Ledezma recibió la visita de Chena y de su madre. también llevó a sus dos hijos. Le permitieron la entrada a la señora Ledezma pero a Chena la dejaron sentada afuera. La PTJ también sospechaba de ella. A Douglas y a Efraín se los llevaron de frente de su casa. ¿Quién le dijo a Ledezma que ellos estarían allí? ¿Por qué si entró a preguntarle a su prima si podía salir a la discoteca se tardó tanto?... Ya le llegará la hora a Rosa Elena Pinto. «Esa carajita sabe algo» –pensaba el comisario Pantoja.
A las 7 comenzó nuevamente el interrogatorio.
_ ¡Míralos! – le dice Pantoja mientras le lanza en la mesa las fotos donde aparecen los tres adolescentes.
Ledezma ve para el techo y por un momento la luz tenue del bombillo le pareció como la última luz que vería en su vida.
_ ¡Coño de la madre, Ledezma, que mires las fotos! –Le dice el comisario mientras con sus dos manos le inclina la cabeza hacia la mesa.
_ Comisario, le recuerdo que… _intenta decir algo el Fiscal.
El comisario lo ignora. Ledezma mira de reojo las fotos de los tres muchachos… Parece que esos ojos le hablaran. Son fotos en blanco y negro. Y ráfagas de recuerdos pasan por su mente. Recuerda cómo, con sus propias manos estranguló a Douglas mientras tenía a Efraín esposado a un árbol…
_ ¿Entonces? ¿Cómo los mataste?
_ Que no los maté coño.
A la 1 de la madrugada entra un agente, muy joven y le hace señas a uno de los detectives. Este se acerca a Pantoja y le dice algo al oído. Pantoja sale. Camina por un angosto pasillo y llega hasta un teléfono que tiene el auricular descolgado.
_Habla el Comisario Pantoja.
Del otro lado de la línea está el Jefe de la delegación de la PTJ en Guarenas.
_ Pantoja, coño pana, te llamo porque sé que ahorita deben estar en el interrogatorio… ¿No te llegó el sobre que te mandé?
_ ¿Qué sobre? No me han dado nada.
_¡Nojoda vale…! El caso es que hace unos días el policía ese, Ledezma, vino a Guatire y ¿adivina qué?
_ Coño, Colmenares… son casi las 2 de la madrugada chico… ¿Qué pasa?
_ Ese tipo vino a visitar a un brujo muy reconocido aquí. Un tipo que desde Caracas hasta Higuerote dicen que es muy bueno.
_ Ajá… ¿Qué con eso? Ya el tipo habló de un brujo… No sé qué coño tiene que ver eso.
_ Tiene que ver, hermano. Averiguamos un poco más… Ese brujo le montó un trabajo pa’ protegerlo. Me dijeron algo de una correa, alguna vaina que le hicieron en el cuerpo.
_ Una pregunta Colmenares… ¿Tú crees en esas huevonadas?
_ De que vuelan, vuelan, Pantoja… Bueno chico, tú ve si eso te sirve. Yo no creo que interrogándolo le saques nada. Ledezma estuvo en la lucha antiguerrillera y los entrenan bien pa’ esa vaina. Chao.
Colmenares cuelga y Pantoja regresa a la sala de interrogatorio. Uno de los detectives, al verlo entrar le hace señas negativas con la cabeza, indicándole que Ledezma no ha confesado. Entonces Pantoja se deja llevar por una corazonada.
_ Quítenle la camisa.
Ledezma lo ve… con tanto miedo que Pantoja siente alegría y piensa: “Gracias, Colmenares”.
Le quitan la camisa a Ledezma y allí, atravesado, alrededor de su cuerpo un cinturón con símbolos extraños… Un cinturón que tiene un año allí…. Un cinturón preparado por el brujo Rodrigo de Guatire…
En pocos minutos, el único “poder” que tiene Ledezma será destruido.
