El mayor estudio genético de europeos de la prehistoria desvela un pasado complejo y violento en el que poblaciones enteras tuvieron que emigrar o desaparecer para siempre
El estudio genético de restos mortales de europeos que murieron hace miles de años ha abierto una ventana única a la prehistoria del continente. El trabajo abarca gran parte del Paleolítico Superior, desde hace 45.000 años hasta hace 7.000, y desvela varios episodios hasta ahora desconocidos.
“Lo que vemos es una historia de las poblaciones no menos compleja que la de los últimos 7.000 años, con múltiples momentos de poblaciones que reemplazan a otras, inmigración en una escala dramática y en un tiempo en el que el clima estaba cambiando de forma radical”, ha resumido David Reich, genetista de la Universidad de Harvard y autor principal del estudio, publicado en la revista Nature.
El trabajo ha analizado el ADN de 51 euroasiáticos, una muestra 10 veces mayor que cualquier estudio anterior. Abarca desde los humanos modernos más antiguos de los que se tiene constancia a los cazadores recolectores que vivieron poco antes de la revolución neolítica que trajo consigo la agricultura al continente.
La primera conclusión que se desprende del estudio es que, a pesar de que neandertales y humanos modernos (los Homo sapiens) se cruzaron y tuvieron hijos fértiles, el porcentaje de ADN de esa otra especie que lleva la nuestra ha disminuido rápidamente, pasando del 6% hasta el 2% actual. Esto implica cierta incompatibilidad evolutiva que ya habían destacado otros estudios recientes.
Aunque los primeros sapiens llegaron a Europa hace unos 45.000 años, su huella genética ha desaparecido por completo en las poblaciones actuales. Las primeras poblaciones con las que los europeos de hoy tienen algún parentesco se remontan a hace 37.000 años. Los autores del trabajo identifican a esta población con la cultura auriñaciense.
Aunque los primeros sapiens llegaron a Europa hace unos 45.000 años, su huella genética ha desaparecido por completo en las poblaciones actuales
“A esta cultura se asocian los primeros ejemplos de arte y música, como las pinturas de la cueva de Chauvet en Francia o las flautas de hueso”, explica Manuel González Morales, investigador de la Universidad de Cantabria y coautor del trabajo.
En esa época, Europa vivía en la última edad de hielo, con los glaciares avanzando desde el norte de europa y empujando a pueblos enteros a la migración o el exterminio. Según los datos del trabajo, hace 33.000 años aparece otro grupo que reemplaza casi totalmente al anterior y que se asocia con la cultura gravetiense, caracterizada por las pinturas con manos en negativo y las orondas venus paleolíticas esculpidas en hueso, explica González.
De forma inesperada, hace unos 19.000 años, reaparecen los descendientes de la cultura auriñaciense. Los restos humanos encontrados en Cantabria demuestran ahora que los habitantes de esta zona estaban directamente emparentados con ellos.
Una de las posibles explicaciones es que aquel pueblo migrase a refugios cálidos del sur de Europa, especialmente la Península Ibérica. Pasado lo más frío de la última glaciación esta población vuelve a expandirse hacia el norte de europa, recuperando el territorio perdido y reemplazando a sus habitantes.
Última oleada
De nuevo, hace unos 14.000 años, otra población llegada desde Oriente Próximo desembarca en el continente y se convierte en dominante, sustituyendo a buena parte de las anteriores. Esta última oleada, de la que no se tenía noticia hasta ahora, se ha identificado gracias a los restos de un cazador y recolector encontrado en Villabruna, Italia, y que le ha dado nombre a esta población.
La marca genética de este grupo se perpetuó durante milenios, ya que, por ejemplo, el cazador recolector de La Braña (León) que vivió hace 7.000 años estaba emparentado con este grupo.
Los genes del hombre de La Braña muestran que tenía la tez oscura y ojos azules. Según González, hasta la llegada de sus ancestros a Europa, hace unos 14.000 años, todos los europeos tenían la piel oscura y los ojos marrones. “El trabajo muestra que los primeros individuos con genes de piel clara vivieron hace unos 13.000 años”, explica el investigador de la Universidad de Cantabria. Después, con la llegada de los primeros agricultores desde Oriente Medio se inaugura el Neolítico y la tez blanca se hace mucho más común. En otras palabras, los europeos fueron negros durante la mayor parte de su historia.
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