Según la historia los Generales Páez y Santander, junto con sus acólitos anarquistas venezolanos y colombianos, empujando al Libertador Simón Bolívar al sepulcro. La hidalguía española, representada por el Marqués de Mier y los amigos más íntimos de Bolívar junto con el Dr. Próspero Reverend, ayudó a Bolívar a bajar tranquilo a su última morada.
Cuenta la historia que el Marqués de Mier, propietario de la embarcación que trajo a Simón Bolívar a Santa Marta y de la quinta San Pedro Alejandrino, en donde pasó sus últimos días. También condonó la tumba y el ataúd, donde fueron enterrados sus restos. Después de la muerte de Bolívar, el Marqués de Mier, fue alertado de que, un grupo de anarquistas venezolanos y colombianos comandados por Santander y Páez, merodeaban la zona con las intenciones de profanar la tumba de Simón Bolívar y deshacerse de sus restos, para que estos nunca fueran glorificados en Venezuela como había sido su última voluntad.
Se dice, que el Marqués de Mier, en representación de toda la hidalguía española, en el más absoluto secreto, procedió a esconder en otra tumba los restos del libertador, dejando en ese lugar otros cuerpos semejantes, para prevenirse del sacrilegio, que los vándalos venezolanos y colombianos, pudieran cometer en contra de las sagradas cenizas del Libertador.
El día 06 de Diciembre del año 1.830, el Libertador Simón Bolívar pidió al Señor de Mier que lo condujera cuanto antes a su quinta de campo en San Pedro Alejandrino, en donde la tradicional hidalguía de las gentes de España lo esperaba con los brazos abiertos, para ofrecerle el último refugio al más grande de los americanos. Años después, en Europa ocurrió algo semejante con el General San Martín, cuando falto de recursos y enfermo de cólera en el año 1.832, cuando su destino era ir a morir a un hospital, apareció el opulento banquero español “Aguado”, le salvó la vida y lo sacó de la miseria. Le adquirió una pequeña residencia de campo en Grand Bourg, a orillas del río Sena y, le mandó a sembrar un olmo según la tradición española, con los soldados de Enrique IV que en aquellos días sitiaban a Paris.
Fue así como los dos libertadores del mundo hispano-americano, Bolívar y San Martín, terminaron sus vidas bajo la protección y refugio de la hidalguía y generosidad de las gentes de España. Cuando los pueblos emancipados por ellos de la dominación peninsular, se confabulaban para desprestigiarlos con acerbia sin precedentes en la historia de las ingratitudes humanas.
El Marqués de Mier y el banquero Aguado, representaron en la historia la estirpe de los pueblos hispano-americanos. Y de aquellos grandes hombres de España, que imaginaron a la colonización de América, como una empresa destinada a trasplantar al nuevo mundo, todo lo que tenía de nobleza de hidalguía y de heroico el carácter del pueblo peninsular. El espíritu del libertador Simón Bolívar, está expuesto en un cofre de bronce, a la diestra y siniestra en el altar de la patria, convertido en un “icono sagrado” para Venezuela, para todos los países Bolivarianos y el mundo entero.