Allí estaba Ledezma, de pie, con el torso desnudo y un cinturón negro a la altura del pecho con símbolos extraños y unas pepitas que parecían las llamadas “pepitas de San Pedro”, conocidas por Pantoja desde su niñez en el pueblo de Ortiz. Con ellas los niños solían hacer collares y pulseras. Uno de los detectives, de padres ecuatorianos recordó que los brujos de la selva amazónica solían preparar con esas semillas un brebaje que podía darte un total autocontrol…. Para este detective ya estaba claro cómo fue que Ledezma logró vencer al detector de mentiras. Seguro consumía pequeñas dosis de ese brebaje… De verdad que ese brujo de Guatire parecía saber lo que hacía.
_ Quítenselo _dijo Pantoja.
Ledezma estaba aterrado.
_ ¡No, no, comisario, por favor… Esto es sólo para protegerme del mal!
_ O te lo quitas tú o te lo quitamos nosotros.
_ Señor fiscal, esto es un atropello _le dice Ledezma al Fiscal_ ¿Qué tiene que ver esto con el interrogatorio?
El fiscal parece dudar pero sólo se limita a levantarse de su silla. Se aleja un poco y mira hacia la pared.
_ No estoy viendo nada.
Los dos detectives sujetan a Ledezma y Pantoja le quita el cinturón. El ex policía se deja caer en la silla. Hunde su cabeza sobre el pecho y sin levantarla dice:
_ Los maté por defender mi honor.
ACTO VII- EL GRUPO DE EXTERMINIO Y AVENDAÑO
Psicólogos consultados, años después dirán que Ledezma era tan creyente de la hechicería que el cinturón le funcionaba como un catalizador psicológico. Estaba convencido de que mientras lo tuviera puesto nunca lo descubrirían. Pero ¿cómo venció al suero de la verdad? Pantoja se negaba a aceptar que un brebaje o una brujería pudieran más que el pentotal sódico. Lo que él no sabía, en ese momento, es que Ledezma había sido entrenado como parte de un grupo de exterminio en una operación secreta de la DISIP. Pero eso lo supo años después, en 1992, ya retirado y en su casa, cuando vio por televisión que un tal Avendaño había secuestrado un avión de Transvalcal en Puerto Ordaz y matado a todos los pasajeros.
Avendaño había aparecido marginalmente en la investigación del caso Mamera. Era un muchacho de 15 años, amigo de los tres desaparecidos, quien también se burlaba de Ledezma. ¿Por qué Ledezma no lo ejecutó? ¿De verdad esos muchachos, junto con Avendaño pertenecían a una banda criminal que había sido contactada por un grupo secreto de la DISIP para conformar un cuerpo de exterminio? ¿Los mataron porque sabían demasiado? ¿Por qué Martín Mijares se subió a un carro tan tranquilamente con los dos policías el día que lo vieron por última vez? Pantoja tiene 77 años en la actualidad y aunque parezca mentira, en la vejez son muchas las cosas que se aclaran y sabe que en el caso del Triple crimen de Mamera es más lo que no se sabe que lo que se sabe.
Pero es 1981 y Pantoja se encuentra en la sala de interrogatorio de la PTJ. Ledezma continúa con la cabeza hundida en el pecho. Las fotos de los tres muchachos aún están sobre la mesa. La de Martín, con su ligera sonrisa y el cabello largo, es la misma foto que usó para inscribirse en tercer año. La del catirito Efraín, el más tímido de los tres, la foto que le tomaron el día de su primera comunión. Y la de Douglas, un morenito, de cabellos ensortijados, la foto que le tomaron en un momento que jugaba basket en la cancha de Mamera. Ledezma ve las fotos de reojo. Efraín parece mirarlo con odio y recuerda cómo, esposado a un árbol, le suplicaba que no lo matara.
Ya Pantoja tenía lo que quería: Ledezma había confesado su triple crimen. Pero hay algo pendiente. ¿Dónde están los cuerpos?
