La Amazonía o Amazonia es un vasto territorio de aproximadamente seis millones de kilómetros cuadrados -lo cual equivale a 6.5 veces la extensión de Venezuela- que se comparte entre Brasil y Perú (con la mayor proporción), seguidos por Bolivia, Colombia, Ecuador, Venezuela, Guyana, Guayana Francesa y Surinam.
Es el mayor pulmón y el bosque tropical más extenso del planeta, rico en biodiversidad, que alberga a más de la quinta parte de toda la población de mariposas del globo terráqueo y que esconde un tesoro no explotado de plantas medicinales, conocidas únicamente por los pobladores originarios de la región.
Igualmente, la Amazonia posee la mayor cantidad de agua dulce de la Tierra, no sólo por sus innumerables ríos, entre los que destaca el Amazonas, el más caudaloso del mundo, sino porque allí se ha descubierto una gran reserva de agua subterránea.
Es una región poblada por miles de espíritus que se encargan de protegerla; entre éstos Yacumana “Madre del Agua”, quien se presenta bajo la forma de un gigante ofidio con dimensiones mayores que la temible anaconda que conocemos en Venezuela.
Así mismo, también está repleta de inmensos peligros. Por ejemplo, en los alrededores del Río Negro, hay que estar muy pendiente de unas fuertes risas que se escuchan en la época lluviosa del año y que provienen de los Aparo, pequeños hombres-sapos que se esconden en los caños, debajo de las hojas, en diminutas embarcaciones de sólo treinta centímetros de largo. Estas risas son una forma de aturdir a los incautos que no se percatan del riesgo que corren, entonces los Aparo les voltean la curiara para hundirlos en el rio, los matan con sus remos que son también afiladas armas, y luego les roban todas sus pertenencias.
El Río Negro, llamado Guainía en su nacimiento en Colombia, es el afluente que lleva el mayor caudal de agua al río Amazonas. Nace en la pequeña parte del Macizo Guayanés que corresponde al territorio colombiano y luego gira hacia el Sur formando una frontera natural de 200 km entre Colombia y Venezuela. Posteriormente entra en Brasil y se dirige hacia el Este, constituyendo el borde Sur del Parque Nacional La Neblina y siguiendo un curso paralelo al río Amazonas hasta la mítica ciudad de Manaos donde vierte sus aguas en él.
El Río Negro, cuyo nombre se debe al color oscuro de sus aguas por la presencia de materia orgánica descompuesta que arrastra a su paso, ha servido también para el intercambio cultural y comercial entre los diferentes grupos indígenas que viven en sus riberas, bien sea en Colombia, Venezuela o Brasil. Por él remontaron los Baré, quienes venían del Sur huyendo de la esclavitud por parte de los colonizadores portugueses explotadores del caucho que diezmaron a su población. Según el último censo, que data del año 2011, un poco más de cinco mil indígenas Baré viven en nuestro territorio, en el estado Amazonas.
De las veinticuatro entidades de Venezuela, el estado Amazonas es la segunda en extensión (183.500 km2 - luego del estado Bolívar) y la última en población. Es el estado con mayor presencia relativa de población originaria: más de la mitad de sus habitantes son autóctonos. En el estado Amazonas conviven más o menos veinte etnias indígenas, entre las cuales, según el censo del año 2011, los grupos Guajibo, Piaroa y Yanomami son los más numerosos.
Túpana es el dios creador de los Baré, que descendió del mundo celeste para sacar a los hombres de la tierra; al ser éstos muy pequeños, los envolvió en hojas de tabaco y sopló para que se esparcieran por toda la selva. El dios anhelaba que todos a los que había dado vida coexistieran en paz y armonía, y parece que fue así en un principio por lo que decidió darle algunos de sus poderes divinos, como por ejemplo que pudieran crear espesas nieblas y que poseyeran una habilidad fuera de serie para la navegación. A estos seres los llamó Aparo.
