LA ÚLTIMA EXPEDICIÓN
En 1925, con la financiación de un enigmático grupo británico llamado sugerentemente The Glove ("El Guante"), Fawcett , que en ese entonces tenía 57 años, emprendió la que sería su última expedición en busca de su Ciudad Perdida acompañado de su hijo Jack y el fotógrafo Raleigh Rimmel, amigo de toda la vida de Jack, ambos de 23 años.
Fawcett era un experto como quizás no haya dos en el mundo en temas de organización de expediciones y viajaba invariablemente excelentemente pertrechado y con personas cuya perfecta salud psicofísica había sido harto chequeada profesionalemente. Descubrió al sureste del Mato Grosso, una inmensa meseta rocosa rodeada por acantilados inaccesibles y se persuadió firmemente que era la montaña mencionada en El Manuscrito 512. Finalmente, creyó haber descubierto la mítica Ciudad Perdida.
Fawcett era un experto como quizás no haya dos en el mundo en temas de organización de expediciones y viajaba invariablemente excelentemente pertrechado y con personas cuya perfecta salud psicofísica había sido harto chequeada profesionalemente. Descubrió al sureste del Mato Grosso, una inmensa meseta rocosa rodeada por acantilados inaccesibles y se persuadió firmemente que era la montaña mencionada en El Manuscrito 512. Finalmente, creyó haber descubierto la mítica Ciudad Perdida.
SUS ÚLTIMAS DECLARACIONES
La expedición estaba ya desfalleciente: habían fotografiado algunos indios Meinaco para la corporación North American Newspaper, que administraba varios periódicos y que ayudó en la financiación de la expedición a cambio de noticias exclusivas, habían equivocado el camino varias veces y Raleigh estaba malherido en uno de sus pies debido a picaduras de voraces garrapatas.
Pero el entusiasmo y la energía sobrehumana de Fawcett estaba intacta. Hizo llegar a la familia una carta el 29 de mayo de 1925 desde el “Dead Horse Camp /"Campo do Cavalo Morto", ( del cual informa su ubicación exacta: 11 grados y 43 minutos de latitud sur y 54 grados y 35 minutos de longitud oeste ) explicando que desde allí seguirían hasta el Xingú y se adentrarían en la selva hasta Santa María do Araguaia, cruzarían el Tocantins y proseguirían por las montañas entre Bahía y Piauí, hasta el río San Francisco y finalmente la ciudad que menciona el manuscrito 512.
Aquí algunos fragmentos de las anotaciones que luego resultaron ser sus últimas declaraciones:
(…)“Que alcanzamos el objetivo y que volvemos de nuevo hacia él, aún bajo riesgo de quedar con nuestros huesos secándose al sol”(…)”
“Un nativo me ha descripto la ciudad perdida en la selva, me ha dicho que en lo alto de uno de sus edificios de piedra se halla un gran cristal que refleja la luz del sol a modo de espejo hacia el interior de la construcción”(…)
“ Creo que las ruinas serán de naturaleza monolítica, más antiguas que los descubrimientos egipcios (...) El lugar central que he llamado “Z”- nuestro objetivo principal- está en un valle rodeado de montañas. Tiene dicho valle unas diez millas de ancho, y la ciudad se encuentra en un promontorio en el centro de este, al cual se llega desde una carretera de piedra. Las casas son bajas y sin ventanas, y hay un templo piramidal. Los habitantes de la ciudad son numerosos, mantienen animales domésticos y poseen minas bien desarrolladas en las colinas circundantes. No muy lejos se encuentra otra segunda ciudad, pero la gente en ella pertenece a una casta inferior a los habitantes de “Z”.
Más lejos hacia el sur hay otra gran ciudad, pero medio enterrada y completamente destruída”(…)”espero alcanzar el objetivo de mis investigaciones dentro de una semana”.
“Cuando volvamos”-concluía triunfalmente- “nuestra historia hará cambiar el mundo!”.
Pero ni Fawcett ni ningún otro miembro de su osada expedición volvieron jamás.
En 1925, el mismo año de la desaparición de Fawcett, el investigador George Lynch sostuvo en la prestigiosa revista Science at Vie que en el Mato Grosso se encontraba el origen de todas las civilizaciones de occidente. Hasta el día de hoy, el periódico británico "The Times" ofrece una jugosa recompensa a aquellos que puedan suministrarle información confiable sobre el destino del explorador.
LA BÚSQUEDA DE FAWCETT
La búsqueda de este hombre fue protagonizada ( y todavía hoy día lo es ) por una cantidad impresionante de exploradores, arqueólogos, periodistas, historiadores, detectives y aventureros totalizando unos 100 intentos fallidos en los cuales muchos perecieron o desaparecieron como Fawcett.
