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17 de mayo de 2016

Bolívar, Murió estafado por la nación que libero.


El Libertador, Simón Bolívar no murió pobre, sino robado y privado de sus derechos por los tribunales venezolanos que le debían su existencia. Murió estafado por el poder judicial y político de la nación que había liberado; frustrándole en Vida la venta de las minas a causa de la politización y de la falta de seguridad jurídica que imperaba en Venezuela.

El mito de que el Libertador murió pobre es totalmente engañoso. La verdad es que murió millonario, si se tiene en cuenta el valor de la venta de las Minas de Aroa, realizada el 4 de febrero de 1832, en la residencia del Cónsul británico en Caracas, Sir Robert Kerr Porter, firmándose oficialmente el contrato de venta de las minas de Aroa. Estamparon sus firmas al pie del contrato las dos hermanas del libertador, María Antonia Bolívar de Clemente y Juana Bolívar de Palacios, así como su sobrina Felicia Bolívar, casada con el General José Laurencio Silva, en representación de su madre Josefa María Tinoco. Por la otra parte suscribieron los señores Brian Adams y William Ackers, apoderados de los compradores Robert Dent y señor Phillips, compradores de la “Bolívar Mining Association”.

Esto demuestra que no murió pobre, sino robado y privado de sus derechos por los tribunales venezolanos que le debían su existencia y que en reiteradas oportunidades retrasaron y sabotearon el proceso judicial que interpusieron a Simón Bolívar por las minas de aroa desde 1827. Murió estafado por el poder judicial y político de la nación que había liberado; frustrada la venta de las minas a causa de la politización y de la falta de seguridad jurídica que, desde entonces, impera en Venezuela.

No fue por falta de esfuerzos ni de ánimo de su parte. Batalló por Aroa hasta el final, pero de todas sus batallas, ésta fue su peor derrota, a manos de las marramucias judiciales del país que le vio nacer.

El mito de la pobreza ha sido un conveniente burladero, aupado para crearle una credencial innecesaria a Simón Bolívar, que él mismo habría despreciado profundamente y que ha servido para disimular una vergonzosa verdad sobre el sistema judicial que ya comenzaba a manifestarse en la incipiente república. Sus consecuencias azotan a los venezolanos hasta el presente día: Que el Libertador fue la víctima más ilustre, de los internacionalmente notorios dislates de aquello que aún llamamos “justicia” en el país.

Proxima entrega: 

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