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20 de febrero de 2017

LA BIBLIA REVELA QUE DIOS CREO UN MUNDO ESPIRITUAL ANTES QUE AL HOMBRE


MIRE hacia el cielo y escuche con toda su atención: por mucho que lo intente, jamás logrará ver ni oír a ningún espíritu. Pero lo cierto es que están ahí y que son seres inteligentes y poderosos, con nombre y una personalidad propia. Algunos son buenos, mientras que otros no. Y todos ellos están pendientes de lo que hacemos.

La Biblia enseña que Dios mismo es un espíritu y que tiene un nombre, Jehová, que lo distingue de los dioses falsos (Salmo 83:18; Juan 4:24). “Jehová es grande y ha de ser alabado en gran manera —dicen las Escrituras—. Es inspirador de temor más que todos los demás dioses. Porque todos los dioses de los pueblos son dioses que nada valen; pero en cuanto a Jehová, él ha hecho los mismísimos cielos. Dignidad y esplendor están ante él; fuerza y hermosura están en su santuario.” (Salmo 96:4-6.)

Visiones del mundo espiritual
Como bien señala la Biblia, “a Dios ningún hombre lo ha visto jamás” (Juan 1:18). Así pues, tal como un ciego de nacimiento no sabe cómo son los colores, ningún ser humano puede comprender el esplendor y la grandeza de Dios. Por eso, como buen maestro que es, Jehová emplea términos que nos resultan familiares para describirnos el mundo espiritual, que es invisible a nuestros ojos. En su Palabra se narran varias visiones —o representaciones simbólicas— que utilizó para mostrarles a sus siervos cómo es el mundo espiritual y qué relación tienen sus habitantes con nosotros. Analicemos algunas de esas visiones.

En cierta ocasión, el profeta Ezequiel tuvo una visión de la gloria de Jehová. Al describirla, hizo referencia al zafiro, al arco iris, al fuego y a un fulgor esplendoroso. Y el apóstol Juan, que vio a Jehová sentado en su trono celestial, dijo que Dios es “semejante a una piedra de jaspe y a una piedra preciosa de color rojo” y que “alrededor del trono hay un arco iris de apariencia semejante a una esmeralda”. ¿Qué nos indican tales descripciones? Que la presencia de Jehová transmite una intensa sensación de paz, armonía y belleza (Revelación [Apocalipsis] 4:2, 3; Ezequiel 1:26-28).

El profeta Daniel también recibió una visión de origen divino. En ella aparecían “diez mil veces diez mil [ángeles] que seguían de pie directamente delante de [Jehová]” (Daniel 7:10). ¡Qué impresionante! Si ver a un solo ángel —aunque sea en una visión— debe de ser una experiencia sobrecogedora, ¡imagínese cómo se habrá sentido Daniel al ver a tantos millones de criaturas perfectas!

Pues bien, en la Biblia se menciona unas trescientas veces a los ángeles. Estos seres inteligentes, que tienen la capacidad de comunicarse entre sí, han transmitido mensajes a algunas personas en el pasado. De hecho, los términos bíblicos en griego y hebreo que se traducen “ángel” significan literalmente “mensajero”. Algunas de estas criaturas, además, tienen la categoría de serafín o de querubín. Por otro lado, no es cierto que los ángeles sean seres humanos que vivieron en la Tierra. La Biblia enseña que Jehová los creó a todos ellos mucho antes de que viviera el primer hombre (Job 38:4-7).

Pero volvamos a la visión de Daniel. Los ángeles que observó se habían reunido para una ocasión muy especial: “alguien como un hijo del hombre” se acercó al trono de Jehová, y allí se le concedieron “gobernación y dignidad y reino, para que los pueblos, grupos nacionales y lenguajes todos le sirvieran aun a él” (Daniel 7:13, 14). ¿Quién es ese “hijo del hombre”? Un personaje de máxima importancia en el mundo espiritual: Jesucristo resucitado, quien recibió autoridad para reinar sobre la Tierra. Pronto, su gobierno sustituirá a todos los gobiernos humanos y acabará con las injusticias, la pobreza, el sufrimiento, las enfermedades e incluso la muerte (Daniel 2:44).

Sin duda, la coronación de Jesús alegró mucho a los millones de ángeles fieles a Dios, pues ellos nos aman y desean lo mejor para nosotros. Sin embargo, no todas las criaturas espirituales se alegraron.

