Melenudo y Barbudo Luis José Figueroa Malpica, hippie, motero y filántropo, es recordado como uno de los personajes icónicos de la Ciudad Guayana de los años 60 y 70.
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La leyenda urbana no especifica lugar ni fecha. Refiere, apenas, que durante una madrugada en la Puerto Ordaz de comienzos de los años 70, un hombre de melena y barba poblada se encontraba sentado en el borde de una calle, acompañado únicamente por su aletargamiento. Justo en ese momento, y a pocos metros de él, un estruendo rompió con el silencio propio de la hora.
Se trataba de un motorizado de tez oscura (afrodescendiente, hay que decir, 40 años y varios gobiernos luego) que chocó con su máquina en contra de un objeto no definido en el boca a boca. Lo que sí se especifica es que el piloto murió por el impacto.
La aglomeración en torno de la escena no demoró demasiado: un porcentaje de los asiduos de la nocturnidad guayanesa se apresuró a averiguar quién fue el infortunado y a lanzar conjeturas sobre el motivo del accidente.
A pocos metros, y pese al revuelo, el personaje que reposaba en la acera permanecía blindado contra el bullicio, navegando a través de su universo mental y recibiendo el sereno de la madrugada, cuando, de pronto, alguien rompió con su ensimismamiento: “¡Él vio la vaina!”.
Al ser interrogado, el meditabundo se limitó a responder, con voz pausada: “Niche desplazándose en sendo bucéfalo. Yo achanto en la serafina. Seminario en rogelio. Se zampó el umbrillo y, ¡pum!, sendo bollo”.
¿Traducción? Por aquí va la cosa: “El negro iba en la moto cuando yo estaba sentado aquí. El semáforo estaba en rojo. De repente, chocó contra la acera y ocurrió el terrible accidente”.
¿Hay documentación sobre ese hombre? ¿Fueron esas las palabras exactas que pronunció para describir aquel incidente? Es más: ¿ocurrió realmente? Quizás no, pero algo sí es cierto: ese personaje, uno de los hitos de la memoria cultural de Ciudad Guayana, existió. Y era conocido, por cierto, con el mote Rompirraja.
Cómo crear un icono
Durante los comienzos de Puerto Ordaz, un barco de la Orinoco Mining Company quedó varado cerca de Barrancas del Orinoco. Los operadores estadounidenses intentaron, sin éxito, mover la nave, hasta que un capitán de apellido Figueroa lo logró, luego de varios intentos y cadenas de anclaje reventadas.
Los extranjeros aplaudieron el triunfo de la operación, a pesar de algunos pequeños destrozos. “¡Oh, Figueroa, usted rompe y raja, pero sacó el barco!”, celebró uno de ellos, sin saber que estaba acuñando uno de los alias más populares de la historia de Ciudad Guayana, Rompirraja.
Uno de los hijos de ese operador comenzó a descollar, desde la temprana adolescencia, entre sus amigos, por lucir el cabello largo en los carnavales de Ciudad Guayana.
De educación liberal (y, por qué no, libertina), sus acciones le granjearon una consolidada popularidad entre la juventud de la zona. Ya no fue la familia Rompirraja, pues él se adueñó, y para siempre, del apodo.
Ese joven, un humilde habitante del Campo A2 de Ferrominera, recibió, de manos de un amigo, una moto JS-500. La patota, naturalmente, fue conformándose, pero era Rompirraja, con melena y, más adelante, barba poblada, quien lideraba el grupo.
Paz y amor
Los cercanos de Rompirraja lo recuerdan como un aficionado al Cacique y a cualquier marca de ron blanco. Eso sí, siempre consumía su “elixir” del pico de la botella.
Aunque su presencia despertaba recelos en algunas familias conservadoras, sus contemporáneos aseguran que era incapaz de lanzar un puñetazo. Por el contrario, una perenne vocación de servicio y filosofía fraternal lo caracterizaban.
Sus saludos recurrentes: “¡Brother!”, “¡Pana!” y “¡Epa, venezolano!”, emanaban su carácter sereno. “No era pendenciero ni nada por el estilo. Era un filántropo. Ni siquiera alzaba la voz. Yo era, más bien, el que lo salvaba”, recuerda “Platanote” Piñero, quien, junto con “el Niche Freddy” y “el Alemán Mao”, formó parte de aquel combo motorizado.
El mismo Piñero, aunque sin fecha, recuerda que en esas estuvo hasta que, en algún punto de los años 90, falleció mientras buceaba en el río Caroní. Acabó, en ese instante cualquiera, la vida de ese hombre particular quien, legalmente, llevó por nombre Luis José Figueroa Malpica, el brother Rompirraja.
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