Abebe Bikila era un campesino de 1.77 de estatura, tez oscura, cabello intrincado, dientes aperlados, piernas musculosas e interminables, cara triangular y una cabeza pequeña atornillada sobre un cuello alto y fino cual pieza de "meccano". Era un "Geopardo Africano" que nunca se imagino en Correr para comer, Miembro de una numerosa y pobre familia campesina del sur de Etiopía, Abebe Bikila, con sus dos medallas de oro en Juegos Olímpicos, es considerado el más grande maratonista de todos los tiempos. Pero el destino le tenia preparado un triste final en la pista de la vida.
Los 70.000 espectadores se pusieron de pie; cual alas de mariposas en apogeo cientos de miles de manos se abrían y cerraban simétricamente para aplaudirlo. Había en aquellos rostros reconocimiento, admiración y dolor.
Sentado en su silla de ruedas, un asistente y una enfermera iniciaron el cruel recorrido de una nueva vuelta triunfal alrededor del campo de juego del estadio Olímpico de Munich. Metido en un saco marrón, con el brazo derecho en alto y las piernas cruelmente inmóviles, Abebe Bikila parecía evocar su glorioso pasado bajo el celofán brilloso de sus negros ojos resignados.
La multitud lo acompañaba coreando su nombre pues sobre esa silla de ruedas iba un héroe deportivo, un paradigma de la Maratón eternizado por sus hazañas.
EL DESTINO LO ELIGIO
Bikila se enroló en el ejército cuando contaba con 17 años de edad; una salida fácil para encontrar el diario sustento. Los integrantes de la Guardia Imperial tenían fama de resistentes, pero Bikila sólo había corrido esporádicamente, mas como una forma de sobrevivencia. El destino lo puso en manos del talentoso entrenador sueco Onni Niskanen, quien supo tener la paciencia y sensibilidad para transformar un diamante en bruto en una preciada joya. A base de novedosos entrenamientos, fortalecidos con baños sauna, ejercicios de baloncesto y largas carreras en carretera, el estilo de Bikila se transformó en una máquina perfecta de devorar kilómetros más rápido. Una eminencia del entrenamiento deportivo, Niskanen, no enfrentó a Bikila por el gusto de éste de correr descalzo. El entrenador optó por estudiar los tiempos de su atleta, tanto con tenis como corriendo sin ellos, y comprobó que efectivamente Bikila era más rápido sin calzado alguno. Sin embargo para los Juegos Olímpicos de Roma 1960, el atleta elegido para correr la Maratón de los 42.150 km. en representación de Etiopía era Wani Biratu. Pero unos días antes de viajar Biratu se lesionó el tobillo derecho jugando al fútbol y el profesor Niskaken designó al inexperto Abebe Bikila, quien ya era Sargento del Ejército Imperial, pero ya habia reconocido el potencial de Bikila.
ROMA 1960 - CONQUISTA EL ORO EN EL MARATON OLIMPICO
Este fue el hecho que asombró al mundo: un atleta del continente más pobre del mundo y en plena descolonización ganaba descalzo el maratón olímpico de Roma 60. Y no sólo había ganado el oro, sino que había causado enorme revuelo al mejorar por casi ocho minutos el récord olímpico, dejándolo en 2 horas, 15 minutos y 16 segundos. Para acabar de sorprender al mundo, se supo que Bikila había perdido sólo 350 gramos de peso en la exigente carrera, mucho muy por debajo del promedio de 4 kilos que solían perder los maratonistas de la época. El héroe En 1935, Benito Mussolini y sus tropas fascistas salían del famoso Arco de Constantino, en Roma, para conquistar Addis-Abeba, la capital de Etiopía. Pero las cosas de la vida quisieron que el noble atleta africano ganara el maratón olímpico de Roma muy cerca de donde Mussolini había partido a la conquista de Etiopía.
