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31 de agosto de 2017

LA LOCURA QUE CAMBIO EL RUMBO DE VENEZUELA Y QUE TU DESCONOCES

Esta locura repentina tuvo la capacidad de cambiar para siempre la historia del país, porque apenas transcurrido un mes del lamentable suceso, fue perpetuada la primera asonada cívico-militar del siglo XX, llamada controvertidamente “revolución de octubre”

Era 1945, y el momento del Presidente Medina Angarita llegaba a su fin. El país ya no era el mismo desde la muerte de Gómez. Con las transiciones de López y Medina se cumplían 45 años de dominio absoluto de los Andinos en el poder. Luego de que algunas libertades civiles y políticas fueran legalizadas y reconocidas por el Estado, el gran tema de discusión para la época entre el partido político oficial PDV y los recién legalizados partidos opositores era posibilitar una reforma constitucional que le permitiera al pueblo venezolano hacerse acreedor por primera vez en su historia del voto universal, directo y secreto. Una elección que permitiera al pueblo decidir quién sería el próximo presidente de los Estados Unidos de Venezuela para el periodo 1946-1951. 

Luego de frustrados debates en la cámara del congreso, disgustos, decepciones de muchos políticos, ruidos de sables y rumores de cuartel, se desestimaba la posibilidad de efectuar un cambio de gobierno a través del voto popular, recurriéndose a lo seguro. Mantener según la usanza positivista del gendarme necesario, la tesis del gran elector, que formalmente dejaba el nombramiento del cargo presidencial en manos del congreso (lo que tras bastidores significaba que dicha elección era decidida por la figura del Presidente de la República y el partido oficial).

Sin duda, la decisión aunque en apariencia cómoda para el PDV, produjo muchas tensiones en su seno interno. También desencadenó oposición desde las organizaciones políticas. Desde el gobierno se barajaban diferentes opciones civiles: el Dr. Diógenes Escalante, el Dr. Uslar Pietri, Caracciollo Parra Pérez, Ángel Biagini, que contrastaban contra las opciones militares (de mayor peso), el General López Contreras, o el Gral. Celis Paredes. De todas las posibles candidaturas la del ex presidente López, se asomaba con las mayores posibilidades de triunfo, (debido a su origen andino, su autoridad militar, y por mantener buenas relaciones con los viejos generales del gomecismo). 


Para sorpresa de muchos, el presidente Medina no estaba de acuerdo con el retorno político de quien fuera el primer causahabiente de Gómez. Es en ese entonces cuando Medina acude al “Factor Escalante”.

El Dr. Escalante quien ocupaba para el momento el cargo de embajador plenipotenciario de Venezuela en Washington poseía unas credenciales políticas que le permitieron representar la “candidatura de la unidad” (hecho sin precedente alguno en la historia del país). Del Táchira y nacido en Queniquea, comenzó su carrera funcionarial durante el gobierno de Cipriano Castro, pasando por Gómez, López y Medina, lográndose mantener en el oficio diplomático por más de 28 años de hegemonía andina. Escalante era un intelectual a carta cabal. De ideas liberales, cordial y de buen temperamento, capaz de mantener como pocos buenas relaciones con sus adversarios políticos. La posibilidad presidencial ya se había presentado dos veces para Escalante antes de su candidatura de 1945. En una oportunidad en 1929, Gómez por recomendación, lo había tomado en consideración como posible candidato; asunto que no pudo concretarse. Luego López en 1941, (ex compañero de estudios y amigo de Escalante), lo estimó como candidato presidencial en ese momento. Pero Escalante siempre encontraba resistencia y desconfianza del generalato y los grupos económicos civiles fieles al gomecismo. Sin embargo, como refiere el adagio popular que: “a la tercera va la vencida” para 1945 Escalante contaba con el beneplácito del propio presidente y también con el apoyo de todas las fuerzas políticas nacionales (oficialistas y opositoras). 

Ya todo estaba cantado, el PDV había oficializado lo que rumores callejeros confirmaban alentados por los titulares de la prensa nacional, en donde referían la posibilidad de que el nuevo presidente fuera un civil. Escalante era el nuevo “candidato del consenso”. Desde la oposición se mantenía la esperanza de que el nuevo candidato serviría como un instrumento de transición, esta vez no de un gendarme, sino como médium para incorporar en forma definitiva el espíritu de la democracia dentro de la Carta Magna Nacional. Algunas fuerzas del gobierno pensaban tal vez que Diógenes mantendría un curso tímido de apertura democrática por considerar que el pueblo venezolano no estaba preparado aún para asumir tan fundamental protagonismo. 