Pero los Aparo abusaron de sus poderes y llenos de ambición comenzaron a ocultarse en la neblina, que ellos mismos producían, y navegando sigilosamente atacaban a otros hombres para hacerse dueños de sus posesiones. Túpana se entristeció pensando que había creado a los hombres de forma imperfecta. Luego meditó y llegó a la conclusión de que seguramente existía algún desequilibrio ya que entre los Aparo no existía el sexo femenino, lo cual le condujo a pedir ayuda a su hija Yopinai, quien procedió a seleccionar a los seres más sabios de la naturaleza y los convirtió en mujeres para que se unieran a los hombres, aprendieran a dominarlos y formaran familias. Pero obviamente estas decisiones y sus consecuencias no fueron del agrado de los Aparo, quienes entonces optaron por raptar a Yopinai y esconderla en un sitio donde nadie pudiera encontrarla: la subieron a un alto tepuy lejano y, haciendo uso de sus poderes, lo cubrieron con densa neblina para que permaneciera oculto a todos los ojos del mundo.
Los tepuyes (morada de los dioses en lengua pemón) son las formaciones geológicas más antiguas del planeta y se ubican en el Macizo Guayanés, que se extiende por Venezuela Brasil, Guyana, Surinam, Guayana Francesa y una pequeña parte en Colombia. Es una región rocosa cubierta de selva, donde los tepuyes aparecen flotando como islas en medio del paisaje.
La parte venezolana del Macizo Guayanés se ubica entre los estados Bolívar y Amazonas, ocupando una extensión de 430.000 km², lo cual es casi la mitad de nuestro territorio continental (que no incluye las islas y áreas marinas y sin contar tampoco con el territorio en reclamación que tiene una extensión de 159.500 km²).
El tepuy donde fue escondida Yopinai es el que hoy conocemos como “Pico La Neblina”, el cual se encuentra en territorio de Brasil y, con sus 3.014 metros, es el más alto de todo el Macizo Guayanés.
Realmente los Aparo lograron su cometido pues nadie pudo ver el Pico La Neblina, aunque los indígenas conocían de su existencia, hasta el año de 1853. El primer hombre blanco que lo avistó fue un naturalista inglés que recolectaba plantas sobre la Piedra del Cocuy, elevación de 300 metros de altura que se encuentra en territorio venezolano, en la triple frontera Brasil-Colombia-Venezuela, y quien mirando hacia el Sureste vio algo que parecía una elevación y que mucho lo sorprendió porque según sus palabras: “brillaba como las escamas del pez Pirapukú”.
Pero volviendo al cautiverio de Yopinai, ésta vivió en el Pico La Neblina por algún tiempo, pasando mucho frío y hambre, con reptiles y aves como única compañía, hasta que a través de un pájaro llegó la noticia a Túpana. El padre de Yopinai, lleno de ira, rescató a la princesa mientras que producía un gran diluvio con espantosos truenos; luego castigó a los Aparo convirtiéndolos de nuevo en seres diminutos y enviándolos otra vez al fondo de la tierra, donde habita Yamadu, demonio de las entrañas de la tierra.
Yamadu vio lo sucedido como una maravillosa oportunidad para que los Aparo se convirtieran en sus ayudantes y les ofreció nuevos poderes a cambio de que éstos aceptaran transmutarse en “Mawali” o espíritus malignos mitad hombre y mitad sapo, para vivir en el fondo de los caños y lagunas, saliendo sólo en la época lluviosa a bordo de sus pequeñas embarcaciones de treinta centímetros de largo.
Desde entonces, en los alrededores del Río Negro se escuchan risas espantosas en invierno, cuando una curiara se aproxima al lugar donde los hombres-sapos se esconden. Con esta risa paralizan a su víctima y luego la atacan mortalmente; por eso, todos los que navegan por esas aguas tienen los oídos prestos para detectar algún sonido extraño y los ojos bien abiertos para descubrir el mínimo movimiento. En este caso se aconseja alejarse lo más rápido posible. También se recomienda masticar hojas de tabaco, ya que esto tiende a ahuyentarlos.
Rescatando las Leyendas
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