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7 de octubre de 2020

LAS MUJERES DEL ANTIGUO EGIPTO; "PONÍAN LA PELUCA"


Fue gracias a fuentes como los poemas amorosos del Reino Nuevo, los óstraca y grafitos con escenas más explícitas, el llamado Papiro erótico de Turín, los exvotos y amuletos sexuales, lo que permitieron concliur el ideal femenino de la epoca del antiguo egipto.


Los pechos pequeños, cintura estrecha y las caderas y muslos grandes eran el ideal femenino de la época del antiguo egipto y cuyo protagonismo dejaba de lado a los hombres en asuntos del amor, es decir la iniciativa y la seduccion estaba en poder de la mujer.


Y al igual que hoy en día, no podía faltar el maquillaje, para resaltar los rasgos más favorecedores y ocultar las imperfecciones. Hasta la IV dinastía se usó malaquita verde del Sinaí para maquillar los ojos, pero ya desde el período predinástico destacó el uso del kohol, una pintura negra a base de galena. Un buen perfume, joyas (collares, pulseras, brazaletes, tobilleras y, sólo tras la invasión de los hyksos, también pendientes) y un ajustado y sugerente vestido de lino completaban el atuendo usado por cualquier mujer egipcia para seducir a su posible futuro marido.

Es muy posible que la expresión “ponte la peluca” que aparece en algunos textos literarios egipcios (como el cuento de Los dos hermanos) fuera una forma de sugerir sutilmente un encuentro sexual. Los cabellos de las mujeres egipcias podían utilizar postizos en forma de trenzas o ser tapados por pelucas enteras, que les cubrían los hombros y que eran adornadas con bellas diademas, todo con el fin de seducir a sus amantes masculinos. Un poema del Reino Medio nos muestra el papel tan destacado del peinado en este juego de la seducción:

Mi corazón piensa en tu amor, mientras que sólo un lado de mi frente está trenzado. He venido corriendo a buscarte, y he descuidado mi peinado; me he soltado el pelo y me he puesto mi peluca para estar lista en cualquier momento.


A una buena y bonita peluca debía unirse la depilación corporal para estar lista para la seducción. Para ello, las egipcias contaban con cuchillas y cremas depilatorias.

El escenario perfecto para la seducción eran las fiestas; los banquetes en los que se comía y se bebía, a veces en exceso, unidos a una hermosa música de fondo, podían terminar con un paseo y un encuentro sexual en la intimidad del jardín, rodeados de árboles y vegetación que ocultasen a los amantes de testigos indeseados.

No obstante, ambos sexos podían también recurrir a la magia, en forma de hechizos amorosos. Invocando a los dioses, se pretendía poner a estos de parte del amante no correspondido, seguido de comparaciones para hacer ver la magnitud de sus sentimientos por el ser amado y una amenaza contra los dioses, que sólo tendrá efecto si éstos no cumplen los deseos del que realiza el hechizo.

 
¡Saludos a ti, Re Horakhty, padre de los dioses! ¡Saludos a vosotras, las Siete Hathor, que estáis adornadas con bandas de lino rojo! ¡Saludos a vosotros, dioses, señores del cielo y de la tierra! Ven, haz que Fulanita, nacida de Fulanito, vaya detrás de mí como una vaca detrás del forraje; como una sirvienta detrás de sus hijos; como un pastor detrás de su rebaño. Si ellos no hacen que ella vaya detrás de mí, le prenderé fuego a Busiris y quemaré a Osiris.


Banquete en la tumba de Nakht.


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