A principios del año 1879, el ejército británico invadió el reino de Zululandia en la actual Sudáfrica; ello le obligó a enfrentarse a los guerreros nativos en las conocidas como “guerras zulúes”.
Los 50.000 guerreros dirigidos por el rey zulú Cetewayo se enfrentaron con lanzas, jabalinas y escudos de piel de buey contra el moderno ejército británico. Subestimados por los europeos pero disciplinados y bien entrenados, los zulúes se defendieron durante meses causando más de 2.000 bajas a los británicos en las batallas de Isandhlwana y Rourke´s Draft. Entre los fallecidos en el ejército inglés se encontraba Luis Napoleón Bonaparte, hijo de Napoleón III y la española Eugenia de Montijo… pero esa es otra historia.
Finalmente la lógica se impuso, los británicos derrotaron a los zulúes, el rey Cetewayo fue depuesto y Zululandia se incorporó a las colonias británicas en África.
En noviembre de 1879 tuvo lugar un hecho sorprendente: un grupo de guerreros zulúes, vestidos y armados a la manera tradicional de la tribu, llegó en coche de caballos al estadio de fútbol de Sheffield llamado Bramall Lane. Un vez allí, dejaron a un lado sus jabalinas y sus escudos, se enfundaron equipaciones deportivas y se enfrentaron a un equipo formado por los mejores jugadores de Sheffield, a los que derrotaron por 5-4. En la alineación del equipo zulú figuraban jugadores con nombres como Cetewayo (el depuesto rey), su hermano Dabulamanzi y un conocido jefe guerrero llamado Sirayo.
Pese a lo romántico que hubiese sido que los guerreros zulúes vengasen sus derrotas en el campo de batalla con una victoria deportiva en uno de los míticos escenarios del fútbol inglés y frente a los mejores jugadores de una de las cunas de ese deporte como Sheffield, en realidad los jugadores del equipo zulú solo se parecían a los guerreros africanos en el nombre.
A pesar de ser anunciada la alineación del equipo con nombres zulúes se trataba en realidad de un grupo de futbolistas británicos, blancos por supuesto, que se habían disfrazado de zulúes con pinturas, medias y jerséis negros. Habían sido seleccionados por un tal Mr. Brewer, y entre ellos se hallaban conocidos jugadores como el escocés Jack Hunter, que jugó con el nombre de Dabulamanzi.
El objetivo del partido era recaudar fondos para las viudas y huérfanos de los soldados británicos fallecidos en las guerras zulúes y la iniciativa tuvo éxito, pues más de 2.000 personas acudieron al encuentro pagando la correspondiente entrada. La difusión que alcanzó lo ocurrido en Sheffield y la victoria lograda animaron a los jugadores y técnicos del equipo “zulú” a repetir la experiencia en otras localidades e iniciaron una pequeña gira que les llevó, entre otras ciudades, a Barnsley o Chesterfield. A medida que disputaban partidos y ganaban fama fueron aumentando la parafernalia que les acompañaba, convirtiendo su llegada a los estadios en un espectáculo. Sea como fuere, lo cierto es que el equipo “zulú” no perdió ni uno solo de los partidos que disputó.
Sin embargo, las actividades previas a los partidos que realizaban los jugadores y los rumores de que alguno de ellos percibía dinero por formar parte del equipo se ganaron la desaprobación de la Sheffield F.A. que tomó cartas en el asunto y amenazó con impedir a cualquier jugador que representase al equipo zulú su participación en competiciones oficiales. Así las cosas, los zulúes” colgaron las botas (o en este caso las jabalinas y los escudos) y el equipo se disolvió oficialmente en el año 1881.
Fuente: Football’s strangest matches. Andrew Ward.
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