España se jugo su mejor carta para derrotar las revueltas en sus colonias americanas, El León de Sanpaio, un héroe nacional, el cual fue designado y nombrado General en jefe para mandar el Ejército, a fin de contener los progresos de insurrección de las colonias españolas, con facultades completas para ‘pacificar’ América. Fue el mismo que en su regreso a España, ratifico lo escrito al Rey Español “Dadme un José Antonio Páez, majestad, y mil lanceros del Apure, y pondré a Europa a vuestros pies”.
La historia de Pablo Morillo y Morillo, el león de Sanpaio, se puede dividir en tres etapas: la primera hasta la conclusión de la Guerra de la Independencia de España; la segunda comprende los años que pasó en la América española como General en jefe del Ejército desde 1815 a 1820 y, por último, desde su regreso a España hasta su muerte en 1837, en el que desempeñó en aquel exaltado período político las Capitanías generales de Castilla la Nueva y de Galicia.
Pablo Morillo, hijo de campesinos gallegos, nació en la localidad zamorana de Fuentesecas el 5 de mayo de 1775. Sentó plaza de soldado el 19 de marzo de 1791, a los dieciséis años en el Cuerpo de Infantería de Marina. En mayo de 1793 participó en el desembarco de la isla de San Pedro en Cerdeña. Posteriormente fue hecho prisionero a bordo del navío San Isidro en el Combate naval de San Vicente de 14 de febrero de 1797.
El 1 de octubre de 1797 nuestro protagonista, curtido en batallas navales, asciende a cabo. Ya había alcanzado el máximo grado al que podía aspirar en la Marina. La Marina Española excluía de la clase de oficiales a todos los que no hubiesen entrado a servir de Guardiamarinas y hecho sus estudios en los colegios de los Departamentos. Nuestro protagonista había tocado techo.
Con el empleo de cabo de Infantería concurrió al glorioso combate naval de Trafalgar del 21 de octubre de 1805, a bordo del navío San Ildefonso, donde fue herido y hecho prisionero.
Sin duda Pablo Morillo y Morillo tenía unas cualidades militares que tendría ocasión de demostrar, aunque no en la Marina Española. La invasión de Napoleón presentó a todos los españoles la ocasión de acreditar su patriotismo.
El 2 de junio de 1808 pasa como subteniente al regimiento de Voluntarios de Llerena, recién creado y concurre el 19 de julio a la batalla y victoria de Bailén. Allí llamó la atención del General en jefe Castaños, que desde entonces sería su valedor.
Ascendido a coronel por aclamación popular y apodado “El león de Sanpaio”
La Junta central necesitaba de una persona en Galicia para luchar contra la invasión francesa. Morillo, que había sido promovido al grado de capitán del regimiento de Voluntarios de España el 22 de enero de 1809, es destinado a esa misión y parte para Galicia inmediatamente.
En Vigo los paisanos tenían bloqueada la plaza con los franceses que la guarnecían. El 21 de marzo llegó Morillo al campo sitiador de Vigo. Las negociaciones para la salida de los franceses estaban atascada por un curioso escollo, que explica bien Antonio Rodríguez Villa : uno de los escrúpulos más graves que tenía el comandante francés de Vigo, Jacobo Antonio Chalot, era el de rendirse a gente colecticia como la que le tenía sitiado, no mandada por un jefe militar con quien pudiera tratar decorosamente y según las reglas militares en tales casos.
Seguramente lo que pretendía evitar el francés, y no sin acierto, es que el pueblo los pasara por cuchillo nada más rendirse.
Y he aquí por dónde le vino la fortuna a Morillo que, de alférez que era, fue aclamado coronel por los lugareños, a fin de ofrecer al Gobernador de Vigo una salida honrosa y cubrir su responsabilidad.
Las circunstancias condujeron de repente a Murillo a las más elevadas jerarquías de la milicia y su ascenso esta vez no fue dado, por ni por la Marina ni por el Ejército, sino por el mismísimo pueblo soberano.
Pero aún no había acabado su misión en Galicia. El coronel Pablo Morillo fue encargado de organizar y alistar a todas las fuerzas posibles en torno a la ciudad de Pontevedra para convertirlas en un ejército para la lucha contra los franceses.
El 7 y 8 de junio de 1809 tuvo lugar la Batalla de Ponte Sampaio, decisiva en la Guerra de la Independencia de España . Se derrotó al Sexto Cuerpo del ejército francés bajo el mando del mariscal Michel Ney, duque de Elchingen, y finalizó la ocupación francesa de Galicia.