NADIE ESPERABA ESTA HAZAÑA
NADIE ESPERABA ESTA HAZAÑA
El esperado gran día de la Maratón -10 de Septiembre de 1960- se presentó un gravísimo inconveniente. La firma "Adidas", patrocinadora de los Juegos, proveyó de zapatillas a todos los maratonistas que lo requirieren. Fue así que Abebe se probó no menos de diez pares sin que ninguno le calzara satisfactoriamente. Sus plantas eran protuberantes, duras como piedras y extremadamente anchas y los empeines se habían expandido de tal forma que desfiguraban cualquier anatomía normal.
.-¿ Y entonces?, le preguntaron al Jefe de la Delegación, ¿qué hacemos?-
.- Abebe quiere correr descalzo y el entrenador (Niskaken) está de acuerdo.-, le respondieron.
Puesto que el Reglamento no especificaba prohibición alguna, no se le podía impedir hacerlo.
Asombrados, los organizadores desconfiaban que un atleta pudiera correr más de 40 kilómetros bajo una temperatura ambiental de 28° sin calzado. Las superficies de las calles y avenidas para atravesar colinas y puentes eran de las más variadas y difíciles. Desde la "Via Appia Antica" – primera autopista de la humanidad construida por los romanos en el año 312 a.c sobre piedras gigantes- hasta las zonas rápidas y asfaltadas del Eur o aquellos tramos angostos y embaldosados como los del "Lungotevere Della Vittoria", constituían un itinerario difícil y hasta ríspido. ¿Descalzo?
Cuando llegó tras 2 horas, 15 minutos,16 segundos y 2 décimas de segundo – tiempo récord y primer atleta negro en ganar una maratón- siguió corriendo unos 400 metros más para desacelerar progresivamente mientras sus rivales arribaban con el último aliento ya exhaustos y en agonía. Después realizó movimientos de elongación, estabilidad pulmonar y recuperación cardíaca. Las plantas de sus pies no mostraron un solo signo de heridas o escoreación.
TOKIO 1964 Y MEXICO 1968
Abebe ganó cuatro años después la Maratón Olímpica de Tokio (1964) en 2 horas, 12 minutos y 11 segundos esta vez con medias y zapatillas hechas a medida por "Puma" y abandonó en el kilómetro 17 en los Olímpicos de México (1968) por un problema en la rodilla derecha aunque declaró que se sintió afectado por la altura. Después de la hazaña de Roma, el emperador lo ascendió de Sargento a Alférez y tras el triunfo en Tokio pasó de Alférez a Teniente del Ejército Imperial de Hale Selassie. Su prestigio y popularidad lo convirtieron en símbolo del deporte de Etiopía y él honraba con su comportamiento personal y familiar –dos hijos David y Teege- su reputación de hombre íntegro.
De la gloria al infierno
En 1969 llegaría la fatalidad. Iba en su "Cadillac" 66 transitando por un angosto camino a la altura de un pueblo llamado Sheno a 70 kilómetros de Addis Abbeba cuando intentó esquivar una manifestación estudiantil protestataria. La maniobra fue arriesgada, su coche volcó y Abebe fue extraído del vehículo inconciente y con grave daño medular: sus brazos y piernas quedaron inertes. Todos los intentos de abordaje quirúrgico realizados en el sanatorio "Stoke Mandeville" de Londres resultaron vanos. Durante ocho meses fue atendido en un hospital de Londres, del que salió paralítico y en silla de ruedas. Una multitud dolida y llorosa lo recibió a su regreso a Addis-Abeba. La gente que por mucho tiempo lo aclamó no se acostumbraba a verlo en esas condiciones. Así, enfermo y con sus piernas muertas y su triste sonrisa, Abebe Bikila, el mejor maratonista del mundo y primer ídolo de Africa, terminaba su ciclo en la tierra. Una hemorragia cerebral acabó con su vida el 25 de octubre de 1973, a los 41 años.
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