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23 de octubre de 2016

Sabias de las historias de Sexo, pasión y muerte en Miraflores IV

Como ofrecí, hoy concluiremos el drama de Juancho, Dionisia, Barrientos y Vicentico. En verdad, debería serlo de Juan Vicente, ya que sin ser culpable, era el responsable de todo lo que sucedía: nepotismo, corrupción, abuso de poder, torturas, manipulación constitucional... El Benemérito, al igual que Monagas y todos los déspotas, era de la opinión que "la constitución es un librito amarillo que se reforma todos los años y se viola todos los días". Siempre la víctima será Venezuela. No hubo familia venezolana que no sufriera bajo esta oprobiosa tiranía. Volvamos a nuestra historia:

Foto clandestina de uno de los presos de La Rotunda, involucrados en la insurrección militar de 1928. Algún día
hablaremos del Capitán Rafael Alvarado Franco Barrientos, sobre el cual recaen las máximas sospechas, se acantona en el silencio. Lo tortura el propio Gobernador Julio Hidalgo que ha remplazado a Juancho. No sé nada, contesta el hombre. Soy inocente. La culata cae sobre sus lomos. Le aplican unas drogas norteamericanas que el propio gobernador Hidalgo ha conseguido con médicos amigos. Nada obtienen las pesquisas. Se apela al cepo de campaña. Los dedos de Barrientos ya estallan. Pero la garganta sigue silenciosa. Se le cuelga de una cuerda. No hay palabra. La homosexualidad celosa y la gloria de la venganza cierran aquellos labios. La valentía es siempre reflejo de una gran pasión, la calidad del motivo no tiene relevancia. Poco importa la causa para la psicología de la tortura. Se resiste por un amor desviado o por un ideal. El que atormenta sólo obtiene en los casos una viruta de silencio. Barrientos no habla. Sólo un día dice a Hidalgo. Al general Gómez diré la verdad.

La petición llega a los oídos del general. Pero Gómez conoce una investigación hecha en la Auditoría del Ejército por Ovidio Pérez Ágreda que revela la homosexualidad de Juancho. Y un profundo miedo embarga al dictador. Es la verdad del hermano marico que, como un bofetón, le arrojaría Barrientos a la cara. Ninguna humillación habría sido más grande para el tirano. Destruyan el expediente, ha dicho Gómez a Pérez Ágreda. Que nadie sino vos, Ovidio, conozca esta verdad.

Pérez Ágreda ama a Gómez como si fuera su padre, con auténtica vocación filial. Y sus manos destruyen el expediente. A Barrientos, sentencia Gómez, ni lo dejan en La Rotunda, ni lo llevan a otra cárcel. Es la orden de liquidarlo. Y aquel homosexual celoso muere a manos de los sicarios con un secreto que es para él compromiso y pasión más allá de la sangre y de los nervios.

Completaremos ahora la historia narrada por Domingo Alberto Rangel con datos complementarios tomados del libro 20 crímenes inolvidables (Panapo, Caracas, 1988), del escritor y abogado Ramón Urdaneta, que da muchos detalles adicionales sobre los hechos y los protagonistas. Seamos breves y comencemos por los otros detenidos, a quienes se les suministró escopolamina y apomorfina. Primero Mujica, quien suministro el guarapo de papelón caliente adobado con somníferos:

Encarnación Mujica: A Encarnación Mujica- primo del capitán Barrientos- lo traicionó el subconsciente, por el aspecto miedoso y las pulsaciones, que le llegaron a 130 por minuto al ser detenido, y desde allí comenzó a formarse el ovillo, que se tejió durante un mes, con sus noches;

Rafael Andara: Y el duro coriano, sargento de guardia Rafael Andara, a quien nada intimida, ni siquiera los hipnóticos "sueros de la verdad" que aplican a los detenidos, resiste los dolores y la desesperación con una voluntad de hierro que le abraza. Sobre Andara insisten u na y otra vez, sin resultados, porque la ropa, aquella que usó durante la noche del crimen, tenía dos manchas "cerca de la rodilla del pantalón", que en la experticia resultaron ser de sangre;

¿Y los otros personajes? ¿Quién era el zagaletón que se levantó primero a Barrientos y luego a Juancho? El nombre no aparece por ningún lado. Es como un fantasma. Fedosy Santaella, en su novela lo apellida Saldivia, pero eso es sólo licencia literaria. Don Ramón Urdaneta, cuando lo menciona,  tampoco lo nombra y pone un signo de interrogación. Tal vez no sabía de dónde su fuente había tomado el dato:

... mientras el asesino con saña castiga en el compromiso para vengar la muerte de Margarita, para eliminar el obstáculo creado al vicentismo y, por encima de ello, coincidencialmente, para cobrar la afrenta celosa debida al rapto de aquel "zagaletón" -puertorriqueño (?)-, "era la pasión de Barrientos"- que sin mediar causales le había sido arrebatado por don Juancho...