Al día siguiente, el ex PM llevó a los detectives al sitio dónde había enterrado los cuerpos. Era un lugar cercano a Mamera, en la montaña. No hubo necesidad de excavar mucho. Allí estaban, los cuerpos de Efraín y de Douglas. Al ver los huesos, Ledezma sintió encima de él las miradas de odio de los detectives y entonces, sin que se lo pidieran, comenzó a hablar:
_ Los maté por defender mi honor, el de mi hogar… y los maté con mis manos, no necesité ayuda de nadie. Se burlaban de mí. Me decían cabrón. Me preguntaban qué se sentía saber que Martín se cojía a Chena… y se reían… Merecían que los matara…
_ Señor, es mejor que no diga más nada –le dice en voz baja su abogado.
En los días siguientes el ex policía ofrece todos los detalles. Sabe que ya su suerte está echada y nada le impide hablar… En cierta forma parecía disfrutarlo. Había burlado a la policía durante un año. Había superado el suero de la verdad. Ya sentía dentro de él que lo suyo había sido una hazaña.
_ Para poder secuestrarlos los abordé a las 8 de la noche en el barrio Mamera, les mostré mi placa y les ordené que me acompañaran pues estaban implicados en una investigación. Los traje a esta zona y los esposé a dos árboles; al primero que maté fue a Douglas, lo estrangulé con mis manos, el otro gritaba, llamaba a su mamá, pedía perdón… pero nadie podía oírlo. A él lo maté con una cuerda. Después desnudé los cuerpos para que se descompusieran más rápido y los medio enterré.
_ ¿Quién te ayudó? –Le pregunta Pantoja.
_ Ya lo dije. Lo hice yo sólo…. Quiero que me devuelvan mi cinturón… por favor, comisario. Necesito mi cinturón.
_ Ledezma, yo no nací ayer… alguien te ayudó… Tú sólo no pudiste esposar a dos muchachos fuertes. ¿Cómo hiciste para esposar a uno y que el otro no escapara?
_ Comisario… uno tiene sus mañas.
_ Sí, eso ya lo veo… pero me gustaría conocerlas.
Ledezma calla. Pantoja no insiste. Está agotado. De todos modos ya tiene un culpable. “No me pagan lo suficiente para esta vaina” – piensa.
_ ¿Dónde está el cuerpo de Martín?
Ledezma parece sorprendido. Por un momento Pantoja creyó percibir que el ex PM quería decirle algo o que ocultaba algo. Como una revelación escuchó en su cabeza: “Ledezma está protegiendo a alguien”.
Ledezma se queda un rato pensando. Como buscando qué decir. “Está inventando algo” –piensa Pantoja.
_ Los llevaré al sitio donde dejé el cuerpo de Martín.
Pero el cuerpo de Martín Mijares jamás apareció. ¿A dónde los lleva Ledezma? ¿Está vivo Martín Mijares?
ACTO VIII- 36 AÑOS DESPUES
El comisario de policía Técnica Judicial, Edgar Pantoja, tiene 77 años de edad. En todos los casos donde le tocó trabajar el que más le impactó fue el Triple Crimen de Mamera. Aunque está retirado desde hace ya muchos años; y ya siente los achaques de la vejez, nunca lo ha olvidado. Se enteró por los medios que Argenis Ledezma salió en libertad en el año 2000. Lo condenaron en 1985 a 30 años pero le redujeron la pena por “buena conducta”. Pero Pantoja sabe que Ledezma debió morir en la cárcel. “Lástima que en este país no hay cadena perpetua”.
Un día quiso saber sobre las madres de los tres jóvenes asesinados. Se enteró por los amigos que aún tiene en tribunales y en el CICPC que viven y ninguna ha pasado la pena que les causó la muerte de sus hijos. Nunca han podido sacarse de la mente la forma cómo los mataron y saben, están seguras, que lo último en lo que pensaron sus muchachos, fue en ellas. Y de todas, el dolor más grande lo tiene la señora Carmen Maizo… el cuerpo de su hijo Martín nunca apareció.
Pantoja se recuesta en su sillón y se queda mirando las fotos de sus nietos que están en una mesita. Algunos tienen las edades que tenían Martín, Douglas y Efraín cuando los mataron y comienza a recordar aquel día de 1981 cuando, en una patrulla de la PTJ, desplazándose por la Cota Mil, se dirigen al sitio donde Ledezma ha dicho que dejó el cuerpo de Martín Mijares.
