Como
ofrecí, hoy concluiremos el drama de Juancho, Dionisia, Barrientos y Vicentico.
En verdad, debería serlo de Juan Vicente, ya que sin ser culpable, era el
responsable de todo lo que sucedía: nepotismo, corrupción, abuso de poder,
torturas, manipulación constitucional... El Benemérito, al igual que Monagas y
todos los déspotas, era de la opinión que "la constitución es un librito
amarillo que se reforma todos los años y se viola todos los días". Siempre
la víctima será Venezuela. No hubo familia venezolana que no sufriera bajo esta
oprobiosa tiranía. Volvamos a nuestra historia:
Foto
clandestina de uno de los presos de La Rotunda, involucrados en la insurrección militar de
1928. Algún día
hablaremos
del Capitán Rafael Alvarado Franco Barrientos,
sobre el cual recaen las máximas sospechas, se acantona en el silencio. Lo
tortura el propio Gobernador Julio Hidalgo que ha remplazado a Juancho. No sé
nada, contesta el hombre. Soy inocente. La culata cae sobre sus lomos. Le
aplican unas drogas norteamericanas que el propio gobernador Hidalgo ha
conseguido con médicos amigos. Nada obtienen las pesquisas. Se apela al cepo de
campaña. Los dedos de Barrientos ya estallan. Pero la garganta sigue
silenciosa. Se le cuelga de una cuerda. No hay palabra. La homosexualidad
celosa y la gloria de la venganza cierran aquellos labios. La valentía es
siempre reflejo de una gran pasión, la calidad del motivo no tiene relevancia.
Poco importa la causa para la psicología de la tortura. Se resiste por un amor desviado
o por un ideal. El que atormenta sólo obtiene en los casos una viruta de
silencio. Barrientos no habla. Sólo un día dice a Hidalgo. Al general Gómez
diré la verdad.
La
petición llega a los oídos del general. Pero Gómez conoce una investigación
hecha en la Auditoría del Ejército por Ovidio Pérez Ágreda que revela la
homosexualidad de Juancho. Y un profundo miedo embarga al dictador. Es la
verdad del hermano marico que, como un bofetón, le arrojaría Barrientos a la
cara. Ninguna humillación habría sido más grande para el tirano. Destruyan el
expediente, ha dicho Gómez a Pérez Ágreda. Que nadie sino vos, Ovidio, conozca
esta verdad.
Pérez
Ágreda ama a Gómez como si fuera su padre, con auténtica vocación filial. Y sus
manos destruyen el expediente. A Barrientos, sentencia Gómez, ni lo dejan en La
Rotunda, ni lo llevan a otra cárcel. Es la orden de liquidarlo. Y aquel
homosexual celoso muere a manos de los sicarios con un secreto que es para él
compromiso y pasión más allá de la sangre y de los nervios.
Completaremos
ahora la historia narrada por Domingo Alberto Rangel con datos complementarios
tomados del libro 20 crímenes inolvidables (Panapo, Caracas, 1988), del
escritor y abogado Ramón Urdaneta, que da muchos detalles adicionales sobre los
hechos y los protagonistas. Seamos breves y comencemos por los otros detenidos,
a quienes se les suministró escopolamina y apomorfina. Primero Mujica, quien
suministro el guarapo de papelón caliente adobado con somníferos:
Encarnación
Mujica: A Encarnación Mujica- primo del capitán Barrientos- lo traicionó el
subconsciente, por el aspecto miedoso y las pulsaciones, que le llegaron a 130
por minuto al ser detenido, y desde allí comenzó a formarse el ovillo, que se
tejió durante un mes, con sus noches;
Rafael
Andara: Y el duro coriano, sargento de guardia Rafael Andara, a quien nada
intimida, ni siquiera los hipnóticos "sueros de la verdad" que
aplican a los detenidos, resiste los dolores y la desesperación con una
voluntad de hierro que le abraza. Sobre Andara insisten u na y otra vez, sin
resultados, porque la ropa, aquella que usó durante la noche del crimen, tenía
dos manchas "cerca de la rodilla del pantalón", que en la experticia
resultaron ser de sangre;
¿Y
los otros personajes? ¿Quién era el zagaletón que se levantó primero a
Barrientos y luego a Juancho? El nombre no aparece por ningún lado. Es como un
fantasma. Fedosy Santaella, en su novela lo apellida Saldivia, pero eso es sólo
licencia literaria. Don Ramón Urdaneta, cuando lo menciona, tampoco lo nombra y pone un signo de
interrogación. Tal vez no sabía de dónde su fuente había tomado el dato:
...
mientras el asesino con saña castiga en el compromiso para vengar la muerte de
Margarita, para eliminar el obstáculo creado al vicentismo y, por encima de
ello, coincidencialmente, para cobrar la afrenta celosa debida al rapto de
aquel "zagaletón" -puertorriqueño (?)-, "era la pasión de
Barrientos"- que sin mediar causales le había sido arrebatado por don
Juancho...
