Los dos primeros de estos documentos han sido escogidos como textos representativos para ilustrar las ideas y sentimientos que los observadores suecos transmitían a sus lectores durante el período 1820-1830. Los demás son noticias y comentarios sobre la muerte del Libertador. La traducción al español de todos los artículos y documentos citados y reproducidos, es de exclusiva responsabilidad del autor de este trabajo.
Bolívar como símbolo y como esperanza
Muy diversos factores confluyeron, al finalizar las guerras napoleónicas, para estimular el desarrollo de una gran expectación y una entusiasta simpatía, en todas las clases de la sociedad sueca, hacia las guerras de independencia latinoamericanas, hacia los esfuerzos de los patriotas por construir repúblicas independientes y hacia el hombre que aparecía ante los ojos de Europa entera como el más notable de los héroes de estas revoluciones: Simón Bolívar. Para la nueva dinastía, cuya entronización fue el resultado de la profunda crisis nacional que produjo la guerra contra Rusia y la consecuente pérdida de Finlandia, la independencia latinoamericana representaba una esperanza y un estímulo para la realización de una política de gran potencia. La conquista de nuevos mercados para el hierro y el acero, así como para la industria naval, el establecimiento de sólidas relaciones internacionales que le ayudasen a afianzar su situación en Europa y el propósito de desarrollar una diplomacia que permitiera a Suecia rivalizar con Inglaterra, eran al parecer las más importantes motivaciones del nuevo monarca, Carl XIV Johan, para considerar a las nuevas repúblicas latinoamericanas como un elemento fundamental de su política extranjera. Así, cuando el diplomático colombiano Francisco Antonio Zea inició su misión en Londres, en 1820, se establecieron los primeros contactos entre él y los diplomáticos suecos, “continuando más tarde estas relaciones con Suecia desde París. Ofrecía ventajas comerciales para Suecia [en] caso de recibir Colombia de este país su reconocimiento político. Las negociaciones continuaron también en 1823 cuando Zea había sido sucedido por José Revenga. Un agente secreto sueco, Lorich, fue despachado a Bogotá el mismo año”. (2) Si bien los esfuerzos no condujeron a un resultado concreto, debido, principalmente, a que Suecia tenía entonces ventajosos acuerdos comerciales con España (a los que hubiera debido renunciar si reconocía a las nuevas repúblicas) y a que, de hecho, no estaba en condiciones de competir con los productos ingleses en el mercado hispanoamericano, el interés oficial por las nuevas repúblicas continuó siendo intenso durante toda la década 1820-1830.
Para ciertos sectores de la nobleza, vinculados al oficio de las armas, las revoluciones hispanoamericanas tenían un especial atractivo. Luego de la paz reaccionaria que siguió a la caída de Napoleón, muchos jóvenes oficiales se encontraron sin horizontes y sin perspectivas. La América del Sur era entonces el escenario donde ellos podían ganar gloria y dinero, y las noticias que llegaban acerca del trato espléndido con que Bolívar distinguía a los legionarios europeos, estimulaban más aún estas esperanzas. El Teniente Coronel Fredrik Petré y el joven conde Fredrik Thomas Adlercreutz constituyen dos destacados ejemplos de esta circunstancia, que aquí nos limitamos a mencionar.
Para la burguesía, el aliciente de nuevas y más amplias relaciones comerciales con los recién fundados estados era muy importante, aunque no el único motivo de interés. Aquí había, también, una razón política de extraordinario peso: la defensa de las ideas liberales. La política del nuevo monarca apuntaba, en lo interno, al reforzamiento del poder real, en abierta contradicción con los intereses y la tradiciones de la burguesía sueca, que defendía con vigor las prerrogativas y derechos arrancados a la monarquía a lo largo del siglo XVIII. Esta burguesía, en particular, no estaba dispuesta a renunciar a los poderes que había conquistado en la estructura de la organización estatal, en la coparticipación en la toma de decisiones políticas y legislativas de interés nacional, en el manejo de los presupuestos del estado y en el dominio relativo de la opinión pública. Hacía ya tiempo que Napoleón Bonaparte había dejado de ser un símbolo de la revolución liberal para convertirse en un representante de la ambición imperial ante los ojos de Europa; así pues, la burguesía sueca emprendió con ardoroso entusiasmo la tarea de difundir las glorias de los dos acontecimientos históricos que le servían para ensalzar los principios liberales: la revolución norteamericana, con Washington a la cabeza, y la revolución hispanoamericana, cuyo héroe más notable fue Simón Bolívar. En esta batalla política e ideológica la prensa jugó un papel decisivo: al comenzar el siglo existían en Suecia cuatro o cinco periódicos, pero hacia 1820, según informaba Correspondenten, “se publican en la capital aproximadamente 20, y en muchas de las ciudades de provincia del Reino aparecen 2, 3, incluso hasta 6 periódicos”. (3) La mayoría de estas publicaciones estaban vinculadas al desarrollo político de la burguesía y a sus diversas manifestaciones e intereses locales, y ya veremos de qué manera apasionada utilizaron la imagen de Simón Bolívar como un instrumento y un arma para librar la batalla ideológica en defensa del liberalismo.
