La maniobra fue arriesgada, su coche volcó y Abebe fue extraído del vehículo inconciente y con grave daño medular: sus brazos y piernas quedaron inertes. Todos los intentos de abordaje quirúrgico realizados en el sanatorio "Stoke Mandeville" de Londres resultaron vanos. Durante ocho meses fue atendido en un hospital de Londres, del que salió paralítico y en silla de ruedas. Una multitud dolida y llorosa lo recibió a su regreso a Addis-Abeba. La gente que por mucho tiempo lo aclamó no se acostumbraba a verlo en esas condiciones. Así, enfermo y con sus piernas muertas y su triste sonrisa, Abebe Bikila, el mejor maratonista del mundo y primer ídolo de Africa, terminaba su ciclo en la tierra. Una hemorragia cerebral acabó con su vida el 25 de octubre de 1973, a los 41 años.



20 de junio de 2019

LOS CADAVERES QUE EMANAN EMOCIONES




Cuando llegan los cadáveres a la necropsia, llegan con la ropa con la que fallecieron y es trabajo del perito desvestirlo para iniciar la necropsia.

Muchas veces llegan los difuntos con las expresiones faciales que tuvieron en el último momento (miedo, tranquilidad, enojo, tristeza) incluso a veces hasta con lágrimas.

Los médicos legistas nos dan una explicación científica como lo exige su trabajo, pero por experiencias personales han tenido que combinar entre lo científico y sus creencias.

Tal es un caso donde bajo investigaciones se pudo dar con una fosa de un profesor que había sido secuestrado, asesinado y sepultado hace 3 semanas en un paraje lejano.

Cuando lo exhumaron se encontraba aun con el uniforme de su escuela y estaba en una posición fetal y su rostro reflejaba una profunda tristeza, el trabajo de desvestirlo sin cortar la ropa (se conserva la ropa integra para analizarla) era prácticamente imposible para los peritos dada la rigidez cadavérica.

Fue cuando el médico legista llegó y dijo
les voy a decir como es la manera correcta…

Todos pensaron que les iba a dar una solución técnica, científica, medica o profesional, pero ohhhhh sorpresa !!

Empezó a hablarle al cadáver mientras empezaba a desvestirlo.

“Ya estas aquí amigo”
“Tu familia ya te encontró”
“Ya no vas a estar allá solito”
“Lo único que quieren es velarte para que estés en paz”

“Mira que nunca dejaron de buscarte”

“Ayúdame para que terminemos rápido y te vayas con tu familia”

Mientras hacia eso mas se nos erizaron
los pelos, cuando vimos que el cadáver que llevaba 3 semanas sepultado empezó a aflojarse , desvestirlo fue muy fácil y dejarlo en una posición como si estuviera acostado boca arriba, su rostro cambió, se veía tranquilo.

Este tip lo usan los buenos médicos que a pesar de convivir a diario con la muerte no han perdido la sensibilidad de saber que ante ellos esta una persona que es padre, hijo, esposo y que deben ser tratados con respeto y dignidad.


Siendo psicólogo me doy cuenta que aún los cadáveres emanan emociones.


Filosofía, Arte, Ciencia e Historia
Paco Ledezma.

-Fuente desconocida



ATTA BOY" (1933) Vs "ATA" (2003) LAS MOMIA QUE EL MUNDO OCULTAN

16 de junio de 2019

LA VIDRIERA


Cuentos y otras locuras.: CUENTOS Y OTRAS LOCURAS:


- LA VIDRIERA -

La vidriera era una simple vidriera de librería, pero de todas, era la única que a ella le interesaba; también era la única librería del barrio. Mientras las otras chicas se pasaban horas contemplando la última moda, ella se extasiaba devorando las tapas de los libros que jamás compraría.

Además le gustaba ver el antiguo artesonado del edificio, sus estantes de madera macisa, la puertita para pasar a la vidriera desde el interior, que le daban aspecto de pasadizo secreto como en los castillos medievales.