Las
negritas son mías. ¿Puertorriqueño? ¿De dónde sale? ¿Logró escapar? ¿Será que
Vicentico y Dionisia contactaron con exiliados en Puerto Rico el envío de un
catamita? Hay una nota procedente de algún agente de Gómez en Nueva York, tal
vez el cónsul, sobre el tema; la incluye Francisco Salazar Martínez en su libro
Tiempo de compadres (Librería Piñango, Caracas, 1972) La carta está fechada 20
de septiembre de 1923:
Ayer
le puse un cable en clave en el cual le participaba lo que había descubierto
con la agencia de detectives, la mejor que hay en el mundo, sobre el asesinato;
hoy quiero ampliarle los detalles que tengo sobre el particular (...) El plan
de asesinato del general Juancho Gómez es obra de los revolucionarios y fue
tratado en Puerto Rico en un lugar
llamado Sabana Seca, entre dos generales, probablemente Castro y Leopoldo
Baptista...
Estaba
equivocado el corresponsal, o actuaba en lo que creía era su conveniencia. Tal
vez los detectives estaban cobrando por inventar historias. Para esa fecha el
Benemérito ya tenía todo bien claro. Cuando llegue noviembre Barrientos, Mujica
y Andara son ya cadáveres ambulantes. Volvamos a los personajes que faltan para
concluir.
Dionisia
Bello: Desparecido el juanchismo, Dionisia Bello -nos dice Urdaneta-,
mordiéndose los labios salió desterrada hacia Francia, para morir allá.
Ramón
J. Velásquez, en su obra Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez
(Ediciones Centauro, Caracas, 1989) pone
en boca del benemérito:
Y
tuve que decirle a Dionisia que se fuera para Europa y le compré un castillo en
Francia. Y entonces reduje las Vicepresidencias a una sola y dejé a José
Vicente, pero el 28, la señora de José Vicente no se aguantaba y en su casa se
hablaba mal de mi, que si yo era viejo, que si era anticuado, que si eran otros
los tiempos, y ya José tenía su corte y sus contraseñas; yo les dije a mis
edecanes antes de febrero del año 28 que con los edecanes de José no debían
tener ninguna confianza y ello creyendo que yo estaba perdiendo el cerebro,
pero era que yo sabía y además había alguien que se lo contaba al compadre
Pimentel y el compadre Pimentel me lo contaba a mí. Y vino lo que vino y tuve
que llamar a José y decirle que se quitara el uniforme y que se fuera para
Europa y que yo había acabado con la Vicepresidencia y con la Inspectoría del
Ejército y así se lo comuniqué al Congreso para que reformara la Constitución y
acabara con la Vicepresidencia, y Rafael María acompañó a La Guaira a José y
José quiso volver pero yo no lo creí conveniente, pues José Ignacio Cárdenas me
informaba de sus andanzas y se complicó y murió en Suiza. Trajimos el cadáver y
yo fui a la iglesia y antes de que cerraran la urna le di mi bendición. Al fin
y al cabo era mi hijo, él no tuvo la culpa sino de su debilidad con su
señora...
¿Qué
pasó luego con la bella y viuda Josefina Revenga? Una vez en Venezuela el amor
y la plata llamaron a su puerta. Luego de que el patriarca la autorizara, casó
con Pedro Tinoco Smith, padre de Pedro Tinoco hijo, el banquero desarrollista.
Ajá!
Falta
uno más. El general y dentista Julio Hidalgo, el Gobernador que torturaba a
diestra y siniestra y apretaba, pero no ahogaba, tuvo un fin feo. "Este
tenebroso personaje -nos dice Ramón Urdaneta-, fue asesinado a tiros en 1932,
en Caracas, entre San Francisco y Sociedad, por el coronel Arístides Galavís, a
quien Hidalgo había torturado salvajemente a raíz del crimen de don
Juancho".
Para
quien desee leer un buen libro sobre Juan Vicente Gómez, el más recomendable, a
mi juicio, es Gómez, el tirano liberal (Anatomía del poder), de Manuel
Caballero (Alfadil Ediciones, Caracas, 2003). Se le consigue aún con facilidad
en las librerías. Buen provecho.
El
Presidente Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y
Marina en un acto público. Al
final Eleazar se convirtió en el heredero del coroto y supo encauzar a
Venezuela hacia un régimen de libertades y
progreso. Cosas del destino; del fondo de los males, salen los bienes