Los textos religiosos permiten conocer las creencias típicas de los pueblos del Levante en tiempos cercanos a que esta región, y en especial las tierras vecinas más hacia al sur —Canaán, posterior Israel—, fuesen ocupadas por el pueblo hebreo. Al pasar a ser su territorio el conocimiento de estas creencias permite comprender la redacción de los hechos de los hebreos y sus costumbres más antiguas, expresadas en la Biblia, íntimamente relacionadas con las tradiciones previas de sumerios y pueblos semitas como éste, más avanzados que el hebreo en un principio, y emparentados lingüísticamente a su vez. Un alfabeto que reemplazó a la previamente indicada escritura cuneiforme de origen mesopotámico, emergió en torno al siglo XV a. C. Es motivo de disputa si éste fue el primer alfabeto de la historia, o el fenicio, procedente de una región vecina y vinculada con Ugarit al norte —Líbano—. Como sea, el ugarítico y el fenicio fueron etapas primigenias del alfabeto semita, que originó a los demás alfabetos del mundo y se consolidó posteriormente con su etapa aramea. El alfabeto ugarítico, de 30 caracteres, reflejaba mejor la oralidad del idioma ugarítico —y de cualquier otro— que los jeroglíficos egipcios o las cuñas mesopotámicas, permitiendo abrir el acceso al conocimiento, la literatura y el registro escrito de hechos y obligaciones a un número de población más extenso que el de los escribas, única clase escribiente en éste y otros estados de Oriente hasta ese momento. Esto explica su éxito, tanto local como internacional posteriormente. Fue toda una revolución, dispersa por el mundo luego por los fenicios primero, y en contacto con éstos, griegos —hacia Occidente— y arameos —hacia Oriente—, después.
Más tarde, el mito hebreo convierte a Henoc en el ángel ayudante y consejero de Jehová Elohím y también en patrono de todos los niños que estudian la Torá. Según el Sefer Hejalot (midrás sobre los secretos del Cielo, estrechamente relacionado con el Libro de Henoc): “El sabio y virtuoso Henoc ascendió al Cielo, donde se convirtió en el principal consejero de Yahvéh Elohím y desde entonces fue llamado Metatron. Yahvéh Elohím puso su propia corona sobre la cabeza de Henoc y le dio setenta y dos alas y numerosos ojos. La carne de Henoc se transformó en llama, los tendones en fuego, los huesos en ascuas, los ojos en antorchas, el cabello en rayos de luz, y lo envolvió la tormenta, el torbellino, el trueno y el rayo”. Metatrón sería una corrupción hebrea del griego meta-dromos, ‘el que persigue con venganza’, o de meta ton zronon, ‘cercano al trono’. Los setitas (descendientes de Set) hacían voto de celibato y llevaban vida de anacoretas, según el ejemplo de Henoc. Según el Génesis 5, Henoc era un hombre justo, «caminó con Yahvéh», vivió 365 años, y desapareció, porque Yahvéh se lo llevó sin que muriera. El escritor midrásico judío Bar-Hebraeus escribió: “Henoc fue el primero que inventó los libros y las diversas formas de escritura. Los antiguos griegos declaran que Henoc es equivalente a Hermes Trimegisto, y enseñó a los hijos de los hombres el arte de construir ciudades, y promulgó algunas leyes admirables […] Descubrió el conocimiento del zodiaco, y el curso de los planetas; y enseñó a los hijos de los hombres que debían adorar a los Elohim, que debían ayunar, que debían rezar, que debían dar limosnas, ofrendas votivas y diezmos. Reprobó los alimentos abominables y la ebriedad, e instituyó festivales para sacrificios al Sol, en cada uno de los signos zodiacales”.

