Hoy vamos a tratar un tema que la historia oficial no trata por que rompería con todo lo que creemos sobre el origen de la civilización. Hablaremos de los extraordinarios conocimientos astronómicos que poseían los sumerios. Los sumerios son considerados por la arqueología oficial como la primera y mas antigua de las civilizaciones humanas. Su origen se remonta al 4500 A.C., es decir hace mas de 6500 años y la primera de las ciudades que fundaron se llamó Eridú.
Esta primera civilización no se limitó a desarrollar la escritura, agricultura, ganadería y a hacer simples vasijas de cerámica como correspondería a unos humanos que acaban de salir del Paleolítico, sino que extrañamente desarrollaron todos los campos. Poseían un sistema de numeración posicional (muy superior al sistema romano). Cultivaron las matemáticas, música, medicina, inventaron la rueda y los carros, la imprenta, la metalurgia, la navegación, el primer código legal, etc) y en el campo de la astronomía alcanzaron cotas de conocimiento imposibles, que ellos atribuyen a las enseñanzas de unos visitantes venidos del cielo a los que apodaban “los vigilantes”. De hecho el significado de SUMER es “tierra de los vigilantes”. También la palabra egipcia para ser “divino” era NTR que significa “el que vigila”. Estos seres llegados del espacio eran considerados sus “dioses” y según nos cuentan los escribas de las miles de tablillas encontradas en Nínive, pertenecían a una raza extraterrestre llamada “Annunaki”, de un lejano planeta llamado “Nibiru”. Annunaki significa “ los que del cielo a la tierra vinieron”. Estos mismos seres son referidos en la Biblia como los Anakim. En la Torá, el Talmud y en el Cap. 6 del Genesis se les llama también “Nefilim” que en hebreo significa “los que han bajado de los cielos a la tierra”. A esta raza tambien se refieron los griegos como “Annodoti”.
Podemos dar mayor o menor crédito a esta fantástica historia extraterrestre, pero antes de considerarla como simple mito o leyenda, echemos un vistazo al conocimiento astronómico de los sumerios y pensemos en lo extraño que es que una civilización recién salida del paleolítico conociese esta información. El conocimiento que poseían debía de ser heredado de una civilización anterior o por qué no, de extraterrestres.
En primer lugar tenían conocimiento de que el sol (y no la tierra) estaba situado en el centro del sistema solar, y que los planetas orbitaban alrededor del él. Esto además lo reflejan en sus representaciones del sistema solar, donde el sol figura en el centro y todos los planetas están representados por su tamaño relativo. No pintan a la Tierra en el centro. Esta representación se puede observar en el sello cilíndrico VA243, llamado así porque es el elemento número 243 de la colección del Museo Vorderasiatische de Berlin. Inicialmente había detractores sobre el posible conocimiento heliocéntrico de los sumerios pero la descripción que hacen los sumerios de los diferentes planetas es espectacular, tal y como veremos a continuación, por lo que sin lugar a dudas el conocimiento sumerio sobrepasa cualquier posible casualidad.
En el mapa se observan dos diferencias muy significativas con el sistema solar actual y tienen que ver con una historia que ellos mismos cuentan, llamada “Epopeya de la Creación”. En la representación a plutón no se le muestra junto a neptuno sino entre Saturno y Urano y los textos sumerios indican que plutón fue un satélite de saturno que se soltó y llegó a alcanzar su propio destino en su orbita independiente. También aparece la luna representada .Consideraban que también estuvo a punto de alcanzar su propia orbita pero al final no pudo ser como veremos en la “Epopeya de la Creación”. Y por último aparece un misterioso planeta “extra” del que también hablaremos: el planeta “Nibiru” (que significa “planeta de cruce”)
Puesto que las órbitas de Venus y la Tierra están prácticamente en el mismo plano, Venus nos “adelanta” en su órbita pasando entre nosotros y el Sol, haciendo imposible verlo durante unos días. La ocultación del planeta Venus, se produce cada 1.460 años en el mismo punto. Estos precisos conocimientos, están registrados en las tablillas sumerias (en los restos de la Biblioteca del Rey Asurbanipal encontrados en la antigua ciudad mesopotámica de Ninive)
