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8 de mayo de 2022

EL CHIMBORAZO; DELIRIO O ENCUENTRO CERCANO DE TERCER TIPO


"Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente."

El Chimborazo es el volcán y la montaña más alta del Ecuador y el punto más alejado del centro de la tierra, es decir el punto más cercano al espacio exterior, razón por la cual es llamado como «el punto más cercano al sol», debido a que el diámetro terrestre en la latitud ecuatorial es mayor que en la latitud del Everest (aproximadamente 28º al norte). Su última erupción conocida se cree que se produjo alrededor del 550 d.C. Está situado en los Andes centrales, 150 km al sudoeste de Quito y 20 Km al noreste de Riobamba. Este monte se consideraba a principios del siglo diecinueve como la montaña más alta del planeta, tal vez por eso Bolívar lo consideraba el “Atalaya del Universo”.

Específicamente, el monte Chimborazo está situado en la provincia del mismo nombre, en Ecuador y, a sus pies, se encuentra la ciudad de Riobamba, capital de dicha provincia. Chimborazo es el nombre del dios de la antigua nación Puruhá, que más tarde fuera adorado por los Incas. Su nombre tiene varios significados en los dialectos vernáculos. Viene del jíbaro chimbu, asiento, dueño de casa; del aymará rassu, montaña; del colorado shimbu, mujer y rassu, nieve. También se cree que chimbo es de origen chimú y significa sombra protectora. En idioma quichua, chimbo o chimbu significa la del otro bando; y rassu quiere decir nieve. Es decir "Nieve del Otro Bando", lo cual concuerda con la mitología indígena que considera al Chimborazo como esposo de la Tungurahua, montaña situada frente al mitológico cónyuge. Los indígenas de la provincia del Chimborazo creen que las dos montañas se unen cuando el cielo resplandece por los relámpagos en las noches de tormenta. Alexander Von Humboldt intentó llegar a la cima del Chimborazo, pero sólo alcanzó los 5900 m. sobre el nivel del mar. En la visión de la montaña ecuatoriana, como se ha mencionado anteriormente, se inspiró Simón Bolívar al momento de darle vida a "Mi delirio sobre el Chimborazo".


Ya Bolívar había recorrido el Orinoco y las fuentes amazónicas; al toparse con el Chimborazo, sintió una admiración tan grande que lo hizo olvidar todo lo demás, al menos por un instante. Se puede notar a Bolívar encantando con la esplendidez del mismo, y es allí donde comienza lo que él denomina “delirio”. Nombra en su poema a Alexander von Humbolt (quien no pudo llegar a la cima a causa del malestar que se siente en las alturas por enrarecimiento del aire) y Charles Marie de La Condamine, el primero militar de profesión y el segundo con un enfoque al humanismo, ambos en común geógrafos y naturalistas.

Blanco-Fombona (citado por Mora, P. 2006, Agosto,28) consideró el estilo de Bolívar en el período de 1810 a 1824, caracterizado por el optimismo, por el crecer y creer, por el ascenso; "la pasión desbordada en su alma y la pasión de la libertad como una llama". La prosa es "encendida", "los adjetivos, las imágenes, salen borbotando de su pluma"; todo esto debido al contexto histórico que rodeaba al Libertador en esos momentos: ve caer a Miranda, va adelante con la Campaña Admirable hasta el Paso de Los Andes y la Batalla de Carabobo. Rodeado de esta grandeza, escribe su Delirio sobre el Chimborazo en 1822.

El escritor Rufino Blanco-Fombona considera que Mi delirio sobre el Chimborazo es una obra de excepción en los escritos de Bolívar, porque es el único texto escrito por Bolívar con una finalidad esencialmente poética; de manera que comenta: “Ningún poeta del pesimismo, ni siquiera Leopardi... ha llegado a dar tan viva la idea o impresión de la pequeñez humana delante de lo infinito. Es evidente que el Deliro es una alegoría... El Delirio quedará como lo que es, como una excepción, como la única pieza literaria escrita por Bolívar, como una extraña creación poética, como una ensoñación, como un delirio”.


