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10 de junio de 2017

LA VERDAD DEL "ESLABON PERDIDO ESTA EN VENEZUELA", CONTADA POR UN TESTIGO PRESENCIAL...(2° Entrega)


El Simio del Dr. de Loys

Nuestra primera entrega se inicia con el trabajo científico llamado: “François de Loys (1892-1935) y un hallazgo desdeñado: la historia de una controversia antropológica”, de los autores: Ángel l. Viloria, Franco Urbani y Bernardo Urbani realizado en 1998.

El Dr. François de Loys, un geólogo suizo, que llegó al Campo de El Cubo en julio de 1917, para realizar una prospección geológica de la cuenca del Río Tarra en el estado Zulia para servir al programa de producción petrolífera local que después se desarrollaría exitosamente.


Durante su estadía en Venezuela se dedicó en su mayor parte del tiempo al trabajo exploratorio en las selvas del Río Tarra, teniendo que experimentar el aislamiento en un área inaccesible por la espesa vegetación y el constante acecho de los indígenas Motilones.

Entre agosto de 1917 y noviembre de 1918 un grupo de venezolanos que asistía al Dr. François de Loys en su trabajo exploratorio cerca un afluente occidental del alto Río Tarra, presenció mientras descansaban, cómo una par de animales parecidos a osos, irrumpía agresivamente arrojando ramas y excremento a los atónitos exploradores. Impresionados por la sorpresiva visita, el grupo respondió disparando sus rifles, matando instantáneamente al animal que más se había aproximado, mientras que el otro huía herido hacia el bosque. Ninguno de los presentes había visto anteriormente un animal tan corpulento como aquel en la región, el cual resultó ser un simio de proporciones extraordinarias.

El cadáver fue examinado, determinándose que se trataba de una hembra, de 157 cm de estatura y un peso estimado por encima de cincuenta kilogramos. Sentada sobre una caja de madera en un banco de arena al lado del río, y soportada por una vara bajo el mentón, fue fotografiada, y posteriormente desollada. Su piel y cráneo fueron presuntamente guardados, pero no sobrevivieron a las peripecias sufridas por el grupo expedicionario en los días posteriores, de manera que finalmente la única evidencia que quedó fue una fotografía, que con el tiempo fue catalogado como: El simio del Dr. de Loys.

El 11 de marzo de 1929, George Montandon, natural de Suiza, presentó una nota ante la Academia de Ciencias de París, la cual fue leída por uno de sus miembros, el zoólogo Eugene Bouvier (Montandon, 1929). En dicho documento se participaba acerca del singular descubrimiento zoológico-antropológico de François de Loys en Venezuela, mencionando la fotografía (la cual no se reprodujo) y analizando, la talla del animal tomando como referencia la caja sobre la cual fue fotografiado (aparentemente, un modelo estándar de 45 centímetros de altura), la ausencia de cola y la fórmula dentaria, siendo estos dos últimos caracteres imposibles de confirmar en el documento gráfico aludido. Finalmente Montandon consideró la posibilidad de que el animal fuera una nueva especie de mono araña del género Ateles. No obstante, en base a caracteres tan distintivos como la ausencia de cola y el número de dientes, creó la clasificación de familia Ameranthropoidae con un sólo representante Ameranthropoides loysi. 

VERSION DEL TESTIGO PRESENCIAL

Sin embargo una carta publicada en 1962 por el Dr. Venezolano Enrique Tejera, que añadida a la información aportada por otras referencias bibliográficas obtenidas por otros autores, merece replantear la historia en cuestión. La citada carta dirigida a Guillermo José Schael (Tejera, 1962), resulta muy esclarecedora y dice así:

“Caracas, Julio de 1962 – Recibimos ayer del Dr. Enrique Tejera la siguiente carta: 

Señor Guillermo José Schael 
El Universal 
Mí distinguido amigo: 
A propósito de un mono nuevo encontrado en Venezuela –que por cierto ya hay bastantes con los conocidos- le diré con motivo de su artículo aparecido en El Universal de hoy, en su columna “Brújula” que me veo en la necesidad de desengañarlo. Tal mono es un mito. Le contaré su historia. En los primeros meses del año de 1919 encontrábame yo en París y también allí estaba el Dr. Nicomedes Zuloaga Tovar. Una mañana me telefoneó pidiéndome que leyera en el diario “Le Temps” la columna “Conferencias”. Estaba allí anunciada para esa tarde cuyo mote era: “Un mono antropoide en Venezuela. El primero que se encuentra en América”. El tema no podía ser más interesante, no sólo para nosotros sus compatriotas, sino para los sabios especializados en el asunto. En la tarde concurrimos a la Sociedad de Historia Natural de París. El salón estaba lleno. ¡Qué curiosidad había despertado ese nuevo venezolano!.