Conocían el cinturón de asteroides que se encuentra entre Marte y Júpiter y poseían una teoría sobre su formación compatible con las teorías actuales, descrita en la “Epopeya de la creación”. A este cinturón se referían como el “brazalete repujado” del sol (al Sol lo llamaban “Apsu”)
Los sumerios hablan del cinturón de asteroides y explican su formación. Sabían que Urano, un planeta solo visible a través del telescopio era de color verde azulado, Urano además esta recubierto de un océano de agua que se mantiene en estado liquido gracias al calor que emana del núcleo del planeta. La descripción sumeria es “un planeta acuoso y verde azulado”. Nosotros aprendimos esto en 1986, cuando el Voyager 2 pasó junto a este planeta. Los sumerios no construyeron telescopios, ni sondas ni naves espaciales por lo que todo apunta a que se trata de un conocimiento “heredado” de alguien que les transmitió ese conocimiento (quizás una civilización anterior o incluso una civilización extraterrestre)
Describían a Neptuno como un planeta gemelo de Urano en tamaño, color y contenido de agua. Sabían que neptuno era verde azulado, y nosotros lo hemos sabido en 1989, cuando la sonda Voyager 2 paso junto a Neptuno y nos envió imágenes y datos de este planeta, de color aquamarina. Hasta entonces solo podíamos observarlo mediante telescopios como un punto luminoso. Para verlo hace falta un telescopio y por ello no fue hasta 1846 cuando fue descubierto, pero los sumerios por lo visto ya lo conocían. Aparte de su acertado color, los sumerios describen a Neptuno, como un planeta acuoso y con manchas de vegetación cenagosa. En efecto pudimos constatar mediante la sonda Voyager 2 que Neptuno es un planeta azul verdoso con manchas de coloración amarillo verdoso que según NASA sugieren la existencia de profundas lagunas de lodo orgánico y además gracias a las lecturas que hizo el voyager 2 de su temperatura aprendimos que posee un núcleo rocoso sobre el cual flota una capa pastosa de hielo acuoso.
Ambos planetas se pueden considerar gemelos tal como los describían los sumerios, ya que poseen el mismo color, tamaño, y contenido de agua pero además, su ángulo de rotación es casi idéntico y inusualmente extremo respecto del resto de planetas (50 y 58 grados respectivamente). También se parecen en la duración de sus días, ambos de 16 horas. En definitiva, los sumerios acertaron al describirlo como planetas “gemelos”
Aparte de inventar conceptos astronómicos como los polos, los ejes de rotación, la eclíptica, los equinoccios y los solsticios, conocían la “Precesión de los equinoccios”, un ciclo de 25920 años en los que todo el sistema solar gira alrededor de Alción, sol central de las pléyades. Dividieron ese ciclo en 12 cuadrantes o eras de 2160 años de duración y a cada cuadrante lo simbolizaron con un signo zodiacal, en función de la constelación que se visualizaba en la posición por la que sale el sol al amanecer en cada era. Los ciclos de tiempos que manejaban no solo eran extraordinariamente grandes, sino extraordinariamente precisos y exigían minuciosas observaciones del cielo de cientos o miles de años, impropios para una sociedad que acaba de salir del paleolítico.
Los sumerios ya sabían que el sol orbita a la estrella Alcion cada 25920 años
Cuando los historiadores se encontraron con los textos del filósofo griego Hiparco, en los que habla de la presesión de los equinoccios, los expertos se preguntaron como pudo enterarse de algo que requiere de observaciones de un ciclo de 2160 años. Ahora sabemos que su fuente fue sumeria
En sus tablillas, establecen el año cero en nuestro 10928 AC, en la era de Leo, coincidiendo con el supuesto diluvio. y hablan de textos existentes antes del diluvio, por lo que ya en el 11.000 AC nos están diciendo que había escribas, algo sorprendente.
La epopeya de la creación
Uno de los textos más largos, escrito en varias tablas, es el llamado Enuma Elish o “La Epopeya de la Creación” , donde nos cuentan la historia de cómo se formó el sistema solar, cómo era originalmente y como se transformó en lo que hoy conocemos gracias a la interacción con un planeta “intruso” llamado Nibiru.
