EL PADRE de Ana Frank jugó a dos bandas. Se hizo pasar por ario, despidió a una secretaria judía y tras la guerra protegió al nazi que, según desvela el libro La vida oculta de Otto Frank, fue el verdadero delator que confió a la Gestapo el escondite donde él y su familia se ocultaban en Amsterdam.
En el pequeño anexo de una elegante vivienda de una de las mejores calles de Amsterdam, Otto Frank le leía un dictado de inglés a Peter van Pels, el hijo adolescente de una familia amiga. Con su habitual tono de voz, muy quedo, el hombre regañaba suavemente al muchacho: «¡Pero hombre, Peter! En inglés, la palabra double se escribe con una sola b». De repente, Otto se dio cuenta de que había alguien más en la habitación. Elevó los ojos y comprobó que un agente de la Gestapo le apuntaba con una pistola. Dos policías se llevaron a rastras a su mujer, Edith, y a sus dos hijas, Margot y Ana, junto con los tres amigos que durante dos años habían permanecido escondidos con ellos en el anexo secreto.Alguien les había traicionado, pero ¿quién?
A partir de aquel momento, la familia Frank iba a compartir el destino de la mayor parte de los judíos de Amsterdam: la deportación a los campos de exterminio. Después de que el aterrorizado grupo se viera forzado a abandonar el edificio, una de las trabajadoras de Otto Frank, su fiel Miep Gies, consiguió hacerse con unos cuadernos de notas que encontró. Eran el diario que escribía la más pequeña de las hijas Ana Frank, de 15 años.
Las sospechas sobre la persona que traicionó a los Frank han recaído siempre sobre un hombre llamado Van Maaren, el encargado de un almacén propiedad del padre de Ana. Sin embargo, una convincente biografía de Otto Frank que acaba de publicarse, basada en unas cartas inéditas hasta esta fecha, ponen al descubierto una historia de intriga y chantaje que apunta hacia un nuevo responsable y que, lo más extraordinario de todo, implica al propio Otto.
El traidor, según Carol Ann Lee, autora de The Hidden Life Of Otto Frank (La vida oculta de Otto Frank), fue un delincuente de poca monta, de 26 años, que era un antisemita furibundo. Se llamaba Tonny Ahlers y sentía hacia Otto una profunda animadversión; ya durante la guerra había sometido sus actividades a una estrecha vigilancia antes de la desaparición de la familia.
¿Cómo es posible entonces que Otto Frank fuera una de las escasas personas dispuestas a escribir cartas en apoyo de Ahlers cuando este hombre fue enviado a prisión por colaboracionista en los meses posteriores a la guerra? Los Frank pertenecían a una familia judía alemana bien establecida, pero Otto, que había luchado con los alemanes en la Primera Guerra Mundial y había sido condecorado con la Cruz de Hierro, optó prudentemente por llevarse a la familia a Holanda poco después de que Hitler llegara al poder. Se estableció en Amsterdam y se especializó en la fabricación y venta de pectina, una sustancia procedente del jugo de ciertas frutas que se emplea como conservante.
Cuando se declaró la guerra, en septiembre de 1939, Otto pensó que debería cambiar de residencia con su familia una vez más, en esta ocasión a Estados Unidos, pero todo se fue al garete en las primeras horas del 10 de mayo de 1940. Alemania invadió Bélgica, Luxemburgo, Francia y los Países Bajos, que después de una breve resistencia capitulaban el 14 de mayo.
Los alemanes hicieron una entrada arrolladora en Holanda, resueltos a hacerse notar. Había 140.000 judíos en el país, de los que el 60% vivía en Amsterdam. Uno de los afiliados del Partido Nacional Socialista holandés era Ahlers, un tipo difícil, aventurero en paro y mala persona, no carente de encanto y con un odio vehemente hacia los judíos.
PRESAS DE LOS NAZIS
El 22 y el 23 de febrero los nazis cayeron en masa sobre el barrio judío y sacaron de sus casas a 425 hombres y niños, los arrastraron a hasta la plaza principal y les dieron una paliza antes de enviarlos a los campos de Buchenwald y Mauthausen.
Ahlers pasó a convertirse en agente secreto de los alemanes.Fue poco después de aquello cuando Otto Frank se cruzó en su camino. El 18 de abril de 1941 Ahlers llegó a las oficinas de la empresa de Otto Frank, Opekta, en el número 263 de la calle Prinsengracht (la otra empresa de Frank, Pectacon, había sido puesta a nombre de dos de sus administradores para que pareciera totalmente aria).
Ahlers se presentó a sí mismo como un mensajero que colaboraba con el partido nazi holandés y con las SS. Añadió que había interceptado una carta dirigida a las autoridades nazis. La carta la remitía un tal señor Jansen y en ella se acusaba a Otto de «proferir expresiones insultantes contra la Wehrmacht». En la Holanda ocupada, una acusación así era motivo suficiente para ser deportado a un campo de concentración.
Se ignora lo que ocurrió entre Otto y Ahlers, pero pasado un cierto tiempo, en una carta a un amigo, Otto aseguraba que Ahlers no le había chantajeado de manera directa, aunque, por si acaso, le había dado 10 guilders. Añadía que había invitado a Ahlers a volver y que, cuando éste lo hizo, le dio más dinero. Ahlers sentía curiosidad por Frank, ya que no se ajustaba a la idea que él tenía de un judío porque iba bien trajeado y hablaba holandés con el tono de un alemán educado. Por ello comenzó a vigilarle.