Ella no podía evitar detenerse, no había vez que saliera que no fuera a mirar esa vidriera. Era irresistible, más que un enamorado le atraía; esos libros que no serían suyos le hablaban desde la tapa y solo con mirar el título y el dibujo podía imaginarse el argumento, que desfilaba ante sus ojos en el cristal de la vidriera. Después salía de allí como en trance y llegaba a su casa sin darse cuenta.

La protagonista siempre era ella, acomodaba la trama a su sexo y edad: 18 años, y era tanta la pasión que ponía en los personajes que cada vez le costaba más recordar su propio nombre: Valeria.

Atravesaba las calles del pueblo sin saber quién era ni donde estaba, con una sensación de no tener sensaciones comprendía vagamente que se hallaba perdida, y seguía caminando hasta recobrar la memoria, la conciencia. Valeria estaba convencida de que andaba inconciente, de que una especie de sonambulismo la asaltaba en pleno día y bien despierta, pero nunca sin aviso; ésto le ocurría después de mirar la vidriera.

Valeria no habló con nadie sobre el asunto pero no por miedo, estaba tranquila; tampoco se asombró con los sucesos que siguieron, con absoluta naturalidad aceptó vestir ese traje húngaro de hace mil años y ahora no iba a la vidriera solamente a ver los libros, sino a cerciorarse de que ella también se transformaba.

Un día que volvía del colegio algo nuevo llamó su atención, el cartelito decía: dependiente se necesita. Los dueños la tomaron enseguida, sabían cuánto amaba ella los libros y no les importó que llegara una hora después por la tarde; Valeria colgaba su delantal y disfrutaba de la compañía inmejorable de sus dioses: Benedetti, Mallea, Estrada.

Los dueños le prestaban todas las noches un libro que ella devolvía leído a la mañana. Con el tiempo le dieron una llave y la dejaba sola hasta medio día; luego, cuando llegaba a la salida del colegio se iban a su casa y Valeria no los veía hasta el otro día a las 10.

A todo ésto la vidriera seguía cambiando; Valeria la miraba atentamente cada noche y cada mañana para ver los progresos que hacía: las grandes piedras del muro, tal como las recordaba, se dibujaban lentamente; hasta podía ver el musgo que las cubría. Y Valeria estaba segura de que si estiraba las manos, sentiría otra vez aquella fría humedad de la locura.

Los días pasaban, los dueños le encargaron renovar la vidriera con los volúmenes recién llegados y Valeria se pasó toda la tarde haciéndola. 

De cara a la vereda, arrodillada, le daba ubicación al último cuando oye, a su espalda, un chasquido. Primero queda inmóvil, luego se da vuelta, la puertita de la vidriera está cerraba.

Se mira el bello traje hecho jirones, la rubia trenza caía hasta su cintura, desgreñada.

El sol del medio día dibuja el ventanuco en la pared, a su lado, y ella, que no puede mirar por él, afuera, se sienta frente al dibujo y sigue su camino hasta que ya no lo alcanza, largo y angosto cerca del techo.

A la noche una ventana de luna la acompaña. Ella está tranquila; no se asombra de nada.


- FIN- 

Adriana Gutiérrez
Invierno de 1988


EL GENOCIDIO CONTINUA, 500 AÑOS NO FUERON SUFICIENTE


Es cuestión de tiempo y de manera manifiesta o encubierta, que en la historia de nuestra America, muchos Heroes Libertadores y Herederos de la Independencia de America parecen estar “empeñados” en concluir con el “genocidio indígena” que comenzaron los primeros conquistadores europeos hace mas de 500 años atrás.



Desdichadamente parece que los gobiernos americanos tampoco escuchan éstas palabras ni son capaces de implementar políticas que defiendan a los descendientes de los nativos de la región. También debe ser mencionado que son muchos los cristianos americanos que despreciaron y desvalorizaron a los indígenas ya que los trataron como seres de “segunda” que, parafraseando a Eduardo Galeano, no hablan idiomas sino dialectos, no hacen arte sino artesanía y no practican cultura sino folklore.

