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7 de noviembre de 2016

BOLIVAR Vs AGUALONGO; DILEMA EN LA CIUDAD DEL PASTO


En la ciudad de Pasto, en los últimos años, han surgido historiadores que tratan de desdibujar la imagen de Simón Bolívar, incitados sobre todo por la lectura del libro Estudios sobre la vida de Bolívar, de José Rafael Sañudo publicado en 1925. Otros lo hacen para buscar protagonismo político, reivindicando al héroe local Agustín Agualongo.

Hay quienes, muy obcecados, piden que se retire la estatua de Bolívar del parque que lleva su nombre. Los más belicosos pintan burdos grafitis callejeros. En la novela La carroza del Libertador, publicada en 2012, el laureado escritor Evelio Rosero, de origen pastuso, también ataca a Bolívar.

Sin embargo, contrariamente a lo que se cree, Pasto ha rendido múltiples homenajes al gran hombre de AméricA. Durante las guerras de la Independencia, en 1822, luego de la batalla de Bomboná, se firmó la Capitulación de Berruecos y Pasto adhirió a la república de Colombia. Bolívar entró a Pasto con los máximos honores humanos y divinos que un hombre puede aspirar. Recorrió las calles bajo el palio y hubo misa con Tedeum en la catedral. En emocionada proclama declaró que Pasto hacía parte de un gobierno representativo, republicano y fuerte. Le escribió a Santander: “Hasta los niños con la mayor candidez dicen: que qué han de hacer, pero que ya son colombianitos. En este instante me lo está diciendo una niñita, pero con mucha gracia”.
Pero la calma duró solo tres meses. A Pasto llegó Benito Boves, coronel español fugado de la cárcel de Quito, y a la consabida voz de ¡viva la religión, viva Fernando VII!, logró levantar nuevamente a los pastusos. El Libertador, que había avanzado hasta Quito, se sintió engañado, pues Pasto rompía los acuerdos logrados en la capitulación que le impedían continuar su campaña libertadora. Disgustado escribió cartas y proclamas intimidatorias contra los rebeldes, frases que hoy reproducen sus enemigos, y que parecen terribles si se toman fuera del contexto en que sucedieron los hechos, cuando la guerra se hacía a muerte entre los dos bandos. Sin embargo, los odios y venganzas fueron superados con el paso del tiempo. En 1930, en un gesto gallardo, la Asamblea de Nariño le hizo un homenaje al general Antonio José de Sucre al cumplirse el centenario de su muerte, a pesar de que Sucre comandó el ejército que arrasó la ciudad de Pasto, en diciembre de 1822, episodio conocido como “la navidad negra” por la crueldad de las represalias contra la población civil.
Terminadas las guerras de la Independencia, Pasto festejó el final del dominio español, por pertenecer a la República de Colombia. Para celebrar el onomástico de Simón Bolívar el cabildo de Pasto ordena iluminar con faroles la ciudad entre siete y nueve de la noche, durante tres días, sobre todo, en las calles contiguas a la plaza matriz. También hubo oficios religiosos y retretas de la banda de músicos.

Pasto exaltaba al hombre que se convertiría en figura de la historia universal, el personaje americano más importante que George Washington, según algunos historiadores. Miles de páginas se han escrito para reconocer su valor y gloria. Miles de estatuas se han erigido en su honor en ciudades del mundo donde se ama la libertad; en grandes ciudades y pequeños poblados de Colombia. Aun en Madrid y Barcelona, en España, a la que Bolívar arrebató y liberó en dura lucha, un territorio cinco veces más grande que Europa.

Pasto no podía quedarse atrás. Sus bravas gentes, que defendieron su tierra y sus convicciones con inigualable valentía, también entendieron el valor de la libertad y de la república. El 20 de julio de 1910, celebraron el primer centenario de la emancipación por “un deber de los pueblos y tributo de gratitud a los héroes que rindieron sus vidas en la lucha titánica, para legarnos una Patria libre y gloriosa”. Ese día los personajes más prominentes de la ciudad, los mismos que lograron la creación del Departamento de Nariño, como tributo al gran Precursor de la Independencia, para contrariar al frenético obispo Ezequiel Moreno Díaz que propuso llamarlo “Departamento de La Inmaculada”, elogiaron al Libertador.

En la iglesia Catedral, el presbítero Victoriano Rosero dijo: “¡Cien años ha que resonó el primer grito de la Independencia de Colombia! Cien años que fuimos elevados del rango de meros súbditos al de agentes libres de nuestra propia felicidad. Colombia independiente y soberana se regocija y levanta su corazón a Dios, porque sabe que en Dios reside el centro maravilloso de donde irradia en ella esa libertad y soberanía”.

El Gobernador lamentó el costoso sacrificio que Pasto tuvo que pagar en las guerras de la Independencia y preguntó: “¿Os parece poco un siglo de insoportable y gárrula declamación, y de guerra civil, y de matanzas de hermanos, y de ayudar a nuestros enemigos al frustramiento de la patria”?

El historiador y general Gustavo Guerrero, dijo: “Cuatrocientos sesenta y dos combates sirvieron como pedestal a la gloria del Libertador Bolívar y de los bravos campeones que lidiaron por la independencia […] Rindamos reverente homenaje a los inspirados genitores de nuestra hegemonía política: a Bolívar, genio sin segundo en la América del Sur”.

El doctor Ricardo Zarama cantó al tricolor de la bandera colombiana como símbolo de una nación libre: “Bolívar con la vista fija en América concibe un hecho portentoso, mide todo el poder de su brazo de titán y levantándolo al cielo en demanda de protección y en señal de vocación ineludible, jura por el dios de las batallas la libertad del Continente Americano.

El poeta Francisco Albán y el sacerdote Vicente de Paul Andrade cantaron a los héroes de la patria colombiana, y aun los padres jesuitas participaron en la celebración.

En su libro sobre la vida de Bolívar, se empeña en destruir la imagen del Libertador pero produjo indignación en Pasto por “vilipendiar la memoria de los próceres de nuestra magna independencia”. Ilustres coterráneos como Sergio Elías Ortiz y Alberto Quijano Guerrero, reaccionaron contra Sañudo. El libro fue rechazado por la Academia Colombiana de Historia, por la Asamblea de Nariño, y también por eminentes escritores colombianos, venezolanos, peruanos y ecuatorianos.

Germán Arciniegas ve a Sañudo como un escritor obsesivo en su rencor por Bolívar: “no es un autor sino un drama”, dijo, y agregó: “Cuando soplaba la vela y hundía la cabeza entre las cobijas, todavía la sombra de Bolívar se le metía en la imaginación para robarle el sueño”.

El escritor bogotano Luis Eduardo Nieto Caballero recrimina a Sañudo por su actitud injusta, por “cerrar los ojos ante la nobleza y ante la grandeza para no abrirlos sino ante las manchas”. Sañudo era reconocido en Pasto como un hombre estudioso, conservador, un buen señor, cumplidor estricto de los deberes ciudadanos y religiosos, pero dominado por el resentimiento: “ninguna palabra calificaría tan bien al doctor Sañudo como su propio apellido”, dice Nieto Caballero.

Fuentes:
“Primer Centenario de la Emancipación de Colombia”, Imprenta del Departamento, 1910.
“Ordenanzas de la Asamblea de Nariño”, Imprenta del Departamento,1921 a 1939.
“Anales del Concejo Municipal”, 1938 y 1939.
Dos visiones sobre Bolívar, de Édgar Bastidas Urresty. Bogotá. Impresol, 1999. 

​​​​​​​Por Julián Bastidas Urresty



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