Y, por fin, aunque no existe suficiente material documental al respecto, podemos suponer que las clases desposeídas alimentaban también ilusiones y esperanzas frente a las revoluciones del Nuevo Mundo. En el seno de la sociedad sueca se estaban gestando ya las condiciones que habrían de producir esa gigantesca oleada emigratoria que se desató durante la segunda mitad del siglo XIX y que impulsó a un tercio de la población sueca a abandonar la patria para establecerse, precisamente, en el Nuevo Mundo.
En este marco social de expectativas, de conflictos y de esfuerzos por construir un Estado preponderante e influyente, las miradas se fijaban en el Libertador de América: “Bolívar era indiscutiblemente el hombre más notable del Nuevo Mundo y en el Viejo no existía entonces nadie cuyo prestigio pudiera medirse con el suyo”. (4)
Hay que agregar que toda la política sueca de aquella época estaba profundamente influenciada por la vida política francesa y que en Francia, por razones que no es del caso analizar aquí, se vivía entonces lo que podría llamarse la “fiebre Bolívar”. En las manifestaciones públicas de 1830, en las calles de París, los defensores de las ideas republicanas y liberales cantaban un himno que contenía esta estrofa:
El fuego sagrado de las Repúblicas
se enciende en torno de Bolívar,
las rocas de las dos Américas
son el baluarte de los pueblos.
El poeta Casimiro Delavigne había compuesto, hacia 1827, poemas que se recitaban en los círculos literarios y en los Clubes republicanos, con textos como el que sigue:
L’héroique leçon qu’il offre aux opprimés
Sous les feux de midi produit l’Independance;
D’autres républicains, contre l’Espagne armés
En nommant Bolivar chantent leur délivrance.
Es decir:
La heroica lección que él ofrece a los oprimidos
produce la Independencia bajo los fuegos meridionales;
otros republicanos, armados contra España,
cuando nombran a Bolívar cantan su liberación.
La admiración por Simón Bolívar había trascendido, incluso, más allá de los límites de la ideología y la política: las muchachas elegantes solían llevar, como una moda de distinción, el “sombrero a lo Bolívar”, y se habían acuñado dichos y expresiones en directa relación con la gesta bolivariana y la independencia de los pueblos hispanoamericanos.
Tales manifestaciones debían influir de algún modo en una sociedad que tenía tan amplios y profundos contactos con Francia. Si bien en Suecia no se produjeron estas expresiones de entusiasmo popular y de identificación con la figura de Bolívar en la actividad cotidiana de las gentes, sí es cierto, en cambio, que la burguesía liberal exteriorizó, más de una vez, una simpatía tan calurosa hacia el Libertador, que bien podría calificarse de “simpatía a la francesa”.
En efecto, como veremos más adelante, fueron los periódicos liberales de Francia los que sirvieron de modelo a los periódicos suecos para comentar la muerte del Libertador. El hecho de que algunos artículos hayan sido tomados textualmente sin indicar siquiera su origen francés, no indica aquí un acto doloso, de plagio, por parte de la publicación sueca, sino más bien una profunda identificación, una hermandad política muy íntima con la publicación francesa que se usaba como fuente. Tal era una costumbre, un hábito, una norma, en aquellos tiempos, que nos informa con mucha exactitud acerca de las relaciones entre la burguesía democrática de Francia y la burguesía liberal sueca, durante las primeras décadas del siglo XIX.
En cuanto a las relaciones entre estas burguesías y las fuerzas políticas actuantes por entonces en Colombia y Venezuela, es bien significativo el hecho de que los periódicos liberales que comentamos acogen como suya la posición del partido bolivarista en los conflictos internos de la política grancolombiana. Es evidente que sus fuentes de información, sus amigos y corresponsales, pertenecen a las filas de los más irreductibles adversarios del general Santander, a quien se le dedican epítetos tales como “conspirador”, “ambicioso”, “envidioso” y “traidor”. Es interesante constatar que, al menos en aquellos momentos, la figura de Simón Bolivar como símbolo y encarnación de los principios liberales tiene una validez internacional muy sólida, en abierta contraposición a las furiosas acusaciones que en ese mismo momento se lanzan contra Bolívar en su propia patria, en nombre de la libertad.
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