A fines del siglo XV, según lo planteó el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro, en el momento en que los conquistadores europeos arribaron a América existían en el continente aproximadamente setenta millones de aborígenes. Un siglo y medio después, de acuerdo a la misma fuente, solo había unos tres millones y medio de indígenas, es decir de hombres y mujeres que, después de haberse consumado la conquista de América, quedaron en la indigencia ya que no pudieron usar y gozar las tierras comunitarias que ellos habían ocupado durante siglos. Esta “pronunciada disminución” de la población nativa de América llevó a muchos a plantear que en el continente se produjo un verdadero “genocidio indígena” ya que los conquistadores europeos implementaron una serie de prácticas que, trágicamente, tuvieron como consecuencia el casi completo exterminio de la población que por entonces habitaba el continente, tanto por las condiciones infrahumanas en las que ésta fue tratada como por el suicidio en masa que existió en muchas comunidades nativas cuando vislumbraban que la miseria y esclavitud eran su destino. Entre estas prácticas pueden mencionarse el sometimiento cultural y físico de los nativos de la región; la esclavización de aborígenes para hacerlos extraer las riquezas del continente para beneficio foráneo; y la expropiación de las tierras que se encontraban en poder de los habitantes de la región quienes tomaban al territorio en el que vivían como un “legado” de la divinidad que sólo podía transferirse por herencia y no como una mercancía para ser comprada y vendida. 



EL GENOCIDIO CONTINUA (HECHOS)

“Desastre humanitario indígena” en la República Argentina 

En la República Argentina existen unas treinta comunidades indígenas que en total están compuestas por aproximadamente una población de 600.000 hombres y mujeres. Ahora bien en la mencionada nación, como en tantos otros países de la región, los indígenas se encuentran inmersos en un profundo “desastre humanitario” ya que la mayoría de ellos viven en una situación de extrema pobreza, precariedad, desnutrición, y sin tener posibilidad alguna de acceder a los sistemas sanitarios, educativos y comunitarios de la región.

Muchos historiadores afirman que dicho desastre es consecuencia de la famosa Campaña del Desierto.

¿Qué es la Campaña del Desierto?

La Campaña de Rosas al Desierto fue una expedición militar que el exgobernador Juan Manuel de Rosas realizó en 1833 y principios de 1834, durante el gobierno de Juan Ramón Balcarce en la provincia de Buenos Aires, Argentina, contra los indígenas pampas, los ranqueles, los tehuelches y los araucanos ubicados en la Pampa ... Un genocidio contra la etnia argentina.

LA MATANZA DE LA PATAGONIA

Después de varios años de investigación en La Patagonia chilena y argentina, el historiador español José Luis Alonso Marchante publicó el libro "Menéndez. Rey de la Patagonia", el texto definitivo –según expertos en el tema– sobre la verdad de la extinción de los selk'nam en la Tierra del Fuego, que en rigor se trató de un exterminio ordenado por José Menéndez, el gran latifundista del sur de Chile, sobre cuya familia existen sendos museos en Punta Arenas, y a quien se le atribuye el desarrollo económico de la región.




LOS CHARRUAS SURGEN DE SUS CENIZAS

Tras casi dos siglos confinados en un imaginario popular delimitado por los relatos de sus colonizadores, los charrúas reaparecen para saldar cuentas pendientes. La etnia que sobrevivió a más de 300 años de colonización y a una masacre planificada se pone de pie para interpelar a un Estado cuyos cimientos reposan sobre sus ancestros. El movimiento aglutina a cerca de dos mil personas en todo el país que se identifican como charrúas. Además, los últimos estudios genéticos realizados desafían la creencia popular de que Uruguay fue exclusivamente poblado por los “descendientes de los barcos”, principalmente provenientes de España e Italia. 

En Uruguay, charrúa se conjuga en pasado. Según la historia oficial, los indígenas se acabaron en 1831. Aquellos valientes sujetos de ojos pequeños, pómulos pronunciados y cabello negro, hasta hace poco solo permanecían vigentes en algunas expresiones populares de la cultura rioplatense como la “garra charrúa”, tan usada en el ámbito deportivo para referirse a aquellos que no se dan por vencidos y luchan hasta el último aliento. Quizás esta característica es el combustible que alimenta este resurgimiento, constituyendo un proceso de etnogénesis. 