1981:
_ Es por aquí – Dice Ledezma viendo hacia un costado de la autopista.
Se detienen a la altura del Marqués desde donde puede verse la planta generadora de energía termoeléctrica. Bajan por una pequeña quebrada y allí, ven una osamenta, cubierta por hojas secas, también sin ropas.
_ El 17 de enero de 1980 localicé a Martín _comienza a hablar Ledezma_ Iba caminando por Caricuao. Lo abordé y le hice saber que tenía que acompañarme porque era sospechoso de la desaparición de sus dos amigos. Me hizo caso y entonces lo esposé. Contraté un taxi que nos trajo aquí… Lo maté en este mismo sitio, con mis propias manos… lo estrangulé.
_ Mientes, Ledezma… Un testigo asegura que Martín entró en un carro con dos desconocidos _Le dice Pantoja.
_ Pues, su testigo es la que miente…
«¿La que miente? _piensa Pantoja_ ¿Cómo sabe que fue una mujer?»
_ Veámoslo así, Ledezma, ¿por qué Martín Mijares se dejaría esposar por ti?
_ Comisario, uno es policía, uno tiene sus mañas. Y ese muchacho estaba asustado… Los tres se la querían dar de hombres, pero sólo eran unos carajitos.
Los restos de Martín y sus dos amigos fueron llevados al Instituto de Medicina Legal de Bello Monte… A partir de allí los medios cambiaron su acostumbrado titular de “Triple Crimen sin Cadáveres” por el de “El Monstruo de Mamera”.
Ya Pantoja y el Ministerio Público tenían su culpable pero aún había lagunas que tenían que llenarse antes de armar el expediente definitivo. Un nuevo interrogatorio se realizó.
_ Ya se los dije. Yo solo lo hice. No necesité ayuda de nadie, es falso que me hayan ayudado algunos compañeros de la PM. Ellos son inocentes.
_ Hemos sabido que un zagaletón de apellido Avendaño, un muchacho como de 15 años, también se metía contigo. ¿Lo mataste?
_ No sé de quién me habla.
_ Ledezma, Ledezma… te esperan 30 años de cárcel, a menos que colabores. Avendaño no aparece por ninguna parte y sabemos que él también se burlaba de ti.
_ No sé de quién me habla.
Pero Avendaño no estaba muerto. Aparecerá años después como uno de los principales hampones de Caracas. Era tan letal y tan diestro en el manejo de armas que parecía que lo habían entrenado. Fue él quien asaltó un avión repleto de oro en Puerto Ordaz en el año 1992.
_ ¿Qué significa esto? –le pregunta Pantoja mientras le lanza sobre la mesa un croquis de una zona del Ávila, encontrado en el apartamento del policía Márquez.
_ Era el plan para matar a Chena, a mi esposa. También merecía morir. _respondió Ledezma. Después que logré que volviera conmigo le mostré ese croquis. Le dije que era un mapa del tesoro. Ella se lo creyó… tan ingenua Chena…
«Ni tan ingenua, se acostaba con ese carajito desde que él tenía trece años… Menos mal que era ingenua… puta es lo que es» –pensó el detective Álvarez.
_ La idea era llevarla allí, para que me ayudara a desenterrarlo… Entonces la mataría. Pero Chena no quiso ir… Creo que al final no la maté porque es la mamá de mis hijos… aunque sea una puta.
La última frase la dijo mirando al detective Álvarez quien sintió un escalofrío en la nuca.
«¡Verga! ¿Me adivinó el pensamiento?»
_ Cuéntanos de tu relación con Tairo Aristiguieta… _pregunta el comisario Pantoja.
_ Somos amigos… Pero él es inocente… Ya se lo dije. Yo actué sólo.
