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23 de mayo de 2016

Vida Extraterrestre en Venezuela


La Nasa confirmó que un extraño mineral, con características de ser vivo, hallado en una cueva venezolana proviene de Marte en los dominios geográficos del Autana, cerro mítico de los nativos de la Gran Sabana venezolana.

Se trata de un microorganismo exobiológico (del espacio exterior), mitad vegetal y con rasgos minerales el cual increíblemente produce piedras de ópal, un material sílice parecido al vidrio ¡¡¡Un animal que produce minelares preciosos!!! clasificados por la NASA como “Bioespeleotema“.

Esta extraña planta o espécimen extraterrestre, fue hallado en la “Cueva del Fantasma”, un curioso accidente geográfico descubierto en 2.004 por el científico Charles Brewer Carías, en la Guayana venezolana. El nombre científico dado a la especie es bioespelotema o más fácil “arbolitos de vidrio” de origen extraterrestre, que posiblemente se anidaron en la caverna hace miles de años tras la caída de un meteorito. Sólo así se explica la presencia de exte extraño organismo que tiene de cabeza a los científicos de todo el planeta, por ser una especie única y que sólo existe en Venezuela.

Este tipo de minerales vivos, que cuelgan desafiando la ley de la gravedad, sólo existe en Venezuela (foto derecha). Capítulo especial merece la Cueva del Fantasma, definida como la caverna de cuarcita más grande del mundo en dimensión y volumen. Incluso, en uno de sus salones podría aterrizar una avioneta.


La ciencia se ha visto obligada a bautizar la especie como Bioespelotema, palabra compuesta por el prefijo bio, de biológico o ser vivo, y es pelotema, que es lo que define a las formaciones minerales secundarias. Es un término que podría ser entendido como minerales vivos, que sólo se han encontrado en las profundidades de esta cueva venezolana, creciendo en “colonias”, desafiando la gravedad=de abajo hacia arriba, con formas similares a ramas de árboles y sin contacto con agua. Es un organismo extraterrestre que ha habitado durante miles de años en las entrañas del planeta Tierra. Más específicamente, en las profundidades de la selva venezolana.


No es éste un remake de la célebre osadía de Orson Wells que en 1938 hizo temblar a los norteamericanos con su versión radial de La guerra de los mundos y la supuesta invasión marciana. El de ahora es un enunciado científico, cuya conclusión provino de profesionales relacionados con la NASA, agencia espacial estadounidense. 

Se trata de un ser vivo que, al igual que el resto, nace, crece, se reproduce y muere. Aunque es biológico, como una planta, produce una especie de ópalo como si fuera un mineral. La conclusión de la NASA, luego de las pruebas, en su laboratorio ubicado en Madrid, es que se trata de un microorganismo “exobiológico”, que probablemente llegó a través de un meteorito proveniente de Marte. No existe otra evidencia de un ser vivo que produzca ópalo, material sílice semejante al vidrio, cuyo proceso es mineral. El único en el mundo es el encontrado en Venezuela, dentro de una cueva que, hasta hace dos años, permanecía escondida en la majestuosidad del Aprada Tepui, en la Guayana venezolana, y que es tan grande que por sí misma constituye un suceso. La cueva es tan grande, que dentro de ella podría entrar la Cueva del Guácharo y en uno solo de sus salones, el Karen-Fanny, aterrizar y despegar una avioneta. 


Dimensiones tan grandes no se imaginan desde el aire. El único guiño que esta suprema cueva ofrece al mundo exterior es una rendija que se confunde entre las tantas manchas que se observan sobrevolando los tepuyes. Se calcula, que el tamaño de la cueva comp`rende un arco de 120 metros, con un techo de cien metros. Y esa es sólo la entrada, bautizada como Boca del Mamut. Descubrir la cueva le tomó a Brewer-Carías años de paciencia y estudio. La idea de que existía se fue formando desde los años sesenta a través de vistazos hechos desde el aire y de fotografías tomadas durante diferentes vuelos y observadas con un estetoscopio, para armar una imagen tridimensional. Y fue el sábado 27 de marzo de 2004 cuando un grupo de pioneros, formados por Brewer-Carías, su hijo Charles Brewer-Capriles, Federico Mayoral, Luis Carnicero, Francisco Tamayo, Alberto Tovar, Eduardo Wallis, Alejandro Chumaceiro, Alfredo Chacón y los científicos Francisco Delascio, Ricardo Guerrero y César Barrios-Amorós pisaron la cueva por primera vez en milenios. 

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