El término fue acuñado por Miguel Alberto Bartolomé, antropólogo, profesor e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Se refiere al proceso de reconfiguración y resurgimiento de distintas etnias motivado por factores externos. En el caso de los charrúas, la violenta construcción del Estado Oriental los llevó a mimetizarse y renunciar a su identidad para pasar desapercibidos y evitar así ser discriminados. La variación de las condiciones externas, el reconocimiento internacional de las comunidades indígenas y el orgullo de pertenencia, ha hecho que estos pueblos reaparezcan, decididos a desenterrar su historia.



Masacre de Kuruyuki, símbolo de la memoria del pueblo guaraní en Bolivia

El 28 de enero de 1892 fueron masacrados miles de indígenas por parte de militares, estancieros y terratenientes, un emplazamiento que se ha convertido en un símbolo para recordar las penurias de los habitantes ancestrales de esta tierra. Desde principios de los años 90 guaraníes de Bolivia, Argentina, Brasil y Paraguay se reúnen para recordar la lucha encabezada por Apiguaiqui Tumpa en contra de los terratenientes para defender su pueblo y su tierra.

En esta fecha significativa se recuerdan los años de masacre de mujeres y niños, la pérdida de sus tierras, la humillación que sufrieron, además de la discriminación. El trágico episodio es recordado cada año desde entonces con el apoyo de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG). El enfrentamiento se dio entre las tropas del general Ramón Gonzales, prefecto de Santa Cruz, y los chiriguanos que estaban liderados por el joven Tumpa que buscaba la liberación de su pueblo.

Los sobrevivientes de esta contienda fueron entregados a los patrones karai (blancos) y otro grupo de indígenas enviados a trabajar a la Amazonía boliviana en el departamento de Beni.




PERU MASACRADO POR EL LIBERTADOR SIMON BOLIVAR

El historiador, economista y escritor, autor de “Bolívar, libertador y enemigo Nº 1 del Perú”, dijo a la AFP que tras varios años de investigación de la presencia de Bolívar en Perú descubrió que “hizo mucho daño al país”. “Lo sacrificó, expolió y lo cercenó en más de 1,1 millón de km2 de Guayaquil y el Alto Perú, y pretendió apoderarse de Jaén y Maynas, dos provincias peruanas, e hizo los preparativos para regalar a Bolivia la costa sur del Perú a partir de Arica”.


Morote, que estudió las cartas del libertador venezolano (1783-1830), devela aspectos pocos difundidos del prócer “cuando la naciente República del Perú sufrió una brutal represión y la desmembración de su enorme territorio como no le ocurrió a ningún país en América”.

En SU el libro, el autor sostiene que en una carta que Bolívar escribió en Ecuador dice: “Los indios son todos truchimanes, todos ladrones, todos embusteros, todos falsos, sin ningún principio moral que los guíe”.

Finalmente, habiendo transcurrido más de quinientos años desde el momento en el que los conquistadores europeos desembarcaron en América puede decirse que, desdichadamente, poco ha cambiado la situación de los indígenas desde aquél entonces hasta nuestros días. Así por ejemplo, hoy como ayer, los descendientes de los aborígenes de la región son forzados a trasladarse a las zonas mas pobres, áridas y desérticas del continente, o por el contrario, reciben por parte de los Estados “permisos de ocupación” para que puedan vivir en las tierras que, habiéndoles pertenecido a sus antepasados, fueron ilegítimamente usurpadas por los “hombres blancos”. 

Ahora bien, hasta el momento en que los gobiernos americanos no confisquen los territorios que fueron ilegalmente tomados por particulares hace siglos y se los entreguen a los indígenas, éstos últimos quedarán sumergidos en una situación de incertidumbre jurídica ya que, sin que el Estado les otorgue los títulos definitivos de propiedad, y bajo los parámetros de la ley occidental, los descendientes de los nativos de la región nunca serán reconocidos como legítimos dueños de la tierra en la que habitan.