Los héroes de Ponte Sampaio fueron milicias populares que, junto a las tropas del ejército español dirigidas por Pablo Morillo “El León de Sampaio”, destruyeron parte del puente sobre el río Verduxo para cortar su acceso y se atrincheraron con gruesos troncos de roble agujereados que hicieron pasar por cañones.
En la batalla de Vitoria desempeñó Morillo brillante papel por el que fue ascendido a Mariscal de campo a propuesta de Wellington por Decreto de 3 de Julio de 1813.
PABLO MORILLO EL ARCHIRIVAL DE SIMON BOLIVAR
Tras la Guerra de Independencia, llegamos a la segunda parte de la vida de Morillo, que fue designado y nombrado General en jefe para mandar el Ejército, a fin de contener los progresos de insurrección de las colonias españolas, con facultades completas para ‘pacificar’ América
El 2 de Abril de 1815 se le confirió el empleo de Teniente general, justo a su llegada a Venezuela.
Más adelante se dirigió a Cartagena de Indias, que había proclamado su independencia absoluta de España. El 6 de diciembre de 1815 Morillo ocupó Cartagena: después de 105 días de asedio conquistó su plaza fortificada (que le valió el título de Conde de Cartagena) y siguió hacia el virreinato de Santa Fe, al que también sometió.
Dicen que tuvo mano dura, con ejecuciones, expropiaciones y quemas de propiedades como castigos ejemplarizantes pero no hay que olvidar que Bolívar lanzó su segunda revolución en 1813, con la “Proclama de Guerra a muerte”, que ordenaba matar a todos los españoles.
No tuvo miramientos con los represaliados como Francisco José de Caldas y Tenorio, «El Sabio Caldas», como era conocido en su tiempo, que tuvo lugar el 29 de octubre de 1816. A pesar de las peticiones de clemencia fue fusilado. Se dice que Morillo ante la petición de su indulto respondió: «España no necesita sabios», como reflejo de la guerra a muerte declarada contra los intelectuales insurgentes.
Tras recuperar Nueva Granada tuvo que regresar a Venezuela, donde Simón Bolívar lanzó su tercera revolución en 1816. En febrero, Morillo venció a Bolívar en Puente, resultó derrotado en Ocaña, volvió a vencer a Bolívar en Cachiri, y en julio de 1817 asaltó y tomó la isla Margarita. Bolívar lanzó una ofensiva contra Caracas en 1818, y Morillo contraatacó ocupando un puesto en primera línea de combate, durante el cual recibió una herida de lanza en el estómago. Logró la victoria en la batalla de La Puerta en marzo de 1818 (que le valió el título de Marqués de La Puerta), pero la herida que recibió fue muy grave ya que lo pasó de parte a parte, necesitó casi un año para reponerse, y quedó con secuelas para el resto de su vida.
En abril de 1820 Morillo recibió la orden de establecer un armisticio, que fue firmado en Trujillo el 25 de noviembre por comisionados de Morillo y Bolívar, poniendo fin a la guerra.
El 27 de noviembre de 1820 en Santa Ana, un apartado pueblo de Trujillo, en los andes venezolanos, es donde Simón Bolívar y Pablo Morillo se dan el abrazo con el cual sellan los tratados de Armisticio y Regularización de la Guerra, que derogaban la guerra a muerte y en los que se acordaba una tregua de seis meses.
Regreso a España
Comienza la última parte de la vida de nuestro protagonista. El 17 de diciembre de 1820 inició el viaje de regreso a España. Nada más llegar el rey le manda llamar. El 4 de mayo de 1821 fue nombrado Capitán General de Castilla la Nueva, cargo que mantuvo 18 meses durante el periodo de mayor furor revolucionario, finalmente dimitió de su cargo.
Aún participa en la Primera Guerra Carlista en apoyo de la reina regente Cristina pero , su deteriorada salud lo obliga a buscar atención en Bareges bajo permiso de la reina.
Acribillado de heridas recibidas en ciento cincuenta acciones de guerra, honrado con dos títulos de Castilla, con la dignidad de prócer, con las grandes cruces de Carlos III, la militar de San Fernando, de Justicia, y de Isabel la Católica, caballero de la de San Hermenegildo, gentilhombre de Cámara de S. M. con ejercicio, condecorado con once cruces de distinción por diferentes batallas, regidor perpetuo de la ciudad de la Coruña.
Elevado a la alta jerarquía de Teniente general, todo debido a su propio esfuerzo e iniciativa, sin pertenecer a la familia militar, sin haber recibido instrucción literaria ni militar alguna, sino la adquirida en los campamentos y en la práctica de la guerra, falleció en Francia el 27 de julio de 1837 a los 62 años, pobre de solemnidad. Sus restos reposan en el cementerio de San Isidro de Madrid.
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