Seguimos con esta historia de poder totalitario, corrupto y nepótico con
una familia disfuncional. Debería servir de lección para los políticos de
siempre. La cosas, que ya están feas por la rivalidad entre los juanchistas y
los vicentistas, se ponen color de hormiga a medida que avanza 1923. Que nos
siga contando Domingo Alberto Rangel, quien nos da una buena versión de los
hechos, en particular el fatal conflicto entre Dionisia y Juancho:
"En uno de sus fundos en Maracay, Gómez recibe el saludo de un
diplomático, en presencia del Jefe de
sus Edecanes, de Santos Matute Gómez, Itriago Chacín, Eleazar López
Contreras y Efraín González, los tres
últimos miembros del Gabinete Ejecutivo". (Luis Cordero Velásquez. Gómez y las fuerzas
vivas)
Santos Matute Gómez -detrás del Benemérito-, unos años antes de esta
foto, había pretendido la mano de Margarita Torres, hija de Dionisia Bello. Las consecuencias
de la ruptura del noviazgo fueron fatales.
Dionisia Bello tiene una hija de su matrimonio en el Táchira llamada
Margarita Torres. Es bella la mujer. De
sus encantos se ha prendado Santos Matute Gómez, miembro del viejo clan que ha
venido del Táchira. Margarita ha visitado a Santos cuando éste desempeñaba la
Presidencia del Estado Zulia. Hay promesas de matrimonio. Santos consulta a
Juancho. Vos si serás pingo, le contesta el primo. ¿No ves que Margarita es una
perdida? El otro palidece. Aquello constituye una afrenta a su honor. Tener
relaciones y desposar a una perdida es el colmo de la necedad para hombres cuyo
machismo es el primer atributo del señorío. ¿Cómo lo probás? Yo me he acostado
con ella. El matrimonio queda desbaratado. Pero días después, Dionisia Bello
irrumpe en Miraflores. calumniador, miserable, las palabras salen lentas pero
cargadas de cólera como lava de estornudo volcánico Me las vas a pagar, termina
la mujer, con la amenaza vengativa que ya no es palabra sino fulgor de ojos y
espuma de labios enfriados por el goce de su determinación.
Margarita Torres cae de un balazo. El espejo que tenía en la mano rueda
hacia el suelo. Y un hilo de sangre le mancha las sienes. Estaba acicalándose
en su cuarto cuya ventana se abre hacia la calle. Nadie sabe de dónde vino la
bala. Dionisia Bello cree que su hija se ha suicidado porque es la versión que
acalla el escándalo. Y aquello acrecienta su odio hacia Juancho Gómez. La
muchacha se ha matado porque Juancho la privó de su honor. Entre tanto, Juan C.
Gómez, se ha prendado de un zagaletón que era la pasión de Barrientos, también
aficionado a la homosexualidad. Dionisia Bello conoce la fiera cólera de celos
que aborrasca el pecho de Barrientos. ¿Y por qué no valernos de este carajo
para liquidar a Juancho? Barrientos acepta. Pero mucho cuidado. No vas a
hablar. Dionisia llama al hijo que es Inspector General del Ejército. Mamá,
cómo vas a hacer eso. Tonto, si desaparece Juancho vos serás Presidente. Y el
hijo se deja traicionar por sus propias ambiciones. Dionisia vuelve a
Miraflores. Pacto de sangré, sabés, Barrientos. No hablás. Pacto de sangre.
Dionisia y Barrientos van a vengar sus agravios. Y José Vicente encontrará el
camino de su ascenso definitivo en aquel crimen.
Las cosas se complican. ¡Qué gente más torcida! Margarita estaba ya, según el criterio de la
época, "quedada" o solterona... Se le iba el último tren en la
persona de un viejo solterón también. El primo Santos no era un muchacho, pero
comía casquillo con facilidad. Por algún lado leí que, luego de la conversación
con Juancho, Santos se largó a Los Teques hecho una furia e insultó a las dos
damas llamándolas de muérganas para abajo. Me imagino que el poco caballeroso
comentario de Juancho tiene que ver con el equilibrio de poder en el clan; se
siente la mano de Eustoquio en el asunto. Si Santos casaba con Margarita,
entraba a fortalecer al grupo vicentista. ¿Una perdida? Lo dudo.
Lleguemos a los hechos:
Detrás a su derecha, el siempre fiel Coronel Tarazona.
Juancho ha ido la noche del 9 de junio de 1923 al teatro Olimpia donde
hay una revista. Allí se exhibe con Vito Modesto Franklin quien luce corbata
floreada, pantalón azul, chaqueta roja y zapatos de dos tonos. Es el figurín de
la ciudad y Juancho ama aparecer junto a él para darse aires de tolerantes con
las extravagancias. Vito Modesto, como árbitro de la moda, es personaje que
baña de popularidad a quienes se le acerquen. A medianoche Juancho regresa a
Miraflores. Encarnación Mujica le suministra un soporífero en el guarapo que
don Juancho, fiel a las costumbres andinas, bebe antes de dormir. Después
vienen las veintisiete puñaladas que le infiere Isaías Barrientos. Dionisia
Bello, vestida de hombre, vigila de cerca los pasos de su cómplice. Y Juancho pasa a la
eternidad.
El crimen es descubierto por una doméstica. Llaman a Tarazona que
prepara en ese momento frente a Miraflores, un jugo de naranja para Juan
Vicente. El indio regresa atónito. Don Juancho, lo mataron. Juan Vicente va a
Miraflores. Ve al hermano inmóvil. Detengan a toda la guardia de palacio.
Barrientos, Mujica y Andara, los ejecutores materiales pasan a La Rotunda y con
ellos inocentes oficiales de la guarnición de Miraflores. José Vicente se ha
paseado la noche del crimen por lugares notorios de Caracas. Es la coartada.
Pero tiene que liquidar a un oficial de Los Teques que se asusta una vez
perpetrado el homicidio. Era el oficial que había acompañado hasta Caracas a
Dionisia Bello disfrazada de hombre.
Unas pocas palabras antes de terminar el capítulo de hoy. Indudablemente
doña Dionisia tenía tabaco en la vejiga. Ella vivía en el sector El Llano de
Los Teques. Eso de trasladarse de madrugada (a las 3 a.m. se consumó el hecho)
hasta Caracas para asegurarse de que se cumpla la venganza dice mucho de ella,
su fiereza y su rencor. Hay también otros detalles que Rangel no menciona, pero
que son esclarecedores y abren otras interrogantes. Muchas cosas pasaron
después con los presos y los esbirros; la valentía y silencio de Isidro
Barrientos ante la crueldad de sus verdugos; la caída en desgracia y exilio
dorado de Dionisia, etc. De eso hablaremos mañana.
CONTINUARÁ: Capitulo IV