Mi Delirio sobre el Chimborazo es considerado como un poema; el único poema, propiamente, salido de las manos de Simón Bolívar. Es un escrito literario, no solo por su tema referido a la crisis ideológica que vivió el autor después de Carabobo, sino también por su elaboración lírica, que canta en la primera parte la ascensión al Chimborazo. En la segunda parte resulta más dramática, porque proporciona una solución llena de símbolos, al terrible y pavoroso drama aludido. Este poema, además, es una de las piezas representativas de nuestro primer romanticismo y, también es el primer poema en prosa con que cuentan nuestras letras. Con Mi Delirio sobre el Chimborazo, Bolívar entró en todas las antologías; además, es un poema inspirado en la vida y en la obra del propio autor; en definitiva, es el único poema que se conoce del Libertador. 

MI DELIRIO EN EL CHIMBORAZO (1822)
Yo venía envuelto en el manto de Iris, desde donde paga su tributo el caudaloso Orinoco al Dios de las aguas. Había visitado las encantadas fuentes amazónicas, y quise subir al atalaya del Universo. Busqué las huellas de La Condamine y de Humboldt; seguílas audaz, nada me detuvo; llegué a la región glacial, el éter sofocaba mi aliento. Ninguna planta humana había hollado la corona diamantina que pusieron las manos de la Eternidad sobre las sienes excelsas del dominador de los Andes. Yo me dije: este manto de Iris que me ha servido de estandarte, ha recorrido en mis manos sobre regiones infernales, ha surcado los ríos y los mares, ha subido sobre los hombros gigantescos de los Andes; la tierra se ha allanado a los pies de Colombia, y el tiempo no ha podido detener la marcha de la libertad. Belona ha sido humillada por el resplandor de Iris, ¿y no podré yo trepar sobre los cabellos canosos del gigante de la tierra?

¡Sí podré!

Y arrebatado por la violencia de un espíritu desconocido para mí, que me parecía divino, dejé atrás las huellas de Humboldt, empañando los cristales eternos que circuyen el Chimborazo. Llego como impulsado por el genio que me animaba, y desfallezco al tocar con mi cabeza la copa del firmamento: tenía a mis pies los umbrales del abismo.

Un delirio febril embarga mi mente; me siento como encendido por un fuego extraño y superior. Era el Dios de Colombia que me poseía.

De repente se me presenta el Tiempo bajo el semblante venerable de un viejo cargado con los despojos de las edades: ceñudo, inclinado, calvo, rizada la tez, una hoz en la mano…

"Yo soy el padre de los siglos, soy el arcano de la fama y del secreto, mi madre fue la Eternidad; los límites de mi imperio los señala el Infinito; no hay sepulcro para mí, porque soy más poderoso que la Muerte; miro lo pasado, miro lo futuro, y por mis manos pasa lo presente. ¿Por qué te envaneces, niño o viejo, hombre o héroe? ¿Crees que es algo tu Universo? ¿Que levantaros sobre un átomo de la creación, es elevaros? ¿Pensáis que los instantes que llamáis siglos pueden servir de medida a mis arcanos? ¿Imagináis que habéis visto la Santa Verdad? ¿Suponéis locamente que vuestras acciones tienen algún precio a mis ojos? Todo es menos que un punto a la presencia del Infinito que es mi hermano".

Sobrecogido de un terror sagrado, «¿cómo, ¡oh Tiempo! -respondí- no ha de desvanecerse el mísero mortal que ha subido tan alto? He pasado a todos los hombres en fortuna, porque me he elevado sobre la cabeza de todos. Yo domino la tierra con mis plantas; llego al Eterno con mis manos; siento las prisiones infernales bullir bajo mis pasos; estoy mirando junto a mí rutilantes astros, los soles infinitos; mido sin asombro el espacio que encierra la materia, y en tu rostro leo la Historia de lo pasado y los pensamientos del Destino».

"Observa -me dijo-, aprende, conserva en tu mente lo que has visto, dibuja a los ojos de tus semejantes el cuadro del Universo físico, del Universo moral; no escondas los secretos que el cielo te ha revelado: di la verdad a los hombres". El fantasma desapareció.

Absorto, yerto, por decirlo así, quedé exánime largo tiempo, tendido sobre aquel inmenso diamante que me servía de lecho. En fin, la tremenda voz de Colombia me grita; resucito, me incorporo, abro con mis propias manos los pesados párpados: vuelvo a ser hombre, y escribo mi delirio.

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