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17 de julio de 2017

Caminando entre Miserables


Dorothy camina entre miserables, avanza despacio entre la multitud vacía, entre proyectos de hombres que gritan, aúllan y amenazan a la adolescente orgullosos de su necedad, que exhiben su piel blanca como la mejor de sus cualidades, como una bandera resplandeciente con la que arropan sus corazones huecos, sus cerebros de chorlito, violentos, se mofan, ríen, aprenden que el miedo es un arma muy útil, la mejor garantía para salirse con la suya, para asegurarse la pureza monocolor de su maldita escuela.

No era una mañana cualquiera para Dorothy Counts aquel 4 de Septiembre de 1957 en Charlotte, Carolina del Norte. Con apenas 15 años, iba a salir de casa para asistir a su primer día de clase en el Instituto Harry Harding , una institución solo para blancos en una ciudad solo para blancos de un estado solo para blancos. 

Ninguna persona de raza negra se había atrevido a dar este paso antes en un estado segregacionista en Estados Unidos.

Escupen, a falta de argumentos solo encuentran saliva, llenan de esputos el traje de los domingos de la muchacha, se escudan en la multitud, cobardes, bastardos, lanzan piedras y esconden las manos, disfrutan de la fiesta, del paseo mientras ella, como una esfinge en movimiento, da un paso tras otro sin inmutarse, ocultando su rabia, su indignación, aguantándose las ganas de llorar y el temblor de sus piernas, echándole ovarios al asunto, conteniendo las ganas de dar media vuelta y huir, de regalar ése gustazo a sus acosadores.

Camina, cada paso de Dorothy Counts retumba en el suelo como un terremoto, se extiende sobre la faz de la tierra superponiéndose a los berridos de la muchedumbre, llama a cada puerta de cada negro, chino, indio, chicano o blanco caucásico habitante del planeta tierra, les dice bien clarito que son iguales, que son libres, que tienen derecho a la misma educación, resquebraja los cimientos de la ignorancia, de la supina imbecilidad humana.

Dorothy, al final aguantará solo cuatro días en la escuela, la presión sobre ella se hará imposible de soportar, destrozarán su taquilla, lanzarán basura sobre su comida, intimidarán a sus amigos, repetirán el acoso cada día en cada paseo, aumentarán progresivamente el tono de las amenazas hasta que sus padres, temerosos de que algún desgraciado pueda llegar a dañarla físicamente la sacarán del instituto.

Ése día los que vejan, acosan, humillan, insultan y maltratan se sienten aliviados, orgullosos, felices, creen haber vencido, protegiendo su pureza maloliente, sus sepulcros blanqueados, se emborrachan y bailan en torno a cruces ardiendo, se olvidan de que a pesar de todo el mensaje está transmitido, retratado en cada foto de cada periódico del país.

La frágil mujer que camina digna, libre, igual, es un hecho, todas las burlas del mundo no pueden ocultar lo que es evidente.

Aquel dia ella, se marcho pero volvió al poco tiempo a vivir a Charlotte, donde se graduó en Psicología. Dedicó su vida profesional a cuidar a niños sin recursos y actualmente vive retirada en Charlotte. 

Recientemente declaró que " Lo que ocurrió aquellos días me dejó claro lo que quería hacer. Siempre quise trabajar para asegurar que no ocurran cosas malas a otros niños ".

A raiz del eco que tuvieron las fotografías de Sturkey, las autoridades de Charlotee promovieron la integración racial en su comunidad.

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