Las negritas son mías. ¿Puertorriqueño? ¿De dónde sale? ¿Logró escapar? ¿Será que Vicentico y Dionisia contactaron con exiliados en Puerto Rico el envío de un catamita? Hay una nota procedente de algún agente de Gómez en Nueva York, tal vez el cónsul, sobre el tema; la incluye Francisco Salazar Martínez en su libro Tiempo de compadres (Librería Piñango, Caracas, 1972) La carta está fechada 20 de septiembre de 1923:

Ayer le puse un cable en clave en el cual le participaba lo que había descubierto con la agencia de detectives, la mejor que hay en el mundo, sobre el asesinato; hoy quiero ampliarle los detalles que tengo sobre el particular (...) El plan de asesinato del general Juancho Gómez es obra de los revolucionarios y fue tratado en  Puerto Rico en un lugar llamado Sabana Seca, entre dos generales, probablemente Castro y Leopoldo Baptista...
Estaba equivocado el corresponsal, o actuaba en lo que creía era su conveniencia. Tal vez los detectives estaban cobrando por inventar historias. Para esa fecha el Benemérito ya tenía todo bien claro. Cuando llegue noviembre Barrientos, Mujica y Andara son ya cadáveres ambulantes. Volvamos a los personajes que faltan para concluir.

Dionisia Bello: Desparecido el juanchismo, Dionisia Bello -nos dice Urdaneta-, mordiéndose los labios salió desterrada hacia Francia, para morir allá.
Ramón J. Velásquez, en su obra Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez (Ediciones Centauro, Caracas, 1989)  pone en boca del benemérito:

Y tuve que decirle a Dionisia que se fuera para Europa y le compré un castillo en Francia. Y entonces reduje las Vicepresidencias a una sola y dejé a José Vicente, pero el 28, la señora de José Vicente no se aguantaba y en su casa se hablaba mal de mi, que si yo era viejo, que si era anticuado, que si eran otros los tiempos, y ya José tenía su corte y sus contraseñas; yo les dije a mis edecanes antes de febrero del año 28 que con los edecanes de José no debían tener ninguna confianza y ello creyendo que yo estaba perdiendo el cerebro, pero era que yo sabía y además había alguien que se lo contaba al compadre Pimentel y el compadre Pimentel me lo contaba a mí. Y vino lo que vino y tuve que llamar a José y decirle que se quitara el uniforme y que se fuera para Europa y que yo había acabado con la Vicepresidencia y con la Inspectoría del Ejército y así se lo comuniqué al Congreso para que reformara la Constitución y acabara con la Vicepresidencia, y Rafael María acompañó a La Guaira a José y José quiso volver pero yo no lo creí conveniente, pues José Ignacio Cárdenas me informaba de sus andanzas y se complicó y murió en Suiza. Trajimos el cadáver y yo fui a la iglesia y antes de que cerraran la urna le di mi bendición. Al fin y al cabo era mi hijo, él no tuvo la culpa sino de su debilidad con su señora...

¿Qué pasó luego con la bella y viuda Josefina Revenga? Una vez en Venezuela el amor y la plata llamaron a su puerta. Luego de que el patriarca la autorizara, casó con Pedro Tinoco Smith, padre de Pedro Tinoco hijo, el banquero desarrollista. Ajá!

Falta uno más. El general y dentista Julio Hidalgo, el Gobernador que torturaba a diestra y siniestra y apretaba, pero no ahogaba, tuvo un fin feo. "Este tenebroso personaje -nos dice Ramón Urdaneta-, fue asesinado a tiros en 1932, en Caracas, entre San Francisco y Sociedad, por el coronel Arístides Galavís, a quien Hidalgo había torturado salvajemente a raíz del crimen de don Juancho".

Para quien desee leer un buen libro sobre Juan Vicente Gómez, el más recomendable, a mi juicio, es Gómez, el tirano liberal (Anatomía del poder), de Manuel Caballero (Alfadil Ediciones, Caracas, 2003). Se le consigue aún con facilidad en las librerías. Buen provecho.

El Presidente Juan Vicente Gómez y Eleazar López Contreras, Ministro de Guerra y Marina en un acto público. Al final Eleazar se convirtió en el heredero del coroto y supo encauzar a Venezuela hacia un régimen de libertades y progreso. Cosas del destino; del fondo de los males, salen los bienes

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