Se dice que el patriarca Enoch escribió 366 libros de sabiduría. De Enoch se dice en las Escrituras: «anduvo toda su vida en los caminos de Dios y no conoció la muerte sino que fue asumido». Enoch fue el primer sabio de nuestra Era Adámica, o sea de nuestra actual civilización, tan adelantado que su sabiduría se regó por todos los países entonces conocidos y cada país trató de apropiárselo bautizándolo cada uno con el nombre apropiado al lenguaje del lugar. En Egipto fue conocido como Toth, escriba de los dioses, nombre que significa “dos veces grande”. En Grecia lo conocieron como Hermes Trimegisto, o sea, “tres veces grande”. En fenicia los llamaron Cadmus, o sea “cinco veces grande”. A través de los tiempos extraviáronse los 366 libros de Enoch. Andando los siglos aparecieron dos ejemplares de esos libros; uno en Abisinia (Etiopía) y el otro fue a dar a Rusia. La copia etíope pasó a Jerusalén. Se presume que la Reina de Saba lo llevó como obsequio a salomón, y luego, por medio de las Cruzadas, fue a parar a Inglaterra donde fue archivada en la Abadía de Westminster, donde desapareció de la circulación, reapareciendo cuando un obispo encontró y leyó uno de los libros, precisamente el que trata de la Ley de Mentalismo, la cual le pareció interesante y la exhumó poniéndola en circulación, siendo hoy esta Ley la base de las Enseñanzas Metafísicas. El libro traducido, que no sabemos cómo reapareció, es aquel en que se narra cómo Enoch fue llevado a la presencia de Dios antes de dejar definitivamente la Tierra, y las estupendas revelaciones que le fueron dadas para transmitirlas a sus hijos y a las sucesivas generaciones. Este nuevo fragmento de la primitiva literatura vio la luz por medio de ciertos manuscritos que fueron encontrados en Rusia y Servia, y lo que hasta ahora se conoce se ha conservado en lengua eslava. Poco se sabe acerca de su origen, excepto que en la presente forma fue escrito en alguna parte, más o menos al comienzo de la Era Cristiana. Su último editor fue un griego y el lugar de su composición fue Egipto. Y ahora empezamos con el enigmático Libro de Enoch, que más bien parece relatar los encuentros de Enoch con extraños y poderosos seres extraterrestres, que lo hubiesen abducido, y sus gigantescas naves espaciales, con varios niveles. También, en el lenguaje, podemos ver la manera en que una persona sin vocabulario ni conocimientos tecnológicos explicaría una situación en un entorno de tecnología avanzada.
“Hubo una vez un hombre sabio, un gran artífice; y Dios concibió Amor por él. Así resolvió mostrarle las Supremas Moradas para que fuera un testigo ocular de Su Sabiduría, de la profundidad inconcebible e inmutable del reino de Dios Todopoderoso, y del muy maravilloso, gloriosos y brillante lugar donde se observa la presencia de los diversos ojos de los servidores del Señor, y del Inaccesible Trono del Altísimo, y de los grados y manifestaciones de las inmateriales Huestes, y del inefable ministerio de la multitud de elementos y de las varias apariciones inenarrables del canto del Anfitrión Querubín, y de la ilimitada Luz. En aquel tiempo, él dijo: Cuando cumplí mis 165 años, engendré a mi hijo Matusalém. También, después de esto, viví 200 años más, completando así todos los años de mi vida, en total 365. En el primer día del primes mes, estaba en mi casa solo y descansando en mi diván. Dormía. Y cuando estaba dormido, una gran congoja llegó a mi corazón y estaba llorando en el sueño con los ojos cerrados y no podía comprender cuál era la causa de esta aflicción o de lo que me pasaría. He ahí que se me aparecieron dos hombres tremendamente altos, tanto así que no había visto nada semejante en la tierra, sus caras eran relucientes como el Sol, sus ojos eran también como una llameante luz y de sus labios salía fuego hacia delante; con ropas y mantos de varias clases; de apariencia violeta; sus alas eran más relucientes que el oro y sus manos blancas como la nieve. Estaban de pie a la cabecera de mi diván y empezaron a llamarme por mi nombre. Y me levanté de mi sueño y vi claramente a aquellos dos hombres de pie frente a mí. Y yo los saludé, y se posesionó de mí tal miedo, que la apariencia de mi rostro se cambió en terror [extraña y detallada descripción de los seres que lo visitaron], y aquellos hombres me dijeron: <<Ten valor Enoch, no temas; el Dios Eterno nos envía a ti, y he aquí que tus ascenderás hoy al cielo con nosotros. Ve y diles a tus hijos y a toda tu familia todo lo que harán sin ti en la tierra y en tu hogar, y no dejes que nadie intente buscarte que el Señor te devuelva a los tuyos>>. Y yo me apresuré a obedecerlos y salí fuera de mi casa hacia las puertas, como me fue ordenado y convoqué a mis hijos Matusalem y Regim y Gaidad y les hice saber todas las maravillas que aquellos hombres me habían contado”.