2 de junio de 2019

Whitman: El poeta que desnudo, el realismo de la America del futuro.


Walter «Walt» Whitman (West Hills, Nueva York; 31 de mayo de 1819 - Camden, Nueva Jersey; 26 de marzo de 1892) fue un poeta, enfermero voluntario, ensayista, periodista y humanista estadounidense. Su trabajo se inscribe en la transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, incorporando ambos movimientos a su obra. Está considerado entre los más influyentes escritores del canon estadounidense y ha sido llamado el padre del verso libre. Su trabajo fue muy controvertido en su tiempo, en particular por su libro Hojas de hierba, descrito como obsceno por su abierta sexualidad.


Whitman: El hombre bicentenario
Sergio Cáceres Mercado

“El poeta es el ser que acaso carece de límites corporales”.

Vicente AleixandreDe las muchas cualidades de los poemas de Walt Whitman (1819-1892) hay una que es destacada por los estudiosos; se trata de su particular modo de dirigirse al lector del futuro, a aquel que lo leerá, pero que ya no es su contemporáneo y que, sin embargo, lo comprenderá a cabalidad. En Whitman esta necesidad de comprensión por parte de las generaciones futuras es fácilmente explicable a partir del gran rechazo que tuvo su obra poética en el ámbito de la crítica establecida, por parte de los escritores y otros personajes del mundo literario. Pero podemos afirmar que tal negativa a la obra de un poeta tan revolucionario como él era de esperarse. Les ocurrió a otros y ocurrirá siempre en el mundo del arte en general.

En realidad, la apelación al lector futuro forma parte de ese abrazo con que Whitman quería abarcar el espacio e, incluso, el tiempo, a las personas pasadas, a las del presente y a las del futuro. Es parte de esa cosmovisión en la cual se sentía conectado con todos y con todo, y que es la sustentación de esa fuerza arrobadora que lo golpea a uno cuando se enfrenta a sus Hojas de hierba. Su lectura nos revela la apertura de un poeta, de un hombre, en una dimensión sobrecogedora, en una vitalidad a la que no se puede rehuir.

Whitman era consciente de lo que se enfrentaría cuando en 1855 sacó a la luz Hojas de hierba. La poesía en ese momento tenía unas formas bien establecidas y unos héroes a los cuales el mismo Whitman admiraba y que lo influyeron. Pero no podía contra ese destino que sentía encarnado en él y acometió contra todos cuando decidió aceptar lo que era: un poeta. Hojas de hierba era de una tal rebeldía que el mundo literario se estremeció, buena parte de rabia contra tal irreverencia, y otra poca encantada ante esa voz tan novedosa que clamaba poderosa y vital.

Ya es un clásico enumerar los epítetos que los críticos escupieron en su contra. Uno de sus biógrafos, Jerome Loving, nos cuenta que sus colegas periodistas bromeaban con él cuando llegaba al Pfaff' (popular bar) y lo recibían diciendo “¡Aquí llega el sucio cachorro del bosque!”, a lo que él respondía riendo, pues reconocía en dicha frase una de las tantas que se escribieron para denostar su persona y su pequeño libro. Sin embargo, prosigue Loving, nunca fue indiferente ante tal hostilidad. A su amigo Horace Traubel escribió: “No sé si has llegado a saberlo, a saber qué significa ser un horror a ojos de quienes te rodean: pero hubo un tiempo en que yo lo sentía en todo mi ser, cuando el enemigo –y entonces casi todos eran mis enemigos– no quería otra cosa que aplastarme sin compasión, barrer, sin escrúpulo ni piedad, mi presencia de su vista, dejarme sin voz: hacerlo todo, cualquier cosa, para librarse de mí”. La hipersensibilidad del poeta no podía ignorar tanto encono.

