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31 de octubre de 2016

María Antonia Bolívar Palacios, Mantuana y una Realista leal al rey


Por: R.J.Lovera De-Sola
Noviembre 17,2011.

Comencemos por el principio: que María Antonia Bolívar Palacios (1777-1842) fue persona de intensa vida íntima, de intensos impetus sexuales era asunto conocido, al menos uno de sus romances, a través del Diario de Robert Ker Porter(1777-1842). Sin tratar estos asuntos el perfil humano de María Antonia no estaría completo. Si tales conductas podían ser escandalosos en su tiempo hoy en día las comprendemos perfectamente. Las conocemos hoy con mayor precisión en día gracias a los libros que a la realista caraqueña ha dedicado la historiadora Inés Quintero. Nos referimos a La criolla principal. (Caracas: Fundación Bigott,2003. 164 p.) y a El fabricante de peinetas(Caracas: Alfa,2011. 223 p.).

Perfil de una Criolla
Siempre nos ha parecido un tanto exagerado llamar a María Antonia Bolívar la “criolla principal” por ser mantuana, rica y hermana del Libertador. Es imposible que sea una mujer principal quien le dio las espaldas al proceso central vivido por su patria en los días de su vida. Principal no podía ser nunca quien “jamás se sintió cómoda en la República” como dice la misma Inés Quintero (El fabricante de peinetas,p.159). Principales fueron las madres, esposas, hermanas, novias que empujaron a sus hombres en la acción por la libertad.

Gracias a Inés Quintero, quien nos lo cuenta en sabroso estilo, conocemos la historia personal de la hermana mayor del Libertador, la caraqueña María Antonia Bolívar Palacios, considerada por otra mujer, ser amado de nuestro corazón, “La heroína civil de las mil batallas cotidianas”, pero en cuya biografía aparecen numerosas lagunas, quizá por haber sido mujer difícil y por haber sido constante en su fidelidad a la corona de Madrid en hora de divisiones, una Realista leal al rey, una Mantuana fiel al mundo en que nació y creció. Por ello para la autora de La criolla principal María Antonia fue monárquica hasta 1821, mantuana y conservadora a partir de ese año hasta su deceso. Esas tres actitudes definen su vida, son las tres estancias de su existir.

Parte Inés Quintero de un doble hecho: la carencia de documentos sobre María Antonia y los hechos de partido realista caraqueño. Sobre lo primero anota que la “contradictoria percepción sobre María Antonia, así como la ausencia casi absoluta de información sobre su biografía”(p.7) la llenaron de perplejidad. Y luego añade “y uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es la enorme contradicción que representó para la elite criolla, promotora de la Independencia, romper de manera tan drástica con los valores y principios que había sostenido y defendido en los años precedentes”(p.8).

Por ello fue idea original de Inés Quintero “elaborar un trabajo breve sobre esta singular relación entre una mantuana, enemiga de la Independencia, y su hermano, el Libertador, figura emblemática de la ruptura con España”(p.9). Quiso hacer eso brevemente pero los viejos papeles que encontró la llevaron a escribir una biografía de María Antonia. Así “el material documental que sostiene la investigación es, fundamentalmente, el escrito por María Antonia Bolívar”(p.9).

Son esos documentos los que le permiten trazar los rasgos de María Antonia: nació rica y Mantuana, fue de fuerte y terrible carácter, temeraria la llamó alguna vez su hermano Simón(p.78), intemperante, terca, de arraigadas convicciones conservadoras. Le molestaban mucho “El ambiente de disolución social, el desorden, la ‘altanería de las clases inferiores’, la insufrible ‘arrogancia de los advenedizos’, la desfachatez e ‘impertinencias de los negros”(p.92).

Hija de “una de las más sólidas y poderosas familias de la provincia”(p.17), casó en 1792 con Pablo de Clemente y Palacios(1773-1821), tuvo cuatro hijos. En 1795 su hermano menor Simón, de doce años, se escapó de la casa de su tutor, el hosco tío Carlos Palacios(1762-1805), en donde vivía y se fue a la casa de su hermana mayor. Allí esperaba encontrar los roces del afecto que no tenía donde residía.

Dice Inés Quintero que María Antonia “muy probablemente, fue la única criolla principal que dejó testimonio escrito sobre el difícil y contradictorio proceso que se inició con el desmantelamiento del orden monárquico y finalizó con la disolución de Colombia y la creación de la República de Venezuela”(p.13).

Ella “fue una enemiga ferviente de la república y una entusiasta defensora de los principios monárquicos... En ninguna ocasión manifestó simpatía por la causa emancipadora...mucho menos secundó a su hermano en sus ‘alucinaciones’, ‘imprudencias’ e ‘incautas obstinaciones’...Se mantuvo impertérrita y firme como leal vasalla del Rey de España”(p.15).