Pronto se dio cuenta de que Otto Frank también tenía sus negocios con los alemanes. Después de la invasión había realizado suministros a intermediarios del Alto Mando alemán en Berlín y también recibido mercancías de ellos.
Al hacer negocios con los alemanes él conseguía protección no sólo para su empresa, sino también para su familia. Después de aquel encuentro con Ahlers, Otto sabía que los nazis ya no iban a tragarse por más tiempo que su empresa era aria. Pectacon se puso en liquidación. Poco después de aquello, Otto tomó la decisión de pasar a la clandestinidad. Las oficinas y el almacén de Prinsengracht se encontraban en un edificio del siglo XVII unido a un anexo de cinco habitaciones..., un lugar ideal para esconderse.
En el mayor de los secretos trasladaron al anexo muebles, ropas, utensilios y comida. Los empleados holandeses de Otto no dudaron en prestarle ayuda. «Éramos conscientes de que si no los ocultábamos sería como condenarlos a una muerte segura», declaró después Miep Gies, una de sus secretarias.
En noviembre de 1941, junto con todos los demás judíos alemanes de los territorios ocupados, los Frank perdieron su nacionalidad y el 5 de diciembre tuvieron que rellenar una solicitud de «emigración voluntaria». El 11 de diciembre Estados Unidos entró en guerra.Se cerraba así para muchos la puerta hacia la única vía posible de escape.
Para el mes de julio de 1942, los planes de Otto estaban cerca de completarse. Fue entonces, el 5 de julio, cuando su hija Margot, de 16 años, recibió la orden de presentarse para ser deportada a un campo de concentración. Al día siguiente, los Frank pasaban a la clandestinidad con la familia Van Pels, Fritz Pfeffer y un dentista, Albert Dussel. Otto dejó tras de sí una carta en la que afirmaba que un amigo del ejército había ayudado a la familia a escapar a Suiza. Pasarían 25 meses en el escondite.
ESCONDITE INSEGURO
En febrero de 1943 el edificio se vendió a un nuevo propietario, militante del partido nazi holandés. Quería ver el anexo, pero uno de los antiguos empleados de Otto le dijo que había perdido la llave de acceso. A aquellas alturas de 1944 algunas personas sospechaban que algo extraño sucedía en aquella parte del edificio.
Entretanto, la vida plácida de Ahlers llegaba a su fin. Acosado por las deudas, se vio obligado a trasladarse a un piso más pequeño.No sólo no le iban bien las cosas, sino que, de la manera más estúpida, se había peleado con nazis importantes. Necesitaba dinero y dar otra vez pruebas de su valía a los ojos de las personas a las que él respetaba, entre ellas a Maarten Kuiper, un destacado antisemita amigo suyo, responsable de haber localizado y entregado a más de 250 judíos.
La marea de la guerra se había vuelto en contra de Alemania y, en el verano de 1944, sus esfuerzos se concentraban en labores de defensa más que en la persecución de los judíos que quedaran en Amsterdam. Sin embargo, consideraban los soplos seguros de informadores dignos de confianza. Así pues, en la mañana del 4 de agosto de 1944, el anexo de la Prinsengracht fue asaltado por la Gestapo y tres miembros del partido nazi holandés.
El informador de confianza era Maarten Kuiper, quien no podía haberse enterado del lugar en el que se escondían los Frank más que por mediación del hombre que había hecho de su vigilancia una auténtica obsesión: Ahlers. Los desgraciados fugitivos fueron llevados a Westerbork, un campo de tránsito en el norte de Holanda.El 2 de septiembre fueron llevados a los campos de exterminio.
En condiciones horrorosas, las dos hermanas Frank y su madre sobrevivieron hasta que Ana y Margot fueron trasladadas a Belsen el 18 de octubre de 1944 y murieron de tifus en marzo de 1945.La madre, Edith, murió el 6 de enero de 1945, tres semanas antes de que Auschwitz fuera liberado por los rusos. El padre, Otto fue uno de los únicos 45 hombres y 82 mujeres que sobrevivieron de entre los 1.019 deportados de Westerbork.
Cuando Otto Frank regresó a los Países Bajos en 1945, lo hizo con su nacionalidad alemana, un enemigo de la nación, y la persecución que había sufrido por ser judío no le valió de nada ante las autoridades holandesas.
El 18 de julio fue informado de la dramática muerte de sus dos hijas. Dos días más tarde mantuvo una reunión con Tonny Ahlers, que se encontraba entonces en prisión por su colaboración con los nazis.
Ahlers sabía demasiado de Otto. Sabía que su empresa había sacado durante la guerra unos buenos beneficios gracias a sus ventas a la Wehrmacht. También que cuando los nazis prohibieron que se diera empleo a judíos había despedido a una secretaria judía.Ahlers estaba en situación de complicarle la vida en el Amsterdam de posguerra y Otto necesitaba su silencio. Esa es la razón por la que envió a las autoridades cartas de apoyo a Ahlers.
En enero de 1948 se abrió una investigación sobre la traición a la familia Frank. El 30 de agosto de 1948 Kuiper fue ejecutado.Sin embargo, Tonny Ahlers salió de prisión en libertad en 1949, quizá gracias a las cartas de apoyo de Otto Frank.
Durante el resto de su vida se dedicó a despotricar contra «el judío de Frank»; estaba furioso por el éxito mundial de los diarios de Ana Frank, publicados en los años 50, y por el lugar de Otto en la Historia como guardián del honor y la integridad de los judíos.
Tonny Ahlers, el hombre que traicionó a Ana Frank, murió a los 83 años de edad el 4 de agosto del año 2000, 56 años después del día en que los nazis detuvieron a la familia Frank.
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