Su hijo, el explorador Brian Fawcett, hizo unas intrigantes declaraciones en las cuales afirmaba que si su padre había logrado encontrar la civilización perdida, con toda seguridad sus habitantes no lo habrían dejado volver.
A continuación, un breve resúmen cronológico de las más significativas del centenar de expediciones que se organizaron para tratar de encontrar al Coronel: En 1927 el francés Roger Corteville informó haber visto un hombre enfermo y mentalmente insano en el estado de Mina Gerais que dijo llamarse Fawcett, pero sus numerosas contradicciones en los detalles lo desacreditaron. Ese mismo año, fue hallado un letrero con el nombre de Fawcett en la aldea de una tribu inígena, pero luego se verificó que el mismo era de una expedición bastante previa a su desaparición ( 1921 ).
En 1928 una expedición estadounidense organizada y financiada por la prensa escrita de dicho país capitaneada por George M.Dyott produjo mucha cáscara y ninguna nuez.Concluyeron, aunque sin aportar prueba alguna, que Fawcett había sido muerto a manos de tribus salvajes.
En 1930 el periodista estadounidense Albert de Winton declaró entusiasmado que había logrado reconstruír su ruta y tal vez así fue, ya que corrió su misma suerte: desapareció sin dejar rastro con todos sus compañeros de viaje.
En 1932 el explorador y cazador suizo, Stefan Rattin, y el periodista Horacio Fusoni declararon que tenían pruebas irrefutables de que Fawcett estaba vivo, que incluso habían logrado hablar con él y que vivía en una tribu en la selva. Su expedición también desapareció para siempre en la selva.
En 1933 una brújula de teodolito perteneciente a Fawcett fue encontrada cerca de la tribu de los indios Baciary por el coronel Aniceto Botelho, pero luego se comprobó que si bien pertenecía al coronel, había sido dejada como regalo al jefe de la tribu mucho antes de su última expedición.
En 1937 hubo tres expediciones.La primera ( organizada por una misionera ) no consiguió nada, pero las otras dos ( las de Willy Aureli y Henri Vernes ) regresaron afirmando que según datos informados por aborígenes de la tribu Carajás, Fawcett había logrado su objetivo y era el jefe máximo de una tribu desconocida de piel blanca en una gigantesca ciudad perdida.
En 1943 el grupo periodístico brasilero “Diários Asociados” organizó una partida conducida por el periodista Edgar Morel, quien halló un niño blanco que creyó hijo mestizo del coronel con una mujer aborigen, pero el descubrimiento terminó siendo un fiasco ya que se trataba de un albino. En 1951 Orlando Vilas Boas pareció aclarar el entuerto: un viejo jefe indio de la tribu Kapalos de nombre Cuiuli le hizo la confidencia de que la expedición Fawcett había sido asesinada por Cavucuira ( por ese entonces jefe de la tribu ), ayudado por él mismo.
Al parecer, Fawcett se había presentado sin regalos ( ya de por sí un acto considerado ofensivo por las tribus locales y generalmente causa de muerte ) y además le había pedido de manera prepotente e irrespetuosa canoas y guías para seguir viaje.Los cuerpos de los dos jóvenes habían sido arrojados al río y Fawcett, por ser un anciano había sido enterrado honrosamente.Cuiuli les mostró el lugar exacto del acontecimiento ( una laguna cercana a la sierra del Roncador entre el río Kuluene y el Tanguro ) y del entierro del coronel. Vilas Boas hizo excavaciones y logró recuperar un cráneo y osamentas humanas que fueron trasladadas a Londres para su análisis por el Royal Anthropological Institute, del cual se desprendió que no se trataba de Fawcett ni de ninguno de sus acompañantes.
expedición había pernoctado allí y continuado luego en dirección al este, desoyendo la advertencia de los propios Kapalos acerca de una tribu de “indios feroces” que se encontraba en esa parte de la selva. Los Kapalos relataron que pudieron observar cada noche durante cinco días consecutivos el humo de la fogata de la expedición antes de su desaparición.
En 1955 la médium inglesa Geraldine Cummins aseguró comunicarse con el espíritu de Fawcett quien le transmitió que había muerto en 1935 a manos de una tribu salvaje, luego de una larga y penosa enfermedad.
En 1996 una expedición organizada por el empresario James Lynch y el explorador Renée Delmotte culminó con la pérdida de valiosísimo equipo, una vergonzosa huída de un ataque aborigen, y las manos vacías.
Para los miembros de la Sociedade Teúrgica do Roncador do Brasil y de la Sociedade Brasileira de Eubiose, Fawcett vivió durante mucho tiempo en el interior de la tierra en una ciudad llamada Matalir-Araracanga, donde viven seres con capacidades telepáticas y se guardan archivos akashicos que contienen la sabiduría espiritual de los grandes maestros de la humanidad.
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