Y Enoch empezó a instruir a sus hijos: “Escuchen, hijos míos: No sé dónde iré ni qué me acontecerá, por lo tanto, hijos míos, ahora les diré que no se olviden de Dios a la faz de lo vano e inútil, los que no hicieron el cielo ni la tierra, porque éstos perecerán, como también aquellos que los glorifiquen, y permita el Señor asegurar vuestros corazones en su temor. Y ahora hijos míos, no dejen que nadie siquiera piense en buscarme, hasta que el Señor me devuelva a vosotros. Y aconteció, luego que Enoch habló a sus hijos, que los ángeles lo tomaron entre sus alas y lo llevaron hacia el primer Cielo y lo instalaron en las nubes: “Y desde allí miré, y volví a mirar más arriba, y ellos me dejaron en el Primer Cielo y me mostraron un muy grande mar, mucho mayor que el mar terreno [tal vez la vista de un océano terrestre desde las alturas]. Ellos trajeron frente a mí a los ancianos y gobernantes de las órdenes estelares, y me mostraron doscientos Ángeles, que gobiernan las estrellas y hacen el servicio de los cielos y que vuelan con sus alas y alrededor de cada astro que va asomando. Desde aquí miré hacia abajo y vi las casas -tesoro de la nieve, y de los Ángeles que guardan esas inmensas casas -almacén y las nubes de donde ellos vienen y a donde tornan. Ellos me enseñaron las casas -tesoro del rocío así como del aceite de oliva y sus aspectos, como también de todas las flores de la tierra. Más allá, muchos Ángeles custodian las casas -tesoro de estas cosas, y cómo están construidas para abrirlas y cerrarlas. Y aquellos hombres me llevaron y me condujeron al Segundo cielo y me mostraron una obscuridad, más impenetrable que ninguna obscuridad terrena, y ahí vi prisioneros colgados, mirando, esperando el gran juicio sin límite, y estos Ángeles eran de apariencia negra, más negra de nada terrenal, e incesantemente lloraban a través de todas las horas [tal vez un tipo de cárcel, en donde se aplicaban verdaderamente torturas, cuya explicación no requiere de conocimientos tecnológicos]. Y yo les dije a los hombres que estaban conmigo: “¿Cuál es el motivo por el cual estos son incesantemente torturados?”. Ellos me contestaron: “Esos son los apostatas de Dios, que no observaron los mandatos de Dios, que sólo tomaron consejo de su libre albedrío, y se separaron con su príncipe, que también él está atado al Quinto Cielo””.

“Y aquellos dos hombres me fueron guiando a la parte Norte, y me mostraron ahí un terrible lugar, y había allí toda clase de torturas, cruel obscuridad y una iniluminada lobreguez. No hay luz ahí, sino un sombrío fuego constantemente flameando hacia lo alto; y un ardoroso río, a la vista, y todo aquel lugar por dondequiera es fuego [quizá una luz rojiza difusa], y dondequiera es escarcha y hielo [quizá algún tipo de vidrio], sed y escalofrío, mientras las ataduras son muy crueles y los Ángeles portan irritadas armas e imponen inhumanas torturas [otra vez un lugar donde se aplicaban torturas, que no requiere de conocimientos tecnológicos para poderlo explicar]. Y yo dije: “¡Dolor! ¡dolor! ¡qué terrible es este lugar!”. Y aquellos hombres me dijeron: “Este lugar ¡oh Enoch!, está preparado para aquellos que deshonran a Dios, y que en la tierra practican el pecado contra natura, que es la corrupción de los niños en la forma sodomita: hacen magia, encantamientos y satánicas brujerías; y quienes se jactan de sus actos impíos, robando, mintiendo, calumniando, envidiando, ejerciendo rencor, fornicación, asesinato; y quienes perversos roban las almas de los hombres, quienes viendo al pobre le quitan sus bienes y siendo ricos los atropellan por las mercancías de otros hombres; quienes teniendo medios para satisfacerles la necesidad hacen que el hambriento muera; y teniendo medios para vestirlo, desnudan al pobre; y aquellos que des conociendo a su Creador se inclinan ante desalmados, rindiendo culto a dioses, vanos dioses, fabricados por ellos mismos, talladas imágenes que no pueden ni oír; aquellos que practican obras impuras. Para todos estos está preparado este lugar, como herencia eterna [probablemente de esta visión de Enoch viene la idea del infierno. De todos modos no corresponde a la idea de un dios caritativo y misericordioso]. Aquellos hombres me llevaron y me dejaron en el Cuarto Cielo, y me mostraron todos los sucesivos viajes y todos los rayos de la Luz del Sol y de la Luna [tal vez algún tipo de pantalla de televisión o equivalente]. Y yo medí sus viajes y comparé su luz y vi que la luz del Sol es más fuerte que la de la Luna. Sus círculos y los discos, que siempre están marchando como un viento que pasa con una muy maravillosa velocidad, y no tiene reposo ni en el día ni en la noche [tal vez se refieren a múltiples naves]”.