Según la historia sumeria, en el sistema solar inicial no existía la Tierra (“Ki”) sino un planeta primigenio muchisimo mayor llamado “Tiamat” y la Luna (a la que llamaban “kingu”) aun no estaba presente. En este primitivo sistema solar, plutón (al que llamaban “Gaga”) no era un planeta independiente sino una luna de Saturno. los planetas y su nombre sumerio
A este primitivo sistema solar cuentan que llegó un planeta capturado por el sol en una orbita de 3600 años de duración. Un planeta que orbitaba en sentido contrario al resto de planetas. Este extraño planeta es “Nibiru”, al que también llaman “Marduk”. A pesar de poseer una orbita tan alejada del Sol, su atmósfera y el calor interno que genera permite a sus habitantes (los Annunaki) vivir en él.
En una de sus primitivas interacciones con el sistema solar, Marduk fue afectado por el tirón gravitatorio de Neptuno y ello le produjo una protuberancia que finalmente se transformó en 4 lunas. Además, en esta interacción con Neptuno cambio algo su trayectoria y se dirigió hacia zonas mas internas del sistema solar, armado con 4 lunas.
Cuando Marduk se acercó a Tiamat, su atracción gravitatoria le despojó de algunos trozos y se crearon 11 lunas en Tiamat, la mas grande de ellas era “Kingu”, que se convertiría en nuestra actual Luna como veremos. Pues bien, Marduk volvió a pasar junto a Tiamat y en este caso, una de las 4 lunas de Marduk (llamada "viento norte") colisionó con tal fuerza contra Tiamat, que lo partió en dos, una mitad quedó tan destruida en fragmentos que no se volvió a recomponer y constituye el actual cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter. La otra mitad se transformó en la Tierra (“Ki”) y Kingu (nuestra luna) se quedó atada a nuestro planeta. Además, La Tierra entonces cambió a una órbita mas cercana al Sol. Desde entonces Marduk ( o Nibiru, pues se refieren a el con ambos términos) vuelve a pasar por nuestro sistema solar cada 3600 años.
Una luna de Marduk colisiona con Tiamat, creando el cinturon de asteroides y a nuestra Tierra.
Esta historia es compatible con lo que la ciencia sabe hoy del sistema solar. Las teorías actuales de la formación del sistema solar incluyen hipótesis similares para la formación del cinturón de asteroides, y para el diferente plano orbital que presenta plutón respecto del resto de planetas. También explicaría el motivo por el cual Tritón, una luna de Neptuno, orbita en dirección opuesta a la del planeta y a la de todos los planetas del sistema solar (todos orbitan en dirección contraria a las agujas del reloj, salvo este astro). Las explicaciones incluyen una interacción con un gran astro en dirección opuesta.
Por otro lado, la “Ley de Bode” que permite calcular como se configuran los sistemas solares estables, establece que debió haber un planeta entre Marte y Júpiter de al menos dos veces el tamaño de la Tierra. Esto se corresponde a la perfección con Tiamat, el planeta del que hablan los antiguos sumerios. La Luna, de la que siempre se ha dicho que posee un enorme y extraordinario tamaño en comparación con la Tierra quedaría bien explicada si la consideramos herencia del gran planeta Tiamat. Hoy en día, tras los datos recabados por las sondas Voyager se acepta que el sistema solar ha debido sufrir una o más colisiones importantes antes de quedar configurado tal como lo conocemos. Por ejemplo, el eje de rotación de Urano está “tumbado”, es decir, no es vertical sino horizontal, por lo que según NASA parece haber sufrido la interacción gravitatoria de un astro en el pasado que le haya dejado en esa posición, tal como describen los textos sumerios. En 2008, un equipo japonés anunció que según sus cálculos, debía existir un planeta no descubierto a una distancia de unas 100 UA. (la unidad astronómica es la distancia media entre la Tierra y el Sol: unos 150 millones de kilómetros) con un tamaño de hasta dos tercios del de la Tierra. Estos cálculos refuerzan la hipótesis de la existencia del planeta Nibiru.
Podemos pensar que los sumerios acertaron por casualidad en todas sus medidas de los ciclos de tiempos, en la existencia de planetas que no podían ver por que no tenían telescopios y también podemos imaginar que su epopeya de la creación es simplemente una historia sin sentido que causalmente encaja a la perfección con las teorías astronómicas actuales sobre la formación del sistema solar. Eso es lo que nos pide que hagamos la historia y arqueología actual, aunque sinceramente, hay que tener muchísima fe para creer en la historia oficial. Cuesta menos pensar que los sumerios poseían un conocimiento “heredado” de alguien.