El conferencista era el señor Montandon, tildado por sí mismo “Explorador Especializado” (?). Mi sorpresa fue extraordinaria al escucharlo. Siempre había dudado de muchas aseveraciones, pero aquello sobrepasaba lo imaginable. Creo que el público tuvo otra sorpresa. Y fue que en el auditorio se había escuchado una voz pidiendo la palabra. Quizá el tono fue algo brusco lo confieso. Rogué al Presidente de la Sociedad que pidiera al señor Montandon que exhibiera de nuevo la fotografía del mono objeto de la conferencia. He aquí más o menos lo que dije aquel día: “El señor Montandon nos acaba de decir que el simio éste en cuestión fue encontrado en una región ignota de Venezuela, en que el blanco nunca había llegado. Véase sin embargo en la foto, que el mono está sentado en una caja de un producto americano y por detrás como fondo tiene un platanal. No necesita esto comentarios con respecto a lo ignoto”. “Por otra parte, el señor Montandon ha señalado como de sexo masculino el espécimen aquí retratado. ¿No sabe el conferencista que en ese género de monos el s9exo femenino es externo? Los que están aquí, y los hay especialistas, saben que esto es verdad”. “Pero debo agregar algo más: El señor Montandon ha dicho que el mono no tiene cola. Eso es cierto, pero ha olvidado decir algo, y es que no la tiene porque se la cortaron. Puedo asegurarlo así, señores, porque fue delante de mí que se la amputaron”.
 
(Movimiento en la sala, etc.) Conté entonces: “Quien habla en este momento trabajaba para 1917 en un campo de exploración petrolera en la región de Perijá. Estaba como geólogo el señor François De Loys; como Ingeniero el Dr. Martín Tovar Lange. De Loys era un bromista y muchas veces nos reímos de sus bromas. Un día le regalaron un mono. El mono tenía la cola enferma. Hubo de cortársele. De Loys lo llamaba el hombre mono. Tiempo después De Loys y yo nos encontramos en otra región de Venezuela: en la zona llamada Mene Grande. Siempre andaba con él su mono mocho. Allí en Mene Grande murió el simio. De Loys lo fotografió y es esa y creo que el señor Montandon no lo negará, la fotografía que él ha presentado hoy. Debo decirles señores que cualquier ignaro de la región de Perijá haría con seguridad el diagnóstico de ese mono ahí fotografiado. Allá lo llaman Marimonda. Como ese hay muchos allí. 

Señores: los naturalistas especializados saben muy bien que los monos antropoides no tienen externa la vagina y que en cambio este género americano, la mona marimonda, sí la tiene así. Además, si al hacer un género y especie nueva de este mono el naturalista ha hecho una buena descripción del simio, seguro habrá descrito el cráneo y bastará compararlo con la especie “marimonda” para saber que ese es su verdadero nombre y no uno basado sobre un mito. Creí aquella tarde que aquello había terminado, porque el fin de la conferencia no hay para qué contarlo. Más últimamente, en un viaje a París mi estupor ha sido grande al visitar el Museo del Hombre. En lo alto de una escalera monumental, llenando la pared del fondo está una inmensa fotografía y debajo puede leerse: “El primer mono antropoide encontrado en América”. Es la fotografía de De Loys, pero magníficamente retocada. Ya no se ve el platanal ni se sabe sobre que caja está sentado el mono. El truco ha sido tan bien aprovechado que dentro de unos años el simio en cuestión tendrá más de dos metros. De una farsa nació un mito, más después será la leyenda del “monstruoso hombre- mono de las selvas de América”. Y digo de América porque les parecerá entonces pequeño decir que es de Venezuela. Mí apreciado amigo Schael: esa es la verdadera historia del mono que ha motivado su artículo. Para terminar debo agregarle: Montandon era mala persona. Después de la guerra fue fusilado porque traicionó a Francia, su patria.

Lo saluda cordialmente su amigo, 
Enrique Tejera.”

Los planteamientos expuestos en la carta de Tejera, también fueron comunicados por él en una reunión de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela, al respecto Eugenio de Bellard Pietri (1999, Com. Pers.) Nos dice: “en una oportunidad en que se hablaba en la Academia de temas antropológicos (no recuerdo si fue con motivo de los descubrimientos de Louis y de Mary Leakey en Olduvai Gorge de los Australopithecus), [E. Tejera] relató una experiencia suya ciertamente extraordinaria habida cuenta de los lugares y personajes que intervinieron”. Seguidamente, refirió el Dr. Tejera “que durante su estadía en los campos petroleros del Zulia, donde se desempeñó como médico al servicio de una empresa petrolera, le tocó un día ver a varias personas que estaban arreglando, para tomarle una fotografía, a un gran mono araña muerto. Se las ingeniaron con maña y colocaron al mono sentado sobre una caja que había contenido (según yo creo recordar) enlatados comestibles identificados muy claramente en la mencionada caja con un impreso muy evidente y grande, fácil de leer a distancia. Tejera nos refirió que él se acercó durante la toma de la fotografía y se fijó con atención en la caja y en el mono, al cual identificó en su conversación con nosotros en la Academia como un mono araña grande”.

Enrique Tejera (1899-1980), se graduó de médico en 1917, el mismo año en que se debió dirigir al estado Zulia a ejercer como médico rural, donde según indica compartió con François de Loys. Posteriormente estuvo exiliado en Francia, y para 1920 participó en París en la Reunión de la Cruz Roja Internacional, en ese país recibió la distinción de “Caballero de la Legión de Honor” (Sáenz de la Calzada, 1953: 1137).

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