“Y así otra vez él baja a las puertas del oeste, extrayendo sus luces, la grandiosidad de su brillar, bajo la tierra, ya que la luminosidad de su corona permanece en el cielo con el Señor, custodiada por cuatrocientos Ángeles, mientras el Sol va rotando en círculo bajo la tierra, y permanece siete largas horas en la noche; y allí queda la mitad de su curso bajo la tierra, y cuando él vuelve aproximándose al Este en la octava hora de la noche, él trae sus luces, y su corona de resplandores y las llamas del Sol flamean más que el fuego [parece que se refiere a 2 naves, una que se mantiene en órbita y otra que desciende hacia la Tierra]. Entonces Los elementos del Sol, llamados Phoenixes y Chalkydrirompen a cantar [seguramente el sonido que emitían las naves]; por consiguiente, cada ave vibrando con sus alas, regocijan al dador de la luz, y ellos entonan su canto al mandato del Señor. El dador de la luz viene para dar luminosidad al mundo entero, y el guardián de la mañana toma forma, esto viene a ser: los rayos del Sol, y el Sol de la tierra se manifiesta y recibe en fulgurante luz para encender toda la faz de la tierra; y ellos entonces me mostraron estos cálculos de los viajes al Sol. Y las puertas por donde él entra, éstas son las grandes puertas de la computación de las horas del año; es ésta la razón por la cual el Sol es una gran creación, cuyo ciclo dura veinte y ocho años, y comienza de nuevo desde el principio. Aquellos hombres me mostraron la otra ruta, la de la Luna, doce grandes puertas coronaban de Oeste a Este por donde la Luna va y vuelve al tiempo acostumbrado. Y va hacia adentro por la primera puerta, por los lados del Oeste del Sol: Por las primeras puertas, con treinta y un día exactos. Por las segundas puertas, con treinta y un día exactos. Por la tercera puerta, con treinta días exactos. Por la cuarta puerta, con treinta días exactos. Por la quinta puerta, con treinta y un día exactos. Por la sexta puerta, con treinta y un días exactos. Por la séptima puerta, con treinta días exactos. Por la Octava puerta, con treinta y un días exactos. Por la Novena Puerta, con treinta y un días exactos. Por la Décima puerta, con treinta días exactos. Por la Undécima puerta, con treinta y un días exactos. Por la Duodécima puerta, con veinte y ocho días exactos [tal vez un centro de observación con doce pantallas]”.

Los Grigori (del griego egrḗgoroi, que significa Observadores o Vigilantes), también conocidos como hijos de Elohim; son un grupo de ángeles caídos de la mitología judeocristiana mencionados en algunos textos apócrifos Bíblicos y en el Libro del Génesis. En estos textos se menciona que los Grigori fueron seres que se aparearon con las “hijas del hombre” (en hebreo banot ha’adam); naciendo de esta unión una raza de gigantes conocida como los Nephilim. Según el Libro de Enoc, los Grigori suman un número de 200 pero sólo sus líderes son mencionados: “Estos son los nombres de sus jefes: Samyaza, que era su líder, Urakabarameel, Akibeel, Tamiel, Ramuel, Dan’el, Azkeel, Saraknyal, Asael, Armers, Batraal, Anane, Zavebe, Samsaveel, Ertael, Turel, Yomyael y Azazyel (también conocido como Azazel). Estos eran los prefectos de los doscientos ángeles, y el resto eran todo con ellos”. Algunos grupos de teólogos postulan que todos estos textos se refieren en general a estos seres como un grupo de ángeles castigados por Yahweh (ángeles caídos) por haberse enamorado y copulado con las mujeres de la tierra, y por haber enseñado a los hombres la creación de armas y el arte de la guerra principalmente, entre otros conocimientos, trayendo un desequilibrio entre los hombres. Cabe destacar que en la religión católica desde la interpretación de san Agustín de Hipona se dejó de lado esta antigua definición como ángeles, indicándose desde entonces que la expresión hijos de Dios se refiere a los descendientes de Set; y serían llamados así por su amor de Dios. En la Biblia: en el libro de Génesis, se conserva parte de este relato, en el que se habla de estos ángeles refiriéndose a ellos como hijos de Elohim que tomaron para sí mujeres, y engendraron gigantes (llamados nephilim). El motivo según la Biblia por el cual Elohim no aceptó estos hechos estaría indicado en la siguiente frase: “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne; pero vivirá ciento veinte años” (Génesis 6). Siendo la interpretación de esta frase según los eruditos, de que Elohim no deseó que permaneciera para siempre su espíritu (esencia de vida) en el hombre; ya que con ello el hombre viviría mucho más de lo que desea, o viviría para siempre.