El 22 de julio de 1951, un cohete sonda V-1B (un misil R-1 modificado) despegó desde Kapustin Yar alcanzando los 101 km de altura. A bordo viajaban los perros Tsigan y Dezik, los primeros en superar la frontera del espacio. Poco después, la cápsula aterrizaba con los canes en perfecto estado de salud. Los temibles rayos cósmicos y el breve periodo de ingravidez no parecían ser un obstáculo insuperable de cara a los vuelos tripulados. La viabilidad del proyecto VR-190 había quedado demostrada.
los perros Тsigan y Dezik con Koroliov (en medio, con sombrero) (Novosti Kosmonavtiki). Tsigan y Dezik no serían los últimos seres vivos en alcanzar el espacio. Les seguirían varios vuelos de pruebas en distintos misiles R-2 y R-5 modificados (V-2A, V-2B y V-5A). La posibilidad de mandar un hombre al espacio en una trayectoria suborbital volvió a ser seriamente sopesada por varias instituciones soviéticas. Vladímir Yazdovski, médico encargado de la selección de perros para vuelos espaciales, llegó a sopesar la posibilidad de crear un cuerpo de cosmonautas, idea que recibió el apoyo del Mariscal de la Fuerza Aérea Pável Zhigarev. Pero Koroliov volvió a oponerse al proyecto. Ahora tenía entre manos el desarrollo del cohete R-7, que debía convertirse en el primer misil intercontinental de la historia.
Con este lanzador, el Ingeniero Jefe sabía que los vuelos orbitales estarían al alcance de la mano y no iba a perder el tiempo con simples “saltos” balísticos. Habría que esperar a 1959 para ver la creación del primer cuerpo de cosmonautas soviéticos. Curiosamente, los Estados Unidos no compartían el recelo de Koroliov hacia los vuelos tripulados suborbitales. De hecho, las dos primeras misiones espaciales del programa Mercury serían precisamente lanzamientos balísticos de este tipo con el fin de ahorrar tiempo y dinero.
Cápsulas de animales para vuelos suborbitales
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