Tairo Aristiguieta estaba en ese momento detenido en Cotiza, en la sede de la PM. Como nunca se le comprobó nada, a los pocos meses lo soltaron. Fue ese policía quien, durante varios años, se dedicó a matar delincuentes y les amarraba una etiqueta en el dedo gordo de uno de los pies. Eso nunca lo supo la opinión pública pero sí lo supo Ibsen Martínez, a través de sus contactos en la PM y PTJ y se basó en él para su personaje de Natalio Vega, el hombre de la etiqueta. Un policía que tomaba la ley en sus manos y mataba delincuentes en la telenovela “Por estas calles”. Aristiguieta nunca fue llevado a juicio por estos crímenes y es que en los años ochenta y noventa existían en los cuerpos policiales varios grupos de exterminio. Años después Pantoja atará los cabos sueltos: Ledezma tuvo que haberle dicho a Tairo que Martín, Efraín y Douglas eran delincuentes y por eso fue que ayudó a matarlos. Para Pantoja y para todos los que investigaron el caso Mamera Ledezma no actuó sólo. Y en eso, el Monstruo de Mamera fue consecuente. Nunca delató a sus cómplices.
Pero Tairo Aristiguieta volvería a aparecer en escena. En 2002 se le acusó de ser uno de los asesinos de tres soldados y una muchacha que se congregaban en la plaza Altamira protestando contra el gobierno. Una cuarta víctima, pero no mortal, denunció ese horrendo hecho. La sobreviviente fue violada pero se salvó de ser asesinada. El crimen lo había ordenado un general de los alzados en Altamira porque presumía que esos soldados y esas dos muchachas eran informantes del gobierno.
La justicia tarda pero llega, el 26 de septiembre de 2004 mataron a Tairo Aristiguieta de decenas de puñaladas en la cárcel de la Planta. Tenía 59 años.
Alguien había pagado 300 millones de bolívares para que lo mataran… Así terminaron sus días.
El instituto de Medicina Legal de Bello Monte terminó el análisis de los restos de los tres jóvenes de Mamera. Uno era Efraín, el otro era Douglas, pero los restos hallados en el Marqués, cerca de la Cota Mil no eran los de Martín. Ledezma les dijo a los detectives que jamás diría dónde estaba el cuerpo de ese muchacho.
“Entonces por qué coño nos llevaste a buscar esos huesos en la Cota Mil?” – pensó Pantoja.
_ Él se cogía a mi mujer… no merece una tumba _le dijo a los detectives.
Pantoja lo vio tan resuelto a no decir nada y estaba tan cansado que decidieron crear una mentira piadosa. Le dirían a su madre que esos eran los huesos de su hijo (Se supo que realmente eran los de un guerrillero de Bandera Roja o Tercer Camino, asesinados por algún comando de la DISIP). Ledezma llegará a decir: “El mismo comando que mató a Renny Ottolina”.
Quien quizás podía saber algo era el joven Juan José Avendaño. Amigo de los adolescentes, pero estaba desaparecido. Después se supo que estuvo en América Central, en un escuadrón de la muerte. ¿Cómo es que de ser un delincuente aparece luego en Costa Rica, Nicaragua y el Salvador? ¿Quién lo protegía? ¿Mataron a Douglas, a Martín y a Efraín porque se negaron a ser entrenados en un escuadrón de la muerte?... Jamás se sabrá.
Avendaño, como ya se mencionó, asaltó un avión lleno de oro en el aeropuerto de Puerto Ordaz. Lo capturaron y lo mandaron a las colonias móviles de El Dorado. Allí murió en agosto de 2003. Se dijo que por hepatitis C… pero es casi seguro que lo envenenaron.
Los cuerpos de los muchachos de Mamera fueron entregados a sus madres. Años después, Carmen Maizo se enteraría que en la tumba a donde siempre iba a rezar no se encuentran los restos de su hijo. Aún así, continúa yendo allá… Su corazón de madre le dice que Martín está muerto pero se consuela saber que ya falta poco para que se reencuentren.
ACTO IX- EL SHOW DEBE CONTINUAR
El 4 de marzo de 1981, Argenis Ledezma fue trasladado al Retén de Catia… La PTJ dejó que los reporteros se dieran un banquete y lo abordaron:
_ ¿Por qué los mató?
_ ¿Qué siente saber que pasará muchos años en la cárcel?
