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1 de junio de 2017

LA HISTORIA VERDADERA DE LA BUSQUEDA DE "LA CIUDAD PERDIDA DEL DORADO" (Parte I)



Miembro de la Royal Geographical Society de Londres, con un historial militar brillante y estrechos vínculos con el servicio secreto británico, excelente Topógrafo, autor del trazado de una serie de mapas de Bolivia y Perú, y experto en técnicas de construcción naval ( creador de la "curva o línea Icthoid" que aumentaba la velocidad de los barcos ), previamente a su etapa amazónica brasilera, había sido protagonista de numerosas expediciones en el norte de África, Malta, Hong-Kong y Ceilán. 


Estamos refiriéndonos al coronel inglés Perry Harrison Fawcett, quien en los albores del siglo pasado dedicó su vida ( y probablemente, también la ofrendó ) a la exploración y trazado de fronteras de la ( en aquel entonces casi virgen ) gigantesca selva amazónica, en Brasil, la más enorme del planeta. El célebre explorador inglés Peter Fleming lo define así: “Era un hombre de un valor indomable. Su resistencia era sobrehumana: ni la fiebre, ni las privaciones, ni los insectos lo amilanaban.” 

Igualmente célebre por su despotismo hacia su personal ( llevándolos casi permanentemente al borde del motín ), sus expediciones se caracterizaban por una inusitada rapidez y eficiencia. Todas sus aventuras fueron relatadas por él mismo recopilando durante su transcurso diversas leyendas aborígenes ( las “aldeas de fuego” que solían ver los nativos por las noches en el medio de la selva y que los llenaba de espanto, y que tanto egiptólogos, viajeros e historiadores de la antigüedad han reportado en Egipto, Grecia, Siria, India y Sudamérica como luces blancas “frías” perpetuas basadas en combinaciones de luminiscencias químicas – como la de los escorpiones - con nódulos y espirales subterráneas y otras fuerzas terrestres invisibles, ardiendo durante siglos sin que se las tocara ) que le sirvieron para afianzar aún más sus creencias, incluida cierta revelación que sobre una oculta ciudad ciclópea le hiciera en Rio de Janeiro el ex-cónsul británico coronel O’Sullian Beare, quien había logrado llegar hasta ella con la ayuda de un guía mestizo. También consultó a varios mediums, gurús y psíquicos sobre el tema, ya que era un ferviente creyente de estas cualidades paranormales. 

Una obsesiva búsqueda de la conexión Atlante. 

Buscaba, fundamentalmente, los rastros de lo que él llamaba la “civilización primigenia”, de cuya existencia muy anterior a incas, mayas y aztecas estaba plenamente convencido y que consideraba la raza responsable de legar a la humanidad la base de toda su ciencia, sabiduría y religión, y la razón excluyente de la evolución del hombre por sobre el mono y las demás especies del planeta. 


“La conexión Atlántida con algunas regiones de la cuenca amazónica explicaría muchas cuestiones que hasta hoy resultan insolubles” había declarado -“los once mil años transcurridos, según Platón, desde el hundimiento de la última isla de la Atlántida abarcarían las vidas de tan solo ciento diez centenarios. ¡Un testimonio presencial del desastre pudo transmitirse de padres a hijos hasta el presente con tan solo 184 repeticiones!”. 

Se basaba en relatos y escritos de varios exploradores portugueses y españoles que lo antecedieron y documentaron la presencia inexplicable en Centro y Sudamérica de una raza blanca, barbada y de ojos claros, de rasgos manifiestamente no aborígenes, y que él consideraba sobrevivientes de la mítica Atlántida y constructores de increíbles mega-ciudades prehistóricas, las cuales aún continuaban habitadas por ellos, protegidos de los intrusos por los nativos, que los consideraban sus dioses intocables. 

Recolectó además historias de varios supervivientes de expediciones que buscaban tesoros ocultos en la selva, y cuyos camaradas habían perecido a manos de tribus salvajes. 

“Secretos que descubrí en la dura escuela de los viajes por la selva”- señaló. 

El descubrimiento científico de Machu Picchu por Hiram Binghan en 1911, le daría al Coronel mayor impulso en su convicción de partir hacia la que hoy es la Sierra del Roncador, y que debe su singular nombre a los extraños sonidos que parecen surgir del suelo, un fenómeno que se dá con frecuencia en todas las zonas consideradas centros energéticos planetarios ( por ejemplo, en Capilla del Monte, ubicada a los pies del cerro Uritorco, en Córdoba, Argentina, los locales llaman a dicho rugir “ el paso del tren expreso”).

Continua Parte II;" Mapas y Estatuillas que señalan la Ciudad Perdida"

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