En el Libro de Enoc, además de nombrar al número y los nombres de los principales Grigori, igualmente mencionaría este relato más detalladamente; contando además el tipo de castigo que sufrieron estos seres y sus hijos. Al unir la historia de ambos textos se da a entender que el castigo de estos ángeles se habría realizado después de la creación del hombre, a diferencia de otros mitos que relacionan estos hechos con Lucifer; el cual se indica en estas creencias y leyendas que habría sido castigado antes de la creación bíblica del mundo. Sin embargo hay que tener en consideración que igualmente en el libro de Enoc se cuenta que ya antes de estos sucesos, existían castigadas siete estrellas parecidas a grandes montañas. Ellas arderían, en la prisión de las estrellas y de los poderes del cielo por haber transgredido el mandamiento de Yahweh, desde el comienzo de su ascenso, por no haber llegado a su debido tiempo; por lo cual Elohim se irritó contra ellas y las encadeno hasta el tiempo de la consumación de su culpa para siempre, en el año del misterio. En el Libro de los Jubileos (texto apócrifo escrito en tono midrásico probablemente en el siglo II o III a.C), se menciona que estos ángeles son hijos de los Elohim (‘señores‘), un antiguo plural mayestático del Dios hebreo, o el posible indicio de un origen politeísta del judaísmo. En este libro se habla que estos seres eran gigantes que habían bajado a la Tierra porque carecían de compañía femenina. Los Elohím les habían enviado a la tierra para enseñar a la humanidad la verdad y la justicia, pero estos decidieron pactar y desobedecer su misión y las reglas. Este texto ofrece una versión diferente del propósito por el cual los Vigilantes bajaron inicialmente a la Tierra, y complementa la descripción de éstos seres.
“Y por esto Dios los juzgó con gran discernimiento, y ellos lloraron por sus hermanos y ellos también serán castigados en el gran día del Señor. Y yo les dije a los Grigori: “Yo vi a sus hermanos y sus trabajos, y sus grandes tormentos, y oré por ellos, pero las leyes de Dios los han condenado a estar bajo tierra hasta que el cielo y la tierra tengan su fin”. Y yo dije: “¿Por qué motivo esperáis, hermanos, y no servís ante la faz del Señor?. Y no han puesto sus servicios delante del Señor, a fin de no violar totalmente a las leyes del Señor”. Y ellos oyeron mi advertencia, y hablaron con las cuatro categorías del cielo, y de ahí mientras yo permanecía con esos dos hombres, cuatro trompetas pregonaron juntas a grandes voces y los Grigori rompieron a cantar a una voz, y sus voces lastimeras subieron hasta el Señor conmovedoras. Y desde allí me tomaron y me dejaron más arriba, en el sexto cielo, y vi ahí siete congregaciones de ángeles, muy brillantes y muy gloriosos y sus caras fulgurantes más que el brillo del Sol, relumbrando, sin diferencia alguna en sus caras, o comportamiento, ni en su modo de vestir; y estos ángeles crean las órdenes, y aprenden la salida de las estrellas y la alteración de la Luna y el buen gobernar del mundo [probablemente se refiera a seres con trajes espaciales]. Y cuando ellos ven malignidad, ellos crean mandamientos e instrucción, y dulces y altos cantares, y toda clase de cantos de alabanzas. Estos son los arcángeles que están en más alto lugar que los ángeles, miden toda vida en el cielo y sobre la tierra, y a los ángeles que están a cargo de las estaciones y años, a los ángeles que están sobre los ríos y el mar, y que están sobre los frutos de la tierra, y los ángeles que están sobre la grama, alimentando a todo, a cada cosa viviente, y los ángeles que inscriben a todas las almas de los hombres, y todos sus hechos, y sus vidas frente a la faz del Señor; en el centro de ellos están seis Fénix y seis Querubines y Ángeles de seis alas, y cantan continuamente a una sola voz y no es posible describir su cantar, y ellos se regocijan delante del Señor al pie de su escabel”.