Apunta Inés Quintero que María Antonia siempre estuvo en el bando real y sus “representaciones escritas...a las autoridades españolas[eran] para dejarles saber su rechazo a la Independencia y su condena a la dirección política del movimiento por parte de su hermano”(p.9).

Una vez consolidada la independencia y la victoria patriota sobre la armas del monarca en Carabobo(Junio 24,1821). En ese momento, anota Inés Quintero, “La asaltaban las más diversas emociones. Sus sentimientos eran contradictorios. Todos sus padecimientos, los recuerdos infelices, el desasosiego del exilio, las infinitas noches de insomnio, las pérdidas materiales, el fracaso, la remitían de manera directa al nefasto suceso de la Independencia y al jefe de la insurgencia: Simón Bolívar, responsable directo de su infortunio”(p.53). Ya era viuda, “la pensión que recibía del Rey había sido suspendida desde el mismo momento en que los llamados patriotas recuperaron el control del gobierno”(p.53). Su hermana Juana Bolívar Palacios siempre había sido patriota, esposa y madre de oficiales de la república caídos en la lucha, siguió a su hermano Simón al exilio en Haití y luego vivió junto a él en Angostura. No regresó a Caracas, desde Guayana, hasta después del triunfo patriota(1821), quizá en 1822. Y cuando el Libertador vino por última vez a Venezuela en 1826 Juanica, como él la llamaba, estaba esperándolo en Puerto Cabello, el 31 de Diciembre de ese año. Juana al igual que su marido e hijo eran patriotas, su esposo Dionisio Palacios, cuñado de María Antonia y su sobrino, hijo de Juana, habían muerto en el campo de batalla, el primero en Maturín(1814), Guillermo, el vástago, en la batalla de La Hogaza(1817). Uno de los hijos de María Antonia era Anacleto Clemente, este se había unido, hacía tiempo, al ejército de su tío Simón, quien criticaba a María Antonia, en carta a Anacleto, por vivir entre Españoles deshonrando su nombre. “Nada parecía auspicioso para el regreso”(p.53) dice Inés Quintero. Podría quedarse en La Habana bajo las banderas del Rey, Cuba sería española hasta 1898. También pensaba, y ello se impuso: debía volver, reconstituir su patrimonio y reunirse con los suyos.

Pese a lo difícil que podría imaginarse su encuentro con el Libertador primero por escrito y presente en 1827, Bolívar llegó a Caracas el 12 de enero de aquel año, debieron encontrarse el mismo día, hacía trece años que no se veían, pese a todo, la trató bien, con respeto, le encargó diversas gestiones relacionadas con la venta de las Minas de Aroa. María Antonia, o Antonia como la llamada Bolívar, lo enredó todo hasta el colmo que el Libertador quitó de sus manos las gestiones que le había encomendado. María Antonia, esto hay que saberlo bien, era una Mantuana y una mujer acostumbrada al poder de la familia, poder que ahora llevaba en sus manos su hermano menor quien era el Presidente de la República. Y quiso servirse de él, incluso aprovecharlo. 

Ya hemos señalado que María Antonia, ya en Caracas, volvió a recomponer su fortuna. De hecho el mantuanaje había sido abolido por la guerra, pocos entre ellos tenían las fortunas que habían poseído antes de la guerra, su hermana Juana “Vivía arrimada en una casa ajena con su hija Benigna, ya que su casa en la esquina de los Traposos todavía estaba en ruinas como consecuencia del terremoto de 1812”(p.57). Suponemos que aquí se refiere Inés Quintero a otra casa en la esquina de Traposos pues ya entonces la hoy llamada “Casa natal” no era de los hermanos Bolívar Palacios, la habían vendido el 19 de Junio de 1806 a Juan de la Madrid o Madriz.

María Antonia se instaló en su casa de la esquina de Sociedad. Allí vivía su cuñada María Josefa Tinoco(c1783-1853), mujer aunque no esposa de su hermano Juan Vicente, muerto en una naufragio en 1811, madre de sus tres hijos naturales. María Josefa tenía diversos cuartos alquilados para poder sobrevivir, ya que la guerra había agotado todos los recursos y las haciendas no producían nada o sus inquilinos no pagaban sus rentas, incluso el tío Chano, Feliciano Palacios(1763-1838), debía mucho al propio Libertador por los arriendos de unas tierras en Chirgua en la región de Valencia.

Pero la admiración de María Antonia por su hermano, si es que la podemos llamar así dado todo el dolor que le causó, terminó imponiéndose. Pidió al Presidente de la República la repatriación de sus restos cosa que se logró el 17 de Diciembre de 1842, aunque ella no pudo verlo por haber fallecido(Octubre 7) ciento un días antes. Debió ser enterrada en la cripta de la familia Bolívar en la Catedral de Caracas en donde semanas más tarde fue también fueron llevadas las cenizas de de su hermano Simón.

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