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13 de junio de 2016

EL ASESINATO DE KUBRICK, EL CINEASTA QUE FILMO LAS IMAGENES FALSA DEL HOMBRE EN LA LUNA


Escribió un crítico de cine: 

"En seis días Dios creo el Cielo y la Tierra. En el séptimo día, Stanley Kubrick devolvió todo para hacer modificaciones". ¿Qué motivó a semejante cineasta a participar en una farsa de la Casa Blanca con el programa espacial clausurada al fin con una lista de asesinatos que llega hasta la Patagonia? 

Es bellamente tétrico el documental El lado oscuro de la luna: Stanley Kubrick del cineasta William Karel realizada por el Centro National de la Cinématographie francés y que podemos ver hoy en You Tube (http://www.youtube.com/watch?v=W5wntLsZFKE) publicado por EBRGlobal, cuando revela la intervención del espectral Stanley Kubrick durante el rodaje de las escenas que supuestamente los astronautas transmitieron desde la Luna tras el ilusorio descenso de la Apolo 11 en suelo selenita. La imposibilidad tecnológica por esa época de transmitir y de recibir esas imágenes de cara a la carrera espacial y la guerra de Vietnam llevan al presidente Nixon a ordenar el poner en marcha el Plan B de una filmación supervisada por el cineasta de 2001: Una odisea espacial, escenas rodadas en los estudios de MGM de Inglaterra, para entregarle al público norteamericano y mundial la ilusión de un alunizaje que no podía mostrarle, imágenes televisivas que aún constan en mi memoria fantástica y crédula de pibe. 

La gestión a cargo del tristemente recordado (sobre todo para los argentinos) Gral. Haig, de Henry Kissinger, de Donald Rumsfeld, responsables directos frente al exPresidente norteamericano en el pedido de disponer de las escenografías preparadas por Kubrick para el rodaje de la odisea espacial –todavía en la etapa de la edición–, y también de los actores empleados en el engaño y que fueron agentes de la CIA, bajo declaración jurada de silencio perpetuo, en un montaje de imágenes que primero Kubrick rechazó de realizar pero que frente al mamarracho en curso, pergeñado con burda precariedad y conocida su obsesión aberrante por los detalles, optó por tomar las riendas del episodio y llevar el proyecto hasta el final para deshacerse rápido del asunto bajo juramento de jamás volver a saber de ellos. El plan incluía identidades nuevas para los miembros de la estafa fílmica y consideraba también sumas fuertes de dinero en retribución y establecía la salida para siempre del suelo americano a todos ellos. El documento incluye la toma fotográfica selenita finalmente suprimida donde aparecen dos reflectores en el cielo y otra toma de exterior con sombras de dos astronautas perfectamente opuestas en la misma placa.

Meses más tarde, el mismo Nixon, atormentado por las sospechas de filtraciones que descubrieran la trampa, ordena a la CIA preparar la misión de busca en distintos países de la Tierra donde se ocultaban los protegidos y el asesinato de todos ellos, partícipes en las escenas y el material fotográfico fraudulento que brindaron al mundo entero en 1969. La película de Karel anexa la filmación –cedida tan amablemente por la CIA– del asesinato ejecutado por la agencia norteamericana de uno de los técnicos de la farsa, mientras que otro de los prófugos, oculto en nuestra Patagonia, fue descuartizado aunque el informe policial tituló misteriosamente "Suicidio". Faltó que nuestra policía regional ampliara "por autodescuartizamiento hecho por sí mismo" para cerrar la parte mínima que nos toca en el asunto.

Subjetivamente, habita el documental un espíritu burlón, casi festivo, que describe con absoluta frescura desde el diseño de la fantasía hasta de los asesinatos encargados por la Sala Oval para el Sagrado Silencio Nacional de los EEUU frente a una carrera espacial perdida contra un alfiler en el sillón presidencial que era el cosmonauta Yuri Gagarín, héroe de la ex Unión Soviética. 

Finalmente aparecen los motivos de la reciprocidad con el extinto Kubrick, el compromiso de la Casa Blanca con el director a quien le debían la gauchada por el asunto Apolo 11 cuando le conceden en préstamo una cámara especial de uso restrictivo del Pentágono y que sin embargo don Stanley utilizó durante el rodaje de la película Barry Lyndon (1975). Y así, Kubrick, años después del episodio nefasto, se revela como el último testigo viviente de la farsa quien, advertido del programa de asesinatos en marcha, se refugia hasta la muerte en su casa de Hertfordshire en el Reino Unido, donde vivía desde 1963, para no trasponer sus muros jamás. Es revelador el plan del Gral. Vernon Walters, Director de la CIA, a cargo de la operación de eliminarlo, declaración misma ante las cámaras de Karel y que probablemente promueve su muerte, la de Walters, antes de 24 horas y de completar una declaración sujeta a pena capital. Y así fue.

Stanley se las compuso para continuar su obra totalizada en 13 películas y cuando menos una inconclusa –al fin terminada por Spielberg–, a pesar de estar en la mira de un verdugo de la CIA. Se ha dicho de él tanto y tan halagador como falaz, que sólo rescataré las palabras de Martin Scorsese para establecer una dimensión precisa: "Cada año que Kubrick no filma es una pérdida para todos nosotros". Caramba, qué halago. Pero imagino que mayores ínfulas debieron ser para él, el haber sido promotor de la transformación de un programa espacial estadounidense por esos años todavía cavernícola, ya que impulsó cambios fundamentales a partir de los diseños preparados para la película 2001... cuyos avances tuvieron un estreno preliminar en los sótanos de la Casa Blanca poco más de un año antes de la misión Apolo 11. 

La muerte natural de Kubrick en 1999 le permitió al director William Karel en 2002 reunir las confesiones divertidas de los asesores del exPresidente Nixon arriba listados, abordando un tema en verdad escalofriante. Lo interesante es que muchos de esos asesores aún siguen brindando servicios a la Casa Blanca. Ni Lovecraft hubiera mejorado la historia pero, caray, no es una ficción, ¡es un documental! 

Copyright®2014 por Carlos Rigel

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