Pero sensible y todo, Whitman era un polemista, alguien a quien gustaba tocar las orejas y narices de poderosos y no tantos. Su copiosa labor como periodista lo atestigua. Fue contratado y echado de varios periódicos por sus ideas y la forma de expresarlas. Su escritura sin tapujos se trasladó a su consiguiente y definitiva vocación, la poesía, donde se ganó ese enemigo que describe a Traubel. En las siguientes ediciones de Hojas de hierba nada de lo que se decía en su contra parecía amilanarlo. Empeñado en su misión agregaba más y más creaciones a Hojas de hierba. En el prefacio a la edición de 1888 consigna: “No he buscado ni melifluos panegíricos, ni cuantiosas ganancias, ni la aprobación de las escuelas y convencionalismos existentes”. Nada podía detenerlo en ese viaje de redención. En el prefacio a la edición de 1872 comenta que en su ensayo Perspectivas democráticas encomendaba en los cantores y artistas la labor de “libertar a los Estados Unidos, y también a todos los países cristianos en todo el mundo, de la lata anémica, moribunda e insípida, aunque espantosamente extendida, de la poesía convencional, reemplazándola con algo realmente viviente”. Sí, a Whitman le dolía lo que el enemigo decía de él; pero él sabía el monstruo que despertaría con Hojas de hierba e, incluso, lo buscó para no perder su propia voz e identidad: “He dicho lo que quería decir, enteramente a mi manera, y he dejado puntualmente constancia de ello. El tiempo decidirá sobre su valor”.

¿Tanto jaleo porque alguien deja de usar rimas y otras formas de la poesía convencional? Al parecer no. Es más que claro que Whitman estaba convencido de que la poesía debía ser otra cosa. Y querer transformar algo en su esencia misma no es poca cosa. Ninguna forma artística acepta impasible cirugías mayores. El poeta de Brooklyn decidió hablar de cosas, temas y personas que hasta ese momento no eran dignas de los versos de los grandes poetas. Solo hay que leer lo que su compatriota Edgar Allan Poe (a quien conoció en faceta como periodista) escribía, o su amado Tennyson. En 1888 afirmaba Whitman que “es preciso recordar bien que la literatura de primera clase no brilla con su luz propia; ni sus poemas tampoco. Nacen de las circunstancias, y evolucionan. La verdadera luz viviente viene siempre, de modo extraño, de otra parte: brota de fuentes inexplicables, y es lunar, nada más que relativa”. Como William Carlos Williams diría en el centenario de Hojas de hierba: Whitman “enunció una verdad escandalosa: que el terreno de lo común es en sí una fuente para la poesía”. Era esta idea, más esa espiritualidad que brota por doquier en Hojas de hierba lo que convenció al filósofo Ralph Waldo Emerson a escribirle a Whitman una célebre carta. El más respetado de los pensadores estadounidenses le dio un apoyo que nadie se esperaba (y Whitman no lo desaprovechó y lo publicó sin permiso).

El poeta no quería hacer poemas como ya lo hacían otros, quería hablar de todos y de todo, sin excepciones ni prejuicios. Quería todo menos definir lo que era la poesía. No era ningún tonto (Thoreau lo visitó y dejó constancia de ello), y no iba a caer en el error de asentar una idea de lo que era la poesía, pues era consciente de que tal aserto fosilizaría la labor creativa de todo artista. “Que no me atreva, ni aquí ni en otra parte, ni para mis fines, ni para otros fines, a intentar la definición de la poesía, ni a responder a quienes preguntan qué es”.

Y aunque con sagacidad no diría lo que era la poesía, si dejaría constancia del trasunto de aquello que salía de su pluma. Estaba convencido de la grandeza de lo que escribía y de que la posteridad y ese lector futuro lo redimirían. “Considero que el hecho de haber logrado positivamente que se me oiga, compensa con creces a cualesquiera otras carencias y negativas. Esencialmente, ese fue desde el principio, y ha seguido siendo siempre, el principal objeto”. Y vaya que fue escuchado. Los poetas que le rindieron pleitesía luego, y aquellos a quienes influyó son innumerables como célebres. Doscientos años después lo seguimos escuchando (más que leyendo), así como el escuchó:

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