ALDO MACOR, AUTOR DE LA TRILOGIA DE ESCULTURA PARA GUAYANA, AUNQUE MUY TRISTE Y RABIOSO POR LA DESTRUCCION DE LA ESCULTURA "LA PATERNIDAD" NO SE SINTIO MUY SORPRENDIDO ANTE ESTA REALIDAD EN COMPARACION AL DESTINO INCIERTO QUE TUVIERON LAS DOS (2) ESCULTURA RESTANTE PARA GUAYANA; "EL TORO CAIDO Y LA INDIA GURI"
El monumento "LA PATERNIDAD" refleja la responsabilidad que tiene un padre de sacar a sus hijos adelante, al ofrecerles una estabilidad y una buena educación. Practicarla te llena de ética y moral, cualquier padre que asume sus compromisos y obligaciones de forma libre esta marcada por el amor.
Sin embargo ante el hecho vandálico que fue objeto esta escultura ubicada en Ciudad Guayana, representa, con su demoledora semiótica, la nación improvisada que somos, definida por la frivolidad, la deshonestidad y el vandalismo. Un niño arrancado de las manos de su padre, para vender su peso en bronce. No hay imagen que simbolice mejor la cultura del saqueo de los venezolanos.
La Paternidad, una escultura de 800 Kg de bronce y 3,5 m de altura que muestra a un hombre alzando en brazos a un bebé, fue develada en 1992 en “la explanada del Papa” de Ciudad Guayana, en el estado Bolívar. (No en 1985, como está reseñando la prensa). El escultor es mi padre, Aldo Macor, quien acaba de cumplir 84 años y vive su retiro en Montevideo. Yo era adolescente cuando papá trabajaba para aquella obra, presencié con hartazgo su proceso creativo y, como buena joven rebelde y malagradecida que era, no quise ir a su inauguración porque estaba harta de oír hablar de ella. Dos décadas después, una mañana de mediados de noviembre de este año, la escultura amaneció con las manos mutiladas. El bebé, esfumado. El bronce del que estaba hecho ya debe de estar derritiéndose en un caldero. Pero, por espectacular y cinematográfico que luzca este robo en particular, no es diferente al vandalismo de cables eléctricos ni a la rapiña de las esculturas cinéticas de Soto para lucrar con sus varillas de metal.
LA PATERNIDAD SOLO LA PUNTA DEL ICEBERG
Sin embargo, este hecho revelaría un secreto oculto, quizás no para los Macor pero si para el resto de los Guayaneses del pasado y del presente. Tal revelación se inicia una vez que el autor de la escultura observa detenidamente las fotografías de la mutilación, expresando su tristeza y rabia; “Muy triste, rabioso, por esos brazos mancos, sangrantes, clamando al cielo…”. (Conversación Padre-Hija)
“En serio, papá”, lo interrumpo. “Sin pistoladas”.
Y, aunque mi padre quiere sonar rimbombante, digno de un momento teatral, resulta que la segunda versión, la más prosaica, es aún más triste: Macor no está sorprendido.
“Qué quieres que te diga”, contesta. “¿Crees que es la primera vez? Esto no es nada comparado con lo del Toro”.
Claro. Los Macor conocemos la historia, pero el resto de los venezolanos no. La Paternidad era la primera parte de una trilogía que públicos y privados habían encargado a mi padre para donar al estado Bolívar entre fines de los ’80 y principios de los ’90. Las otras dos esculturas eran el “Toro Caído” y la “India Guri”, que en efecto se realizaron, pero nunca se llegaron a inaugurar.
Respecto al pago reina la confusión. Mi padre, que nunca pudo cobrar el total de la suma pactada por las tres, ni siquiera recuerda (o eso dice) quién ordenaba las obras, quién las cancelaba ni cuánto se le debe aún. El asunto estuvo primero en manos de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG), un conglomerado de empresas estatales que explotan los recursos del sur del país; luego de una filial de la CVG y, finalmente, de una asociación privada de empresarios de Guayana conocida como ASEDAGA. Esta última es la que figura, en los papeles, como la donante de la Paternidad, según reseñó el Diario Correo del Caroní.
II OBRA - EL TORO CAIDO
Como sea, el Toro Caído, un toro volteado de 2 metros que representaba, desde un punto de vista bastante positivista, el triunfo de la civilización sobre la naturaleza, iba a erigirse en alguna plaza de Puerto Ordaz. El toro salió de la fundición moldeado en bronce, como muestran las fotos más abajo, que son el último registro que Macor tiene de él. Luego fue colocado en un camión y enviado a su destino, donde fue guardado en un depósito a la espera de que se decidiera la fecha de su inauguración.
Semanas después, mi padre recibió la noticia de que alguien se había llevado la pieza de media tonelada de bronce. Según le dijeron, el saqueador la sustrajo argumentando que haría así un bien a su comunidad. “Un tipo dijo ‘a ese toro lo agarro yo, porque si no, se lo roban los demás’, y se lo llevó él y lo puso en su finca”, me cuenta Macor. “No puedo decir su nombre”, advierte inmediatamente después, pidiéndome que tampoco yo lo diga.
Igual cualquier guayanés sabe quién es. Se trata de un empresario con mucho dinero, poderoso hacendado de la región, que vio la escultura en el depósito y decidió llevársela a su hato porque le gustó y le dio la perra gana de tenerla.
Y ahí está el Toro Caído, modelado para adornar una plaza pública, adornando en cambio el jardín privado de un caudillo local.
III OBRA - INDIA GURI
La tercera obra es la India Guri, un desnudo de tamaño natural que simboliza el anhelo de la indígena por la tierra perdida y para la que por cierto serví yo de modelo. Luego de realizarla en bronce, Macor ya estaba listo para enviarla también a Ciudad Guayana.
Pero como no había terminado de cobrar la trilogía aún, y vista la situación, decidió quedársela. Por las dudas. Años después, cuando emigraron a Uruguay, mis padres se la llevaron con ellos. La fulana India Guri ha sido una pesadilla para todos, porque es muy grande y pesada y no sabemos nunca dónde demonios meterla. Este año la cedimos “en comodato” a la embajada de Venezuela en Montevideo, donde al menos tiene algún sentido de ser.
Extracto de la Publicación;
¿De qué se ríen los venezolanos?, por Leila Macor
Por Prodavinci | 26 de Diciembre, 2012
VER TAMBIEN
La Paternidad de Guayana; "MUTILADA Y AUN SIN CULPABLES"
No hay comentarios:
Publicar un comentario