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8 de mayo de 2022

SU APODO "EL GENERALISIMO INVICTO"


Manuel Carlos María Francisco Piar Gómez (Willemstad, Curazao o Curaçao 28 de abril de 1774- Angostura del Orinoco ​16 de octubre de 1817), militar venezolano de origen curazoleño (existen otras hipótesis sobre su nacimiento), prócer de la Independencia de Venezuela. 

Piar era un líder militar en toda la extensión de la palabra. Tenía un fuerte ascendiente entre sus subalternos y había logrado sonoras victorias, la más importante de las cuales había sido en septiembre de 1816, en la batalla de El Juncal, que tuvo lugar cerca de Barcelona y fue un importante paso para la posterior liberación de Guayana, pues Piar decidió que era hora de avanzar hacia el Sur. (24 Batallas Ganadas)

"LOS ANALES DE GUAYANA, EL RELATO HISTORICO MAS OBJETIVO DEL DESTINO DE PIAR"

Bolívar había tenido una racha de malos resultados y eso había generado malestar en las filas patriotas. Los grandes oficiales del oriente del país (José Francisco Bermúdez, Santiago Mariño, Juan Bautista Arismendi, José Antonio Anzoátegui, entre ellos) consideraban que el caraqueño era culpable de reveses importantes sufridos por la causa independentista en Clarines y en la Casa Fuerte de Barcelona. De una manera que ahora se ve como irónica, Piar, en cambio, le brindó todo su apoyo, según el historiador sucrense Bartolomé Tavera Acosta. “Fue Piar el único genio militar que teniendo un ejército poderoso había permanecido fiel al Libertador, a quien recibió con los brazos abiertos y aclamándole como Jefe Supremo en Guayana, cuando todos le habían vuelto la espalda”. 

¿Qué pasó entonces? ¿Cómo es que el único que reconoció a Bolívar en toda la extensa región que hoy abarcan Anzoátegui, Monagas, Sucre, Nueva Esparta, Bolívar y Amazonas, terminó fusilado, mientras los que se negaban a aceptar su liderazgo se mantuvieron como grandes figuras? Son las cosas de la política, que tienen resultados especialmente dramáticos en tiempos de guerra.

Piar era un líder militar en toda la extensión de la palabra. Tenía un fuerte ascendiente entre sus subalternos y había logrado sonoras victorias, la más importante de las cuales había sido en septiembre de 1816, en la batalla de El Juncal, que tuvo lugar cerca de Barcelona y fue un importante paso para la posterior liberación de Guayana, pues Piar decidió que era hora de avanzar hacia el Sur.

Allí radicó la causa oficial de la ruptura entre Bolívar y Piar. Bolívar estimaba que era un error procurar en ese momento la liberación del sur del Orinoco, mientras Piar lo consideraba su prioridad y, desconociendo las órdenes del Libertador, emprendió la campaña de Guayana y logró un éxito total. Una vez que tuvo control de la provincia, invitó a Bolívar a visitarla. Bolívar lo hizo, pero mientras Piar esperaba que le reconociera sus virtudes guerreras, lo que escuchó del Libertador fueron, según lo comentó entonces, “chillidos destemplados”.

Piar, que era entre nueve y once años mayor que Bolívar (según la versión de su nacimiento que se tome por cierta), tal vez lo veía con cierto desdén, pues además el caraqueño había ganado y perdido muchas de sus batallas, mientras Piar había triunfado en todas sus actuaciones militares, al punto de que lo apodaron “el Generalísimo Invicto”. De modo que, a pesar de las órdenes, siguió adelante y consiguió un triunfo más. Y no fue cualquier triunfo, sino la decisiva batalla de San Félix, que marcó la expulsión del ejército realista de toda la región sureña.

Las intrigas fueron in crescendo. La victoria de San Félix generó una ola de rumores según los cuales Piar no se conformaría con ser considerado el Libertador de Guayana, sino que le disputaría el rol supremo a Bolívar. Las habladurías cuartelarias surtieron su efecto y el propio Piar decidió apartarse de la controversia solicitando a Bolívar el permiso para retirarse del ejército. Bolívar, seguramente aliviado, le entregó un pasaporte que le permitiría trasladarse a cualquier lugar de Venezuela o al extranjero. En el documento se refiere a él en términos muy honrosos como “el excelentísimo general en jefe”. Todo parece encaminarse y Piar se moviliza a Upata para encontrarse con su concubina, Mónica Farreras, para luego tomar camino al retiro. No obstante, las maquinaciones seguían a la orden del día y algunos calentadores de orejas terminan convenciendo a Bolívar de que Piar no planeaba, en realidad, jubilarse, sino que estaba en medio de un gran complot para desplazarlo. Bolívar, quien pese a las narrativas divinizantes, era un ser humano, cedió ante las maniobras y emitió una orden de detenerlo. “El General Piar ha infringido las leyes, ha conspirado contra el sistema, ha desobedecido al gobierno, ha resistido la fuerza, ha desertado del ejército y ha huido como un cobarde; así, pues, él se ha puesto fuera de la ley: su destrucción es un deber y su destructor un bienhechor”, expresaba el manifiesto del Libertador.

La captura se logró el 17 de septiembre en Aragua de Maturín. Desde allí lo condujeron al cuartel general de Angostura, donde sería sometido a un Consejo de Guerra conformado por puros enemigos del procesado: Luis Brion, José Antonio Anzoátegui, Pedro León Torres, Judas Tadeo Piñango y Francisco Conde. El acusador fue Carlos Soublette. Hasta el defensor, el teniente Fernando Galindo, lo quería mal. Un juicio así, como era de esperarse, no podía tener otro resultado que aquel que tuvo. Se le condenó a morir por los delitos de insubordinación, deserción, sedición y conspiración. Bolívar pudo haber conmutado o anulado la pena, pero la confirmó en lo que se considera uno de los peores errores que cometió en su meritoria existencia.

La ejecución se realizó casi de inmediato. Según los relatos de la época, Piar experimentó primero una incontrolable ira, pero luego se dirigió serenamente al lugar designado para el fusilamiento. Pasó frente a la tropa, comandada por el oficial Bruno Torres, y se quitó el sombrero para saludar a la bandera. Luego se descubrió el pecho y pidió a los soldados que le apuntaran directo al corazón. Dijo “¡Viva la patria!” antes de que detonaran las cargas. En ese relato, seguramente, se inspiró el autor de la ilustración de aquel libro infantil. Sea como haya sido, provoca decir: ¡Honor y gloria al patriota Manuel Carlos Piar!

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