Esa mañana temprano, agarré mi guayare, el sombrero y la bácula, quizás unas siete u ocho tres en boca y una docena de pajareras. En el río me esperaba el compadre Euclides, listo para la remada en la vieja curiara de canalete. Sacamos un poquito de agua que había en el piso, acomodamos los bastimentos y empujamos río adentro la noble curiara de las aventuras inolvidables. El compadre, un viejo zorro de río, hábil pescador, conocedor de esas aguas como la palma de su mano, metía la palanca contra el fondo del río con una facilidad pasmosa, yo canaleteaba despacito al ritmo del bonguero que dirigía la curiara de Gallegos.
Quizás unos 20 a 25 minutos llegamos al sitio. Tiramos los nylon al unísono con bofe y corazón de carnada, según el convite es lo mejor para pescar en aguas turbulentas. Sólo hay que tener paciencia. Un trago de Florida, bien seco, directo al hígado para aliviar el ataque inclemente de los puri-puri. Un sol molestoso picaba con ganas. Conversábamos de tantas cosas, cuando siento el jalón que casi me tira al río, como pude sostuve el nylon con todas mis fuerzas, mientras veía como corría de un lado para otro.
-¡Compadre suéltele cabuya, es una vaina grande¡¡
-¡Ayúdeme compadre, el nylon me está jodiendo las manos, esa vaina está cimbrando fuerte¡¡
Veíamos como el nylon corría de un sitio a otro, se veía cómo la presa trataba de picarlo, quizás un veterano de estas lides. ¿Qué será pensaba a mis adentros?. La turbulencia de las aguas impedían ver con claridad qué animal había mordido el anzuelo. Así estuve como 20 minutos luchando contra esa fuerza descomunal, no me daba por vencido, debía ser algo muy grande, porque el nylon estaba prensado hasta el límite.
El compadre también se impacientó, atiné a ver que buscó la bácula, la cargó y la puso a un costado de la curiara. Esa imagen la vi como un presagio, algo debió haber presentido, también acomodó el machete afilado en la vaina que llevaba en la cintura. La lucha se empezó a poner más dura, la cosa que había mordido el anzuelo trataba de zafarse dando movimientos bruscos y violentos. Me puse los guantines para evitar que el nylon me cortara las manos. Fue cuando el compadre se decidió ayudarme.
Poco a poco empezó a recoger el nylon, mientras yo lo enrollaba en el carrete. Poco a poco, mientras la presa parecía aquietarse. Fue cuando sacó la cabeza fuera del agua, con sus dos enormes ojos mirándonos fijamente.
-¡Es un babo grande compadre y está mamado¡¡
Sentí miedo para mis adentros. Un babo, primera vez. Nunca los había visto en su medio natural, mientras el compadre agarró la bácula y apuntó directo a la cabeza del saurio. Un solo tiro estremeció el ambiente. El animal se retorció con una furia inusual, dio unos tres coletazos y se quedó tranquilo. Fue cuando me dice el compadre:
-!Ya está muerto, tírese al agua y lo agarra por la cola, para amarrarle el mecate..¡¡
¿Cómo dijo compadre?.
-¡Tírese al agua ya está muerto no tenga miedo, o lo hago yo¡¡
No lo pensé dos veces, me tiré al agua, con miedo por supuesto, el agua casi me llegaba al cuello, caminé despacito en una arena fangosa hasta que le llegué al animal como a un metro. Le toqué con la vara varias veces, no se movía, tenía los ojos abiertos de par en par. Como pude hice un lazo con el mecate y con la misma vara logré asirlo por la cola. Solté todo el mecate, me regresé lentamente a la curiara, subí y entre los dos llegamos a la orilla.
El compadre terminó de traerlo a la orilla. Era un hermoso ejemplar, muy grande, robusto con cicatrices por todas partes. Acostumbrado a estas faenas, el compadre atinó a decir:
-¡Es un babo grande hay comida para unos cuanto días¡¡
Ya en camaradería, pasando el susto, el compadre me preguntó:
-¿Cómo que se guateó mi compadre, eso es una pendejaita?
La experiencia relatada fue mi primera vez en la vida, es algo único, donde la naturaleza es la testigo principal de estas luchas inevitables entre el hombre y la bestia. Queda para la posteridad.
Alfredo Giannasttasio
20 de septiembre 2019
No hay comentarios:
Publicar un comentario