Bolívar inició su vida en
la opulencia. De esto no hay discusión, y de las dimensiones de su fortuna
original. Hasta el momento de la Independencia se dedicó en sus tiempos adultos
a gerenciar sus propiedades rurales. Aun con las hordas de Boves surgiendo
desde los llanos con destino a Caracas, Bolívar continuaba activo en negocios
agrícolas. En enero de 1814 compró un trapiche sobre el río Guaire, en una
adquisición que dejó inconclusa al emigrar el 7 de julio de 1814, como consta
de la liquidación de la operación que llevó a cabo el 14 de mayo de 1827.
Sin Embargo esta inmensa
fortuna se vio turbada, pero Bolívar
nunca consideró a la pobreza como un ideal, sufriendo privaciones, aun
extremas, episódicamente entre 1814 y 1821, cuando el Gobierno español le
confiscó sus propiedades. Esas experiencias le resultaron humillantes en
extremo. Después de 1827 pasó por dificultades económicas muy serias, también
por causas políticas, como veremos.
Bolívar, una vez
recuperadas las propiedades temporalmente expropiadas por el Gobierno español,
continuaba siendo un hombre inmensamente rico. Las propiedades rurales de
Bolívar fueron duramente afectadas por las guerras, y sus balances se vieron
fuertemente afectados por la liberación de los esclavos. Pero los bienes
muebles e inmuebles permanecían en su haber, y le brindaban rentas
considerables. Ya antes de mayo de 1821 consta que tenía arrendada la hacienda
de San Mateo a don Tomás Durán.
Desde el final de las
hostilidades, demostró con frecuencia una verdadera angustia por las pérdidas
materiales que habían sufrido sus allegados durante la Independencia, e hizo lo
posible por rectificarlas, frecuentemente tomando de su propio patrimonio para
ello. Ese sentimiento está contenido en su carta a Santander desde Pasto el 14
de mayo de 1823, en que reclama sus haberes militares y dice:
Lo poco que me
queda no alcanza para mi indiligente familia que se ha arruinado por seguir mis
opiniones; sin mí, ella no estaría destruida y, por lo mismo, yo debo
alimentarla.
Las alusiones del
Libertador a la pobreza y ruina de su familia no eran sino relativas al
contexto de su anterior fortuna. Así lo confirma en nueva carta al General
Santander, dirigida desde Lima el 20 de septiembre de 1823 que:
nada falta (en
Lima) sino plata para el que no la tiene, que a mí me sobra con mis ahorros
pasados.
Bolívar, en ninguno de
sus difíciles trances se le conoce la falseada retórica que confunde pobreza
material con humildad personal, para luego transformarla en algo intrínsecamente
encomiable. Sus escritos están llenos de expresiones relacionadas a que la
pobreza se debe sobrellevar con dignidad, sin mendicidades; pero como virtud de
por sí, jamás.
Finalmente Bolívar muestra preocupación
ante las acciones de sus enemigos internos y muestra su interés como
propietario desde poco antes de la batalla de Carabobo. El 5 de julio de 1821
otorga en Caracas poder especial a su sobrino don Anacleto de Clemente y
Bolívar, para el reclamo de sus propiedades; y el 2 de noviembre de 1821 le
escribe desde Bogotá a su sobrino, disponiendo sobre sus propiedades y
diciéndole:
Dile al General Soublette que tenga la bondad de
ver esta carta, para que te proteja en la defensa de mis bienes; pues no es
razón que me quieran quitar lo poco que me ha dejado la revolución. Mañana, que
se hará la paz, dejaré la Presidencia, y no tendré nada de qué vivir, no siendo
mi intención recibir sueldos del Gobierno.
Próxima entrega; Bolívar Se niega y Rechaza “SU PENSION”