Dentro
de ese contexto, la renuncia a la pensión no debe tomarse como el gesto de un
asceta despegado de la realidad mundana, sino como la reacción principesca de
un hombre que aún se considera, y contablemente era, rico, sin avergonzarse de
ello.
…”Yo
no la necesito para vivir, en tanto que el tesoro público está agotado”…….
No
tuvo este gran hombre el menor complejo o hipocresía en atender sus negocios
privados, aun desde la cúspide del poder, firmando documentos y transacciones
comerciales como Su Excelencia, el Libertador Presidente, Simón Bolívar. Y lo
hacía con absoluta apertura y transparencia, sin recurrir a testaferros y
prestanombres, porque se sentía seguro de la justeza de sus acciones y de su
filosofía económica. Ya quisieran algunos “santones” modernos, adalides de la
Ley de Salvaguarda tener ápice de la escrupulosa ética con que el Libertador
sabía deslindar sus asuntos públicos y privados.
Esta
realidad la confirma en nueva carta a Santander desde Lima el 30 de octubre de
1823, reprochando que el Congreso le haya asignado pensión y sueldo, a lo cual
califica de:
Una
gracia que sin ofenderme hiere mi delicadeza, porque siempre he pensado que el
que trabaja por la libertad y la gloria no debe tener otra recompensa que
gloria y libertad. Crea Ud. con franqueza que me ha herido hasta el alma la
lectura de este decreto y que lo he escondido... Culmina el párrafo diciendo:
no tomaré más que mi haber, pues me sobra para ocho ó diez años si es que tanto
puedo prolongar la vida”.
Proxima Entrega; Bolivar; y su Fortuna en el Banco de Londres
Proxima Entrega; Bolivar; y su Fortuna en el Banco de Londres