Los malos espíritus
Al comienzo de la historia humana hubo un ángel que se dejó dominar por las ansias de poder. Tan intenso era su deseo de ser adorado que se rebeló contra Jehová, por lo que se lo llegó a conocer como Satanás, nombre que significa “Opositor”. Él es el máximo exponente de la maldad y el principal enemigo de Jehová, quien es el amor en persona. Asimismo, hubo otros ángeles que se unieron a la conspiración satánica. La Biblia los llama demonios, y también ellos son crueles enemigos de la humanidad. De hecho, gran parte del sufrimiento, las injusticias, las enfermedades, la pobreza y las guerras se debe a su nociva influencia.

En muchas iglesias ya casi no se habla de Satanás, pero en la Biblia sí encontramos información sobre él. Por ejemplo, el libro de Job revela su personalidad y sus verdaderas intenciones. “Ahora bien —comienza el relato—, llegó a ser el día en que los hijos del Dios verdadero entraban para tomar su puesto delante de Jehová, y hasta Satanás procedió a entrar allí mismo entre ellos.” ¿Qué hizo luego? Tuvo el descaro de acusar a Job de ser fiel a Dios tan solo por los beneficios que recibía a cambio. A fin de demostrarlo, le causó grandes sufrimientos: acabó con su ganado, mató a sus diez hijos y le provocó una dolorosa enfermedad que le cubrió el cuerpo de llagas. Sin embargo, con ninguno de estos ataques cumplió su objetivo (Job 1:6-19; 2:7).

Jehová tiene varias razones de peso para no haber destruido todavía a Satanás, pero podemos estar seguros de que su hora se acerca. Gracias a otra visión del mundo espiritual, descrita en el libro de Revelación, sabemos que ya se han tomado medidas concretas contra él. ¿Qué sucedió? “Estalló guerra en el cielo: Miguel [Jesucristo ya resucitado] y sus ángeles combatieron con el dragón [Satanás], y el dragón y sus ángeles combatieron, pero este no prevaleció, ni se halló ya lugar para ellos en el cielo. De modo que hacia abajo fue arrojado el gran dragón, la serpiente original, el que es llamado Diablo y Satanás, que está extraviando a toda la tierra habitada; fue arrojado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados abajo con él.” (Revelación 12:7-9.)

Ahora que el Diablo ha sido arrojado a la Tierra, dedica sus esfuerzos a engañar a la gente. ¿Cómo? Entre otras cosas, difundiendo mentiras religiosas que nos alejan de Jehová y de las verdades bíblicas. Una de las mentiras más extendidas —con diferentes variantes— es la idea de que, tras morir, todos seguimos viviendo en el mundo espiritual. Por ejemplo, en África y en Asia, muchas personas creen que un día irán a vivir con sus antepasados en el mundo de los espíritus. Y en otros lugares son comunes doctrinas como el infierno y el purgatorio, que también se basan en la creencia en el más allá.

¿Van todos los buenos al cielo?
Pero ¿qué hay del cielo? Mucha gente cree que todos los buenos van allí. Pero, en realidad, se trata de un número reducido de personas, una minoría comparada con los millones que han muerto. La Biblia indica que serán solo 144.000 los seres humanos “comprados de la tierra” para vivir en el cielo. Y ¿qué harán allí? Reinar a la humanidad y servir de sacerdotes (Revelación 5:9, 10; 14:1, 3). Dicho grupo formará junto a Jesucristo —el “hijo del hombre” mencionado antes— un gobierno celestial: el Reino de Dios. Este gobierno acabará con Satanás y los demonios, y transformará la Tierra en un paraíso. Además, la mayoría de las personas que han muerto resucitarán y recibirán la oportunidad de vivir para siempre en ese paraíso (Lucas 23:43).

En resumen, hemos visto que existe un mundo invisible habitado por millones de seres espirituales. Jehová, el Creador de todos los seres vivos, ocupa la posición más elevada. Junto a él hay millones de ángeles fieles. Por otro lado están Satanás y los demonios: ángeles que se han rebelado contra Jehová y tratan de sacarnos del buen camino. Por último, hay un número específico de seres humanos que han sido “comprados” de la Tierra —es decir, elegidos de entre la humanidad— para realizar una tarea especial en los cielos. Ahora bien, de todos los que viven en el mundo espiritual, ¿con quiénes podemos comunicarnos? ¿Cómo debemos hacerlo? Veámoslo.

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