_ ¿Qué le dice su esposa Chena?
_ ¿Está arrepentido?
Con una serenidad que contrastaba con los empujones de los reporteros, Ledezma sólo dijo:
_ Efraín, Douglas y Martín bastante daño le hicieron a mi hogar. Durante varios meses se dedicaron a hostigarme día y noche con expresiones públicas en contra de mi persona, de mi esposa e hijos. Yo bastante aguanté, tomando en cuenta que eran unos muchachos. Pero habemos [sic] hombres que tenemos un límite y ese límite llegó en enero del año pasado”.
_ ¿Cómo los mató? –preguntó un reportero. (Los detalles no eran conocidos por la prensa).
_Trataré de escribir un libro sobre el caso, pero será un relato parecido al libro “Los perros de paja”.
En los cuatro años siguientes el monstruo de Mamera repasaría varias cárceles hasta que el 25 de octubre de 1985 le fue impuesta por el Tribunal Superior VII en lo Penal la condena definitiva a 30 años de presidio por el homicidio calificado continuado de los tres adolescentes.
En la cárcel intentaron matarlo varias veces. Una vez lo obligaron a comer carne humana de cuatro reclusos que mataron otros internos.
Ledezma estudió en prisión. Se graduó de Licenciado en Administración. Escribió el libro que prometió. Daba clases de historia, geografía o castellano a otros internos. En la revisión psicológica que le hicieron antes de encarcelarlo el psicólogo escribió en su informe: “Inteligencia superior al promedio”. También organizaba actos culturales, especialmente teatro y creó en la cárcel una pequeña escuela de artesanía donde los presos hacían chinchorros.
En el 2000, veinte años después que matara a los tres muchachos, Ledezma fue puesto en libertad. Le rebajaron la pena por buena conducta. Vive en Ciudad Bolívar. Tiene 73 años. Y dice que los mató por celos “Los celos me cegaron”. Más nunca ha vuelto a ver a Chena ni a sus hijos. Otro hijo que tuvo con otra mujer se suicidó dándose un tiro en la cabeza.
Parece ser que Ledezma de verdad cambió, pero le debe algo al mundo, especialmente a Carmen Maizo: ¿Dónde enterró el cuerpo de Martín?
En hombros de sus amigos, familiares y vecinos de San Pablito y Mamera, los cuerpos de Douglas Nieves y Efraín Irausquín son llevados a su último morada en el cementerio de La Guairita. El tercer ataúd contiene los restos de un guerrillero urbano de los pocos que quedaban en Caracas, perteneciente al grupo Tercer Camino y ejecutado presuntamente por la DISIP. Pero en ese momento su madre y los vecinos creen que llevan los restos de Martín Mijares.
ACTO FNAL - … Ahora......
Mientras tanto, en San Pablito… Chena, una mujer de 54 años, observa por la ventana de su casa hacia las montañas cercanas a Mamera… En la calle, pasan unos niños corriendo y uno de ellos grita: “¡Martín, espérame!”. Y la imagen de Martín Mijares le llega con toda claridad a su mente. No olvidar nunca lo que pasó ha sido su castigo. Y en una urbanización del este de Caracas, el ex comisario Edgar Pantoja se levanta de su sillón. Ya ha recordado mucho… Sube a su habitación. Abre el closet. Allí, tras una falsa pared está el cinturón que protegió durante un año a Ledezma… envuelto en plástico… Pantoja ahora cree un poco más en esas cosas… “El mal existe” _piensa. Pero ahora quiere enterrar para siempre el caso del Triple Crimen de Mamera… toma el cinturón, baja al sótano de su casa donde tiene un pequeño horno…
Y el cinturón se convierte en cenizas…
3 comentarios:
a pesar de conocer ciertos detalles de este y otros casos así como a uno de los participes con quien incluso llegue hablar personalmente (Tairo Aristiguieta) desconocía algunas anécdotas muy puntuales, esto marca la historia policial de nuestro país.
Gracias excelente reporte!! Dtb!!
Momento histórico venezolano. Cosas aclaradas, y el origen de otras, productos del pasado. Me fascinó
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