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12 de marzo de 2017

Cuando la Guerra a Muerte no fue contra los Españoles

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Venezuela de 1814 cuando aparece tirante la situación de la enemistad de Bolívar y la oficialidad que le rodea casi como nudo gordiano, resulta al momento en que el caraqueño pierde la confianza de sus actos ya dictatoriales que venía arrastrándolos desde la época de Miranda y sus diferencias con este viejo general, porque a partir de entonces para Bolívar ocurre una serie de reveses, algunos atribuidos a su carácter irreflexivo que culminaron en el desastre de la guerra a muerte, la entrega de Miranda al enemigo español, y los trágicos errores de la guerra no ya contra Monteverde sino en el repliegue mortal de la emigración a Oriente y el desbarate de los dos primeras repúblicas que a él se le achacaban, por lo que estos generales que le siguen ya no creen en él, en su capacidad de ser el líder indiscutible de la guerra en función y en progreso, cuando dicha oficialidad anda de baja estatura debido a los fracasos, y así aparecen serias disensiones contra Bolívar, sobretodo en el Oriente de la república, que piensan dividirla sus actores en dos partes y cuyo eje motor de esta general conspiración era el margariteño general Santiago Mariño. Vamos pues ahora a señalar los cabecillas de este tiempo, con nombres y apellidos.

Santiago Mariño: temerario, intrigante, eje de conspiraciones por mucho tiempo y cabecilla de tal enemistad, siempre enemigo del Libertador, como el mismo lo escribió, artífice del Congresillo de Cariaco con Urbaneja, Madariaga, Brion, Zea, Mayz, y de otras conjuras, para desprestigiar al emprendedor caraqueño, quien sostiene una acción antibolivariana eminente a partir de enero de 1814, lo que determinó la división provisoria de Venezuela en dos mitades, manteniéndose así hasta mayo de 1816, cuando en la margariteña Santa Ana del Norte se aprueba la reunificación del país.

Juan Bautista Arismendi, también margariteño, frío, carnicero como en la guerra a muerte, falso, divisionista, salvaje mercader de almas y cruel oficial, quien actúa por detrás siempre vacilante en contra de la autoridad bolivariana, tal el caso de cuando en Ciudad Bolívar destituye al Vicepresidente Encargado Francisco Antonio Zea y se adueña por poco tiempo de la Colombia que deja Bolívar en Angostura. Jamás se sació de víctimas su cruel corazón, dijo de él Juan Vicente González.

José Félix Ribas, tío político y competidor de este caraqueño, violento, complotista, quien llega a hacer preso a Bolívar en Carúpano, por “desertor y mal ciudadano”, cobarde del que pide juicio militar contra él para fusilarle, intrigante y amigo de los pardos, quien olvida prontamente que sus méritos y ascensos militares se los debía al propio Bolívar, y el que en la disputa por el mando es parte de la tragedia que se vive en el tremendo año de 1814, hasta llegar a ser delatado por un esclavo y su cabeza frita en aceite se expuso por mucho tiempo en la salida de Caracas al puerto de La Guaira.

José Francisco Bermúdez, oriental temible, iletrado, vengativo, disidente, salvaje, escaso de pensares, malhumorado y brusco, alto, de complexión atlética y mostachos gruesos característicos, turbulento, otro de quien decía Bolívar que era “mi enemigo”, sin inmutarse fusilaba adversarios por hileras en Cumaná, pero de pretensiones de mando en que incluye atentar contra la vida de Don Simón, porque este hijo de don Juan Vicente lo había regañado en la primera batalla de Carabobo, y creyéndose superior al Libertador (la ignorancia es agresiva) se le opone desde Los Cayos de Haití, y en Güiria empuña arma blanca contra el caraqueño mientras trata de asesinarlo por dos veces. Tiempo después Bolívar intentó fusilarle, pero no lo hizo.

Manuel Carlos Piar, quien es primo ilegítimo del Libertador y buen militar, héroe de varios combates, como San Félix, que pesaba mucho frente a su pariente, por los éxitos obtenidos en el campo de Marte. Violento y ambicioso, pardócrata y racista que solivianta grupos en este sentido, por la competencia en el predominio y el mando, ambos jugaban a esa posición con bandas aparte de oficiales, pero Bolívar diseñó una estrategia y lo hizo preso, condenándolo a morir en la apelación del juicio, siendo fusilado sin perdonarlo el Libertador, en la plaza de Angostura, hoy Ciudad Bolívar. Así dejó cumplido el hado como fuerza de que ambos no cabían en el mismo escenario. Sea oportuno hacer una personal referencia de los personajes que fueron enemigos de Bolívar, según anota el maestro Luis Martínez Salas: Piar, Mariño, Bermúdez, Ribas, Arismendi, el general Páez, Francisco Esteban Gómez, Mariano Montilla, José Tadeo Monagas, Miguel Peña, el padre José Cortés de Madariaga, Francisco Antonio Zea, Francisco Javier Mayz, y muchos más que no es posible aquí indicar, como otros por aparecer, aunque si bien fueron enemigos de Bolívar por diversas circunstancias, algunos con el tiempo volvieron al redil bolívariano y sin pedir excusas.

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