De regreso al país, el Dr. Escalante puso a tono toda su agudeza política, asumiendo de lleno su candidatura, concediendo entrevistas, defendiéndose de críticas, reuniéndose con personalidades políticas, arengando multitudes. El país poco a poco fue tomándole confianza, los partidos políticos opositores y muy críticos al gobierno como AD, veían en Escalante al hombre ideal. Referiría uno de los dos Rómulos, en este caso Gallegos “Al mal menor entre todos los males presentes”. Si bien es cierto, Escalante era andino; pero era culto, de ideas liberales, de gran talante moral y sobre todo mantenía muy buenas relaciones con el Presidente Truman. Eso lo convertía en el candidato viable para la mayoría de los sectores del país. 

De la grandeza a la demencia
Una caravana de más de tres mil automóviles lo acompañan hasta Caracas, donde es dejado para hospedarse en el famoso, Hotel Ávila, construido por el empresario Nelson Rockefeller, y proyectado por el arquitecto estadounidense Wallace K. Harrison en 1941, ubicado en San Bernardino, al pie de la montaña, alejado del ajetreo del centro, y tan nuevo que todavía no estaba congestionado por huéspedes. Su oficina estaba en planta baja y tenía una puerta posterior, discreta, que le permitía entrar y salir sin ser visto por quienes le esperaban. La habitación, la suite presidencial en el último piso, era luminosa y contaba con una sala amplia, que utilizaba como oficina privada, y un balcón que miraba a la montaña. Un escenario que nada tenía que ver con el drama que nos tocó vivir. (p-214)

El 3 de septiembre de 1945 nada presagiaba, que la vida del doctor Diógenes Escalante sufriría un vuelco. “Recuerdo muy bien el amanecer de ese día nos deparó un cielo azul de septiembre; transparente por la lluvia torrencial de la noche anterior. Del Ávila descendía aquel aroma de montaña, fresco como el abrazo de una mujer moza, el aroma originario que dios le dio. El mismo aroma que respiraron los habitantes indígenas de Valle y los primeros españoles que llegaron aquí “(págs. 216-217).

El secretario privado de Escalante, Ramón José Velásquez, acudió al Hotel Ávila donde se hospedaba para hacerle llegar la convocatoria, pero se dio cuenta de que el aún embajador decía frases incoherentes y sin sentido. En medio de la agitación propia de las múltiples visitas, halagos y el arduo trabajo como candidato y futuro presidente, se hicieron notorios los síntomas de una grave enfermedad mental, que se manifestaron de manera crítica cuando fue citado para reunirse urgentemente en el Palacio de el Presidente, el gabinete de gobierno y la dirigencia del partido PDV. El retardo en la comparecencia de Escalante a la reunión, hizo que el Jefe de Edecanes del Presidente, Coronel Ulpiano Varela y el Ministro del Interior Arturo Uslar Pietri se comunicaran con Velásquez quien les informó lo ocurrido.

..."Esa misma tarde, como de súbito golpe es sorprendido por una crisis mental, (producto del fuerte estrés al que estaba sometido). Tal crisis indujo al candidato a correr por los pasillos del Hotel en calzoncillos, murmurando sobre conspiraciones y robos de pertenencias personales que enemigos políticos le habían hecho horas antes de la importante reunión..."

Una Junta Médica conformada por los médicos Rafael González Rincones, Vicente Peña, Miguel Ruíz Rodríguez y Enrique Tejera, certificó que Diógenes Escalante había perdido la razón. Esta noticia, hecha pública, provocó la consternación del gobierno y buena parte del país y dio al traste con su candidatura. Este hecho, marcó el final de su carrera política y de toda labor intelectual hasta el final de sus días. En un ocasional momento de lucidez, al comunicársele que debía someterse a tratamiento, pidió a su esposa que avisara a sus partidarios que le perdonaran «por no responder al honor que me hacían al poner en mis manos el destino de Venezuela».

Es importante destacar que la junta médica habia sido designada por personalidades políticas del oficialismo y la oposición, cuyo diagnostico detallado fue .." El Dr. Escalante estaba sufriendo de un terrible ataque de arterioesclerosis...", Ramón J. Velásquez quien fuera su secretario para la época, recuerda que la última frase del Dr. Enrique Tejera París (representante de la junta médica), al referirse a la condición de Escalante fue: “Perdida, la razón está perdida”. “Escalante se ha vuelto loco”. 

El partido PDV, entonces convocó una nueva reunión para designar un nuevo candidato, que resultó ser el Ministro de Agricultura, Ángel Biaggini, pero esta candidatura no fue bien recibida por los opositores del Gobierno y, de hecho, no tenía suficiente aceptación en los distintos sectores de la sociedad. Se considera que este hecho y la repentina enfermedad de Escalante desencadenaron el golpe de estado del día 18 de octubre de 1945 contra Medina Angarita.

Pero Escalante no tendría noticias de ello. Salió de Caracas diez días después, en el más absoluto de los olvidos, a bordo de un avión enviado por su amigo personal, el presidente norteamericano Harry S. Truman quien había conocido a Escalante durante su labor como Embajador de Venezuela en Washington.

Falleció en Miami el 13 de noviembre de 1964 sin poder recuperar su salud mental.

Johan Rivas, estudiante de Historia de la Universidad de Los Andes.

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