En Venezuela hay un deporte bastante popular de origen mediterráneo que llamamos Bolas criollas; es lo que en Francia denominan Pétanque y en Italia Bocce (de donde el término criollo "bochar" y "no pelarse un boche"). Consiste en dos grupos de bolas grandes y una pequeña o "mingo"; los jugadores deben lanzar las bolas grandes con suavidad para acercarse al mingo (de donde proviene la expresión "arrimarse al mingo", sinónimo de acercarse a algo bueno y productivo, sea en un negocio o en política). Tengo entendido que la esquina de Bolero, cerca de Miraflores, debe su nombre a un fabricante de bolas establecido en esa esquina hace muchos años.
La referencia viene al caso porque en estos días, mientras buscaba algún material para colocar en esta bitácora, me encontré con una referencia de Carmen Clemente Travieso sobre dos distracciones criollas, siendo la Bola una de ellas. Este término, ya casi en desuso aunque aún "poner a correr" o "lanzar bolas" esté de moda, se refiere a un rumor o noticia veraz o falsa que rueda de boca en boca. Rómulo Betancourt decía que las BOLAS eran más peligrosas que las BALAS. Veamos qué nos dice Carmen Clemente Travieso en su libro Anécdotas y leyendas de Caracas (Concejo Municipal del Distrito Federal, Caracas, 1971):
...Las "bolas" son sencillamente noticias que corren. Las inventa un político cualquiera o el pueblo que está cansado de sufrir una situación estrecha: y aparecen "las bolas"....
"En Venezuela el comercio de las bolas es muy activo", ha dicho un costumbrista. Por ello no es extraño oír un diálogo así:
-¿Qué bolas corren hoy?
-¿No sabes que se pronunció Paracotos?
La bola acaba de aparecer, corre, rueda, aumentada y corregida por cualquier amigo o enemigo de la situación. Puede asegurarse que el caraqueño de pura cepa no puede vivir sin una "bola" diaria. Aunque sea una sola. Se sentiría defraudado si no tuviera nada que comentar en contra o en pro del gobierno. Porque nuestras "bolas" están relacionadas con la política. Si no, no serían bolas. Personas hay adictas a las "bolas" que diariamente tumban un Gabinete... Y lo resuelven a levantar de acuerdo a sus aspiraciones.
Las bolas se alargan por todos los corrillos, por las "peñas", por los centros sociales, por los clubs, por los botiquines, aumentadas y corregidas. Cada cual echa abajo el personaje que no es de su agrado, y coloca en su lugar el que le conviene. Son las bolas políticas... Algunas de ellas están salpicadas de ese ingenio popular, fuente inagotable del pueblo venezolano.¿Qué tal? El término habrá caído en desuso, pero no la actividad. Las bolas surgen -digo yo- como respuesta a una crisis no resuelta y una información escasa. Otras veces es una "mano peluda" la que la pone a rodar a guisa de termómetro o como un "trapo rojo" para distraer a la opinión pública.
También nuestra costumbrista nos habla de otro deporte caraqueño y lo titula: Los cuentos contra los gobernantes:
El gracejo popular venezolano se expresa en los piropos callejeros y en los refranes y cuentos, en las bolas y sátiras. Durante los tiempos de los gobernantes notables, bien por su vanidad, bien por su crueldad, el pueblo siempre ha echado mano del chiste, de la sátira y de la bola, los que toman cierta actualidad para luego desaparecer y dar paso a otros más modernos.
Fueron célebres los cuentos, refranes y coplas que los estudiantes y el pueblo inventaron en los tiempos guzmancistas, especialmente las estatuas que su vanidad levantó frente a la Universidad y en el Calvario, fueron objeto de burlas sangrientas, bautizándolas con los nombres de "Saludante" y "Manganzón". También es conocido el nombre de "adoración perpetua" con que el pueblo bautizó al grupo de los adulantes guzmancistas.
(...) El General Joaquín Crespo fue otro personaje a quien el pueblo zahería con sus chistes y cuentos. Un día en que paseaba por las calles de Caracas oyó a un pregonero gritar: "El último robo del General Crespo". Éste, sin inmutarse, interrogó al Doctor Smith, quien lo acompañaba: "¿Y quién le habrá dicho a esta gente que será el último?".
A Crespo se le conocía bajo el mote de "Héroe del deber cumplido". Tomás Ignacio Potentini, preso por orden suya en La Rotunda de Caracas, escribió en las paredes de su calabozo los siguientes versos:
"Héroe del deber cumplido
es un título profundo;
héroe del pagar, no ha sido:
¿Quién no sabe que se ha ido
debiéndole a todo el mundo?
Creo que ningún gobernante ha logrado escapar del gracejo criollo y de la crítica burlesca. Lo malo es cuando el gobernante no tiene sentido del humor y no puede apreciar esta manifestación de la cultura popular. Por ejemplo, cuando El Nacional reseñó la visita de los miembros de la Junta Militar presidida por Carlos Delgado Chalbaud a las obras en construcción del estadio olímpico de la Ciudad Universitaria, deslizó en una línea que estaban presentes "los tres cochinitos" -el pueblo los tildaba así-, lo que trajo como consecuencia el cierre temporal del periódico. Es que para reírse de sí mismo se requiere inteligencia y amplitud de criterio del que muchas veces carecen las figuras públicas. Estos cuentos y expresiones, llenos de ingenio popular, no son tan peligrosos como las bolas y deberían ser apreciados en su justo valor; tal vez hasta merezcan ingresar al repertorio de la literatura breve.
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