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25 de diciembre de 2016

Los ángeles de la Nueva Era no son los mismos que los de la fe cristiana...?



Con el título “Ángeles de verdad y… ¿ángeles de mentira?”, el medio digital español Unomasdoce ha publicado un artículo en el que Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES) explica la diferencia entre la concepción de los ángeles en la fe cristiana y la imagen que divulga la Nueva Era. Lo reproducimos a continuación.

Mientras escribo estas líneas tengo ante mí un libro en cuya contraportada puedo leer que su autor “nos enseña una técnica olvidada: la capacidad de poder conectarnos con los Ángeles –fuerzas con una conciencia individualizada–, recibir su sabiduría y poder efectuar de este modo grandes sanaciones, en nosotros y en los que nos rodean”. Sin más rodeos, se trata de una estrategia muy común en la espiritualidad alternativa de la Nueva Era (New Age): tomar un elemento del cristianismo (en este caso, los ángeles) y darle otro significado, otro contenido.

¿Quiénes son los ángeles? Bueno, antes tendríamos que aclarar que los ángeles existen, según la fe cristiana. Según el Compendio del Catecismo, “los ángeles son criaturas puramente espirituales, incorpóreas, invisibles e inmortales; son seres personales dotados de inteligencia y voluntad. Los ángeles, contemplando cara a cara incesantemente a Dios, lo glorifican, lo sirven y son sus mensajeros en el cumplimiento de la misión de salvación para todos los hombres” (n. 60). Además, añade, están presentes en la vida de la Iglesia, que “se une a los ángeles para adorar a Dios, invoca la asistencia de los ángeles y celebra litúrgicamente la memoria de algunos de ellos” (n. 61). Conocemos, por la Sagrada Escritura, los nombres de tres arcángeles con misiones muy especiales en la Historia de la Salvación: Miguel, Rafael y Gabriel. Y creemos en el ángel de la guarda o ángel custodio de cada persona. Como decía San Basilio Magno, “cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida”.

Sin embargo, ahora es muy común ver publicidad de actividades y de libros relacionados con los ángeles en la clave que decía al principio: sanación con los ángeles, la magia de los ángeles, su ayuda para conocer el futuro o la propia personalidad, tarot de los ángeles, contacto con ellos, etc. También son comunes en diversas manifestaciones culturales. Pueden distinguirse, en primer lugar, porque Dios no suele aparecer. O, si lo hace, se trata de una energía divina difusa que está detrás, pero sin más importancia. En la revelación de la Biblia está claro que los ángeles son “mensajeros” (eso significa su nombre en griego) y remiten a Dios, cosa que no pasa en las propuestas de la New Age.

Otro elemento que nos puede servir para distinguir lo que se aparta de lo cristiano es que se presentan catálogos de ángeles y arcángeles, con sus nombres correspondientes. Así se da claramente un paso de lo conocido por la revelación de Dios a lo inventado por mentes muy imaginativas o descubierto en investigaciones de tipo esotérico. No sólo se proponen esas listas de ángeles –y las funciones o cualidades de cada uno, o incluso sus firmas o “sellos”–, sino que se les atribuye un carácter divino.

Hay que subrayar un elemento muy importante en estas nuevas formas de “creer” en los ángeles: se insiste normalmente en la comunicación con los ángeles, con las más diversas técnicas de contacto, que se enmarcan en lo que ahora se llama channelling o “canalización”. Según los que la defienden y practican, la persona puede convertirse en un “canal” de una entidad espiritual superior o que se encuentra en otra dimensión. Así sería posible comunicarse con los ángeles y recibir sus enseñanzas ocultas. No hace falta profundizar mucho para darse cuenta de que es una versión adaptada, contemporánea y atractiva del espiritismo de toda la vida, llamando “canal” al médium.

Concluyendo: frente al escepticismo y materialismo que nos domina, los cristianos seguimos creyendo en la existencia de los ángeles como una verdad revelada por Dios. Son criaturas espirituales que nos acompañan y nos acercan a Dios. Todo lo que se salga de ahí, por atractivo que parezca, nos lleva a una religiosidad diferente que, en el fondo, nos aleja de Dios, haciéndonos creer poseedores de un conocimiento especial que nos salva y nos convierte en seres divinos.

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