“Y aquellos dos hombres me levantaron desde aquí y me condujeron al Séptimo Cielo, y allí vi una muy grande luz, y encendidos ejércitos de grandes arcángeles, fuerzas corpóreas, y señoríos, órdenes y potestades, querubines y serafines y seres de muchos ojos, nueve regimientos, la estación de luz Joanti, y me entró miedo y comencé a temblar con gran terror [parece claro que vio a seres o robots con vestimentas muy extrañas para una persona sin conocimientos tecnológicos], y aquellos hombres tomaron de mí y me condujeron detrás de ellos y me dijeron: “Ten valor, Enoch, no temas”, y me mostraron al Señor a lo lejos, sentado en un muy alto trono [una imagen muy física de un dios]. Porque ¿qué puede haber en el décimo cielo, si el Señor habitaba aquí?. El décimo cielo es Dios; en la lengua hebrea el dios Él es llamado Aravath. Y todos los ejércitos del cielo bajaron y colocándose en el décimo escalón de acuerdo con su rango, se inclinaron ante el Señor, y de nuevo marcharon a sus sitios en alegría y felicidad, cantando sus cantares en la infinita luz con suaves y tiernas voces, sirviéndole gloriosamente. Y los querubines y serafines de pie por doquiera del trono, los de seis alas y los de muchos ojos estuvieron de pie delante de la faz del Señor cumpliendo Su mandato, y cubrieron todo su trono, cantando con suave voz delante de la faz del Señor: “Gloria, Gloria, Gloria, Señor Regidor de los Ejércitos, los Cielos y la tierra están llenos de tu Gracia”. Cuando yo vi todas estas cosas, aquellos hombres me dijeron: “Enoch, de este modo, hasta aquí nos ha sido encomendado viajar a tu lado (contigo)” y aquellos hombres se marcharon de mi lado, y desde entonces no les vi. Y permanecí solo al final del séptimo cielo y tuve miedo y caí de frente y me dije: “Triste de mí, ¡qué me ha sucedido!”. Y el Señor envió uno de sus gloriosos elegidos, el Arcángel Gabriel, y él me dijo: “Ten valor, Enoch, no temas, levántate delante de la faz del Señor dentro de la eternidad, levántate, ven conmigo”. Y yo le contesté y me dije a mí: “Mi Señor, mi alma se ha fugado de mi ser, de terror estremecida”, y reclamo a los hombres que me trajeron y que me condujeron a este lugar, en ellos yo confío, y es con ellos que me presentaré ante la faz del Señor”.
“Y Gabriel me levantó como una hoja llevada por el viento, y me dejó delante de la faz del Señor. Y yo vi el Octavo Cielo, que es llamado en lengua hebrea Muzaloth donde hacen el cambio las estaciones, de sequía, de humedad, y también de los doce signos del Zodíaco, el cual está más alto que el séptimo cielo. Y yo vi el Noveno Cielo, que es llamado en hebreo Cuchavim , donde están las moradas celestiales de los doce signos del Zodíaco. En el Décimo Cielo, “Aravoth”, yo vi la imagen del Señor como hierro candente, hecho para brillar en fuego, emitiendo chispas, y ellas quemaban [parece más la imagen de alguna máquina que de un ser]. De este modo yo vi la faz del Señor, pero la faz del Señor es inefable, maravillosa, y muy impresionante y muy, muy majestuosa. ¿Y quién soy yo para hablar de la inexplicable entidad del Señor y de su muy prodigiosa faz?. Yo no puedo describir la cantidad de sus múltiples instrucciones, ni la variedad de sus voces, ni el trono del Señor, el cual es tan imponderable y no hecho por manos en su hechura; ni la cantidad de aquellos que hay a su alrededor, ejércitos de Querubines y serafines, ni de su incesante cantar, ni de su inmutable belleza ¿quién puede referir la inefable grandeza de su gloria?. Y yo fui postrado y reverencié al Señor, y el Señor me habló por sus labios: “Ten valor, Enoch, no temas, levántate y de pie frente a mí entra en la eternidad”. Y el Arcángel Miguel me levantó y me llevó frente a la incomparable presencia del Señor. Y el Señor dijo a sus servidores, poniéndolos a prueba: “dejen a Enoch frente a mi Presencia dentro de la Eternidad”, y los gloriosos reverenciaron al Señor, y dijeron: “Dejemos ir a Enoch de acuerdo con Tu palabra”. Y el Señor dijo a Miguel: “Ve y lleva a Enoch y despójale de sus terrenas vestiduras, y úngelo con mi dulce y fragante ungüento y ponle las vestiduras de Mi Gloria”. Y Miguel ejecutó de ese modo, como lo ordenó el Señor. Él me ungió y me vistió, y la apariencia de aquel ungüento en mí era más hermosa que la brillante luz, y su ungüento es como cristalino rocío y su olor indefinible y leve, y yo me miré y me vi como uno de sus Gloriosos [probablemente lo lavaron, desinfectaron y le pusieron algún tipo de tarje espacial, como el de los otros seres]”.

“Yo ordené que de los sitios muy bajos, que las cosas visibles bajen de lo invisible, y Adoil bajó muy majestuoso, y yo le observé, y ¡he ahí! Que traías un vientre lleno de gran luz”. Y yo le dije: “Ábrete, Adoil, y deja que lo visible salga fuera de ti”. “Y él se abrió y una gran luz salió fuera [¿quién o qué es este misterioso personaje?}. Y yo estaba en el medio de la gran luz, y así fue cómo nació la luz de la luz, de ahí surgió entonces un gran período, y mostró lo que es creación, la cual enseñé yo a crear”. “Y yo vi lo que lo que había creado era bueno”. “Y yo instalé un trono para mí, y tomé asiento en él, y le dije a la luz: “Ve tú allá arriba y te fijas por ti misma en la altura sobre el trono del Señor, y sé el fundamento de los grandes eventos”. “Y sobre la luz, allá, no existe nada más, y entonces me incliné y miré arriba desde mi trono. Y yo ordené de los sitios muy bajos por segunda vez, y dije: “Deja que Archas se proyecte con fuerza”. Y de lo invisible, Archas se proyectó con fuerza, pesado, muy rojo. Y yo dije: “Ábrete Archas, y deja que de ahí, nazca de ti”, y él se abrió, una Era surgió adelante, muy poderosa y muy obscura, gestando la creación de todas las cosas bajas. Y yo vi que esta obra era buena y le dije a él: . “Ve tú más abajo, y hazte firme, y sé un pedestal para las cosas bajas”, y así fue, y él se fue abajo y él mismo se fijó, y fue el principio para las cosas comunes, y más bajo que la obscuridad no hay nada más. Y yo ordené que se tomara de la luz y de la obscuridad, y yo dije: “hazte sólido, y así se hizo, y yo la esparcí con la luz, y se hizo el agua y la esparcí sobre la obscuridad debajo de la luz , y entonces hice firme el agua, es decir el sin-fondo, y yo hice fundamento de luz alrededor del agua y creé siete círculos de su adentro, e imagina tú el agua como cristal húmedo y seco, es como decir de vidrio, y la circuncisión de las aguas y los otros elementos, y yo di a cada uno de ellos su camino, y a las siete estrellas cada una de ellas su cielo, y que ellas fueran de este modo, y yo vi que lo así creado, era bueno. Y yo separé entre la luz y entre la obscuridad, es decir, en todo el centro del agua, acá y allá, y yo le dije a la luz, que ella debía ser el día, y a la obscuridad, que ella sería la noche, y ahí también hubo tarde y también amanecer el primer día”.

Y Allan Kardek continúa: “Los espíritus pertenecen a diferentes clases y no son iguales en poder, inteligencia, ciencia y moralidad. Los del primer orden son los espíritus superiores, que se distinguen de los demás por su perfección, conocimientos, proximidad a Dios, pureza de sentimientos y amor al bien. Son los ángeles o espíritus puros. Las otras clases se alejan mas y mas de semejante perfección, estando los de los grados inferiores inclinados a la mayor parte de nuestras pasiones, al odio, la envidia, los celos, el orgullo, etc, y se complacen en el mal. Entre ellos, los hay que no son ni muy buenos, ni muy malos. Mas embrollones y chismosos que malvados, parece ser patrimonio suyo la malicia y la inconsecuencia. Estos tales con los duendes o espíritus ligeros. Los espíritus no pertenecen perpetuamente al mismo orden, sino que todos se perfeccionan pasando por los diferentes grados de la jerarquía espiritista. Este perfeccionamiento se realiza por medio de la encarnación, impuesta como expiación a unos, y como misión a otros. La vida material es una prueba que deben sufrir repetidas veces, hasta que alcanzan la perfección absoluta; una especie de tamiz o depuratorio del que salen más o menos purificados. Al abandonar el cuerpo, el alma vuelve al mundo de los espíritus, de donde había salido, para tomar una nueva existencia material, después de un espacio de tiempo más o menos prolongado, durante el cual se encuentra en estado de espíritu errante. Debiendo pasar el espíritu por varias encarnaciones, resulta que todos nosotros hemos tenido diversas existencias y que tendremos otras, perfeccionadas más o menos, ora en la tierra, ora en otros mundos. Los espíritus se encarnan siempre en la especie humana, y sería erróneo creer que el alma o espíritu pueda encarnarse en el cuerpo de un animal. Las diferentes existencias corporales del espíritu siempre son progresivas, nunca retrogradas; pero la rapidez del progreso depende de los esfuerzos que hagamos para llegar a la perfección. -Las cualidades del alma son las mismas que las del espíritu encarnado en nosotros, de modo que el hombre de bien es encarnación de un espíritu bueno y el hombre perverso lo es de un espíritu impuro”.
