Hace muchos años cuando los Caribes poblaban las costas de Venezuela un chamán envió a su hijo a explorar el sur del territorio, porque había tenido una visión.En la premonición los dioses le informaban que pronto vendría una dura pelea con personas que venían de otros mundos, así que encomendó a su hijo subir a una montaña muy alta que le sirviera para ver más allá del horizonte en busca de un buen lugar para vivir.
El joven y fuerte hijo del chamán acató la orden de su padre, quien antes de enviarlo al largo viaje le entregó un pequeño amuleto, un frasquito con un agua mágica sanadora de todos los males que debería llevar colgado en el pecho.“Hijo, yo estoy viejo y no puedo hacer el viaje contigo, no temas que te cuidaré, aquí te entrego esta agua mágica, llévala siempre y cuando te lastimes echa un poquito en tu dedo y frota la herida, úsala con mucho cuidado”, le dijo el anciano a su heredero.
El muchacho fue despedido por el poblado de Caribes e inició su travesía hacia el interior del país, pasó meses recorriendo la selva y cada vez que se lastimaba hacía uso de su amuleto.
Al cabo de un tiempo y algo desesperado por no encontrar la montaña indicada por su padre, se topó con un águila enorme, capaz de levantar a una persona. El ave estaba herida y se lamentaba de su suerte.
El indígena se le acercó y le preguntó qué le sucedía. “Tengo el ala rota y no puedo volar”, le respondió el fantástico animal. El aborigen vio en esta su oportunidad de encontrar su destino y le propuso curarle el ala con la condición de que lo elevara hasta la cima de la montaña.
El águila aceptó algo escéptica, pero al verse curada cumplió su promesa y con sus garras alzó al joven hasta la cima de la montaña y lo acompañó en señal de gratitud. El indígena caminó por la montaña y vio hacia el horizonte un buen lugar para su pueblo, en medio de la caminata tropezó con una piedra y cayó de frente.
El amuleto se volvió trizas y de pronto empezó a manar “agua mágica” y nació lo que hoy día se conoce como el Salto Ángel.
Gracias al “agua mágica” el lugar se llenó de frutas convirtiéndose en un paraíso para vivir. El indígena retornó a la costa del país con la ayuda del águila y le contó a su padre lo sucedido. El viejo chamán convocó al resto de los chamanes Caribes y les dijo que había tenido una visión, que dentro de poco vendrían personas de otros pueblos y habría una gran guerra y que para evitarla su hijo había localizado un refugio.
Sólo unos pocos le creyeron, así que decepcionado agarró a su gente y a quienes sí confiaron en sus palabras. El pueblo emprendió un largo camino hacia el sur del país y pobló las zonas próximas a los tepuyes, dejando atrás las costumbres Caribes.
Los años pasaron y los españoles llegaron. Los Caribes no se dejaron doblegar y murieron. Otra etnia, los pemones disfrutaba de las bondades de la naturaleza y del “agua mágica”. Así surge Kanaimo, hoy conocida